29 de mayo de 2009

Sensación apocalíptica


Hace un mes, cuando tembló en los días en que la influenza nos hacía pensar en el final precipitado de nuestras vidas, yo estaba en junta en Coyoacán y ni sentí nada. Cuando mi papá me marcó al poco rato, algo preocupado, ni siquiera sabía que acababa de temblar.

Más tarde, vi fotografías de la gente evacuando los edificios con tapabocas en la cara. Algunas mujeres lloraban. Hubo muertes, pero por paro cardiaco. Todos estábamos asustados: la crisis, la influenza y encima nos temblaba. El horror era natural y entendible, como si estuviéramos cumpliendo una manda o nos hubieran salado o pagáramos algún karma o cualquier otra bobada
 que nos hiciera pensar en nuestra condición de mártires mexicanos.

La última vez que tembló, lo escribí, yo estaba en mi cuarto, con Wenceslao en las piernas (Wenceslao es mi "ordenador", y no un chileno con mucho vello corporal, como a mí me gustaría). También escribí acá que siempre siento ese movimiento ondulatorio, producto de los desmadres de mis vecinos. Lo que no escribí es que, antes, esos movimientos me daban risa. Ahora me dan pavor.

Otro día, mientras comía con mi papá, me recomendó que en un temblor me suba a la azotea. Es más seguro: si el edificio cae, siempre lo hará como un sándwich al que aplasta el pie todopoderoso de dios. Si osas salvarte bajando por los tres pisos de escaleras, lo más seguro es que quedes atrapado en algún punto impreciso entre el jamón y la cebolla en rodajas.

Morir entre los escombros o acabar con las dos piernas fracturadas. Um, no es tan difícil elegir.

Anoche tuve un sueño raro, propiciado tal vez por el hecho de que dormí sin pijama, atrevimiento que casi nunca cometo. En mi sueño temblaba o, más bien dicho, había un terremoto. Yo estaba otra vez en mi cama, en calzones -
sólo en calzones-.

(Paréntesis: como en película gringa, ¿no les pasa que se sueñan con la pijama que traen puesta? A mí siempre me pasa, y por eso vivo mis aventuras con chilenos velludos vestida con pantalones holgados de Los Simpson o de rayitas o de puntitos, y jamás con algo sexy que me haría deseable ante un chileno velludo.)

En los segundos en que todo se mecía estrepitosamente, yo alcanzaba a pensar que no podía salir huyendo de mi casa en calzones y preguntarle a mis vecinos, como la última vez, si estaba temblando. Entonces me vi en la difícil decisión de salvar a Wenceslao o salir en calzones.

Ganaba Wenceslao.

Acto seguido, y después de la balconeada de salir huyendo de un terremoto en cueros, me salvaba por esos impasses de los sueños en que de pronto ya estás en otra escena persiguiendo a unos motociclistas coreanos sin saber realmente por qué.

Pero me proponía salir de ese edificio e irme a vivir a una casa de un piso. Mi casero, ese cerdo insensible, me decía que había firmado un contrato y un pagaré, y que me fuera mucho a la chingada. Yo le decía que tenía abogados, así con ese, como los diez abogadillos de Burns que salen de una pared deslizable en su oficina y sin decir nada hacen gritar a Lionel Hutz.

Luego, en otro impasse, estaba recorriendo lo que yo pensaba era mi barrio, en búsqueda de otro lugarcito para vivir. Los vecinos coreanos de la Juárez estaban ahí, pero era como si estuviera
de hecho en Corea. Había tiendas insalubres donde vendían pollos rostizados y tipos de peces que jamás has escuchado en tu occidental vida. Y las coreanas estaban vestidas muy coreanamente fashion, y yo pensaba: a lo mejor no está tan mal vivir acá. Y luego sabía que me iban a robar porque había dejado la puerta abierta, así que corría de nuevo a mi edificio y perseguía a los ladrones por azoteas, mientras que mi mamá iba detrás de mí (raro, raro, raro, como todos los sueños). Lo chistoso es que al final me daba cuenta de que sólo me habían robado el apartejo del Sky, y yo les lanzaba una risita nelsoniana y les decía: "¡Pendejos! Tenía mi Wenceslao en el escritorio!".

En fin. Cuando desperté, tenía una sensación desagradable. Mezcla de indefensión, molestia e incertidumbre. Desasosiego pues. Miedo a morir, para ser más exacta y someterme al escarnio público.

Pensémoslo un segundo: ¿qué hay de toda la gente que murió en los escombros del 85? Fueron unos minutos apenas y PAM: ya no existían. Murieron dormidos -fue tan temprano en la mañana- o mientras se bañaban o mientras desayunaban. Y no hay registros, no hay forma de retratar su pequeña agonía, ni algún homenaje como no sea el oficialista.

Estuve todo el día con ese pensamiento y el día me respondió portándose nublado, lluvioso y propicio para la depresión estacional. En el banco me senté en una silla con los audífonos puestos, como adolescente con miedo a morir, y vi a una señora con unos zapatones infames, unas zapatillas ergonómicamente tortuosas con las que no podía ni caminar. Y llegué a conclusiones muy filosóficas, como el afán por sufrir innecesariamente, metáfora representada en los zapatejos del mal:


Me intrigó tanto que tuve que sacarle una foto de contrabando. ¡Y los dedos! Había uno encima de otro, no les miento. Cuando se sentó se revisó las pezuñas y los acomodó de nuevo. Y yo pensé: qué tan insensible debes haber dejado tus pies para no sentir que tienes los dedos hechos madeja.

¡Mueran, zapatillas incómodas!

Y con esta metáfora elevada, termino mi post. Piénsenlo un momento.

26 de mayo de 2009

Hoy fue mi cumpleaños


Pero no se apuren por felicitarme, porque seguro ya lo hicieron.

¡Gracias... totales! (con voz de Gustavo Cerati).

En resumen: fue un cumpleaños totalmente irregular, porque recibí como el 800% de felicitaciones que usualmente recibo (mi mamá, mi papá, mis hermanos y mis 4 amigos imaginarios).

Las redes sociales nunca me desearon tanto que siguiera envejeciendo y acercándome a la muerte. Ustedes merecen todo lo que le pidan a su dios predilecto, muchachos.

Los regalos que recibí significaron MUCHO para mí, en muchos niveles. Nunca me había sentido tan conmovida. Creo que no lo merezco. Procedo a la autoflagelación emocional.

Ya, en serio: MUCHAS GRACIAS. Me hicieron sentir bien, y retrasaron un poco mis planes de autodestrucción.

¡Y miren! He aquí un regalo que seguro más de 4.8 personas envidiarán:

¡Aaaah!

¡Oooooh!

Dice:

"Para Lilián. ¡Un abrazo de su abuelito adoptivo! (y un beso)" con una flecha que dice "casto, si insistes". Firma: RIUS.

Sólo me queda decir algo:


JA-JA


25 de mayo de 2009

¡Por favor, denme permiso de desangrarme en su presencia!



En la materia de Multimedia hice una página web sobre la donación altruista de sangre. No sé por qué elegí este tema, supongo que fue un reflejo, una manifestación del subconsciente bondadoso (del que no creía que hubiera residuos en mi organismo), y me vi diciéndole a mi maestro guapo y generoso: SANGRE. DONACIÓN (me costaba trabajo hilar las palabras en su presencia, siendo él tan guapo y generoso).

En el proceso aprendí mucho del tema y me
comprometí con él. Tuve la certeza de que la donación altruista de sangre era necesaria. En el ínter, pasé el 90% de mis clases de Multimedia dibujando en Adobe Flash -A MANO- las venas de un corazón palpitante, que se llenaban de sangre candorosamente en la animación introductoria a mi página.




-Ésta es una versión beta del corazón, que ya al final lucía IMPONENTE. Éste es, digamos, el único adelantito que subí a una cuenta Image Shack. Para ver su imponencia tendrían que recargar la página cientos de veces y ni así estarían cerca de sentir su PODERÍO.

-gracias a ese corazón saqué 10 en la materia, aplausos-.




Tres veces en mi vida he intentado donar sangre.

La primera vez fue en Querétaro, mientras trabajaba en el café Dos Minutos (rebautizado por Carlangas como "Dos Mierdutos"). Escuché en la radio que un niño de 10 años necesitaba sangre O Negativo, que es mi tipo, así que enseguida fui al Seguro Social. El tipejo en la ventanilla, apenas me vio, me dijo:

- No puedes donar porque tienes bráquets. ¡Largo!



Así es. Alguna vez en la vida tuve fierritos en los dientes. ¡Gran cosa! ¡Supérenlo!


La segunda vez, mi tía Blanca la necesitaba urgentemente, también O Negativo. No encontraban el tipo en ningún banco de sangre y la transfusión era imperativa. En los requisitos pedían pesar más de 60 kilos. No sé quién (¿mi mamá? ¿Mi conciencia?) me recomendó mentir. Así que cuando me tomaron los signos vitales y me preguntaron mi peso, contesté muy segura de mí misma: 60.

La enfermera, una gorda enana horrible, me miró de arriba a abajo, como quien duda de la honorabilidad de uno, y me dijo:

- Súbase a la báscula.

No tengo qué decir que me corrieron con una patada en el trasero, mientras me gritaban agitando el puño:

- ¡Y no vuelva nunca más por aquí!


Esta vez pensé: la tercera es la vencida. Además, sólo pedían 50 kilos. ¡50 KILOS!

El jueves en la tarde fui, pero me retacharon porque digamos que había
abusado del ayuno. Además, me dieron una lista de alimentos que no podía consumir. ¡Carajo! Todo lo bueno estaba ahí: los dulces, las fritangas, los lácteos, las grasas, el alcohol y las drogas intravenosas.

Me cuidé de cumplir con sus requisitos absurdos, y el viernes en la mañana volví.

Sufrí como reo condenado a muerte cuando me sacaron la muestra de sangre, apretando los puños y haciendo muecas dolorosas. Luego, con esa sensación de post-violación, me dirigí al cuestionario con la doctora.

Me rechazaron.

No voy a ventilar aquí los motivos, porque entonces sabrían de mis aventuras lésbicas con luchadoras grecorromanas y mis hábitos de consumir crack y acostarme con enanos pansexuales y cómo me tomé una aspirina y me desvelé y tengo chancros.

Sólo quiero asentar que su lista de requerimientos es DISCRIMINATORIA y absurda.

¡Carajo! ¡Alguien se está muriendo y USTEDES se ponen sus moños! Ya quiero ver cuando haya una emergencia real -i.e. Holocausto Zombie- y nomás le pidan a la gente ponerse en mangas de camisa y amarrarse una liguita en el brazo. Cerdos.

Por eso, estoy de acuerdo con Méjico Májico cuando dice que -y la cito- sólo
puro májico mejicano notable, sano, casto y ñoño puede donar. Gente sin vida sexual, sin aventuras escandalosas, sin un pasado digno de vivirse, sin -parajódicamente- SANGRE EN LAS VENAS.


Por eso he resuelto una cosa: no donar mi sangre. ¿La quieren? Pues no la tienen. La voy a envenenar a mi gusto.

*se inyecta heroína con toda rudeza*


PD. Este post se lee mejor si mientras tanto usted escucha la GRAN banda Type O Negative, uh, góticos gringos ridículos que me hicieron feliz durante mi adolescencia. Ponga especial atención a la letra de "I don't wanna be me": poesía pura.







22 de mayo de 2009

Estaba escribiendo otro post y en eso...


...Empezó a temblar.

Yo estaba acostada en mi cama, sin zapatos, donde regularmente siento movimientos trepidatorios a causa (no, no de mi vida sexual) (lágrima) de mis vecinos de arriba, que creo son instructores de aeróbics o tienen complejo de canguro.

Pero se sintió
diferente. Más intenso.

Me levanté de la cama y vi los horribles candelabros de mi depto oscilando de un modo... ¿cómo describirlo?

CABRÓN.

Pensé en todos los estacionamientos del DF, esos lugares sospechosamente amplios situados siempre pared con pared junto a un edificio más o menos alto. Residuos EVIDENTES de edificios hechos pedacitos en el temblor del 85, y recordé el estacionamiento que está casi enfrente. Y pensé: estamos frititititititos.

Salí al pasillo descalza y ahí estaban las basuras de mis vecinos. Pregunté: ¿está temblando? Contestaron que sí y todos gritamos y nos abrazamos y nos juramos no llamarnos basuras unos a otros nunca jamás.

Ah, ¿pero qué hacemos la bola de nerdos sin vida?

Tuitearlo:



Es increíble que cuando uno piensa que está escribiendo la primisa con un elegante "PUTA MADRE, ESTÁ TEMBLANDOOOO", 98 sujetos ya lo hicieron antes que tú. Y todos con la misma economía de recursos.

Me asusté, pero con un miedo irracional, muy poco intelectual, muy poco "Oh, ¿qué escala Ritcher será?" y "Me pregunto cuántos muertos habrá" y "Qué caray con las capas telúricas" y "Oh, ¿dónde habrá sido el epicentro". Más bien un temor "se sintió machín la sacudida".

Más de una hora después, seguimos con las manos trémulas, tratando de comunicarnos con nuestros parientes, maldiciendo a Telmex/Slim/nuestro dios predilecto, y pensando en qué vamos a cenar hoy:



Como dijera Aline Salazar, ¿dónde te agarró el temblor?



19 de mayo de 2009

Un día con demasiada publicidad...


...Y creo que estoy a punto de decir cosas como "no puedo contarte ahora, mejor te mando un
brief al rato" o "quiero comerme una torta al pastor ASAP" o "qué cagado, güey", etcétera.

Primero, porque comí con mis antiguos colegas de la agencia del mal: el Roger y el Vic (en ese entonces era preponderante agregar un artículo antes del apócope de cada uno) (a que no adivinan cómo me llamaban) (¿No? ¿Se dan?) ("La Lili") (así, sin acento, con la sílaba tónica en la primera li). La comida fue muy agradable, yo tiré todos los arroces sobre la mesa y los escupía mientras hablaba y derramé la salsa de soya sobre el pantalón de ambos y el gerente llegó y nos pidió que nos retiráramos y yo lloré en la banqueta, etcétera.

De la misma forma en que ver fotografías antiguas te remonta a recuerdos de tu infancia de los que no creías que aún hubiera registro mental (por ejemplo: esa tarde viendo caricaturas te recuerda que tenías unos shortcitos color verde con pequeños pececitos amarillos, o que una tarde cualquiera comiste albóndigas con agua de jamaica, o que una vez en la escuela trataste de hacer trampa en el examen de Historia y te condenaste académicamente de por vida, etcétera). Y aunque no son recuerdos propiamente dichos, pues en ellos no hay acción ni sentimentalismo ni significación, sí ayudan a ver la imagen más amplia: el shortcito te recuerda esa edad y tus amigos y tus sentimientos y tus esperanzas. Eso: una simple prenda ridícula y apestosa.

De la misma manera, la conversación con el Vic y el Roger me transportó a esas tardes terribles con tiempos muertos en los que -maldita maldición- encontré en el Twitter un refugio de "mi realidad" (como personaje de Guillermo del Toro durante la Guerra Civil española y eso). Esas conversaciones en el comedor con chismecitos sobre el mundo publicista, que Fulano ganó la cuenta no sé cuál, que Zutano se cambió a la agencia quién sabe cuántas, que Mengano es pero si bien homosexual, etcétera. Y también me di cuenta, como ya lo he reiterado, que la diferencia entre "la Lili" que ellos conocieron, esa burda escuincla que se reía cuando un coreano escupía la sopa, y "la Lili" que ahora se ríe de los coreanos por el simple hecho de ser coreanos... es grande. Aunque no sé qué tanto. Sólo sé que, si volviera a entrar a trabajar ahí, todo sería MUY diferente. A lo mejor no hubiera renunciado a los tres meses, pero quién sabe.

Lo más curioso fue cuando llegamos al APASIONANTE tema de las bicicletas, porque tanto el Roger como el Vic (y sobre todo el primero, que publicó un libro extraordinario, "Las bicicletas y sus dueños") son bicicleteros de corazón. Le dije al Roger que gracias a su libro me compré mi bicicleta, y él me dijo que ése es el mejor halago que le podrían hacer a su libro, y yo le dije que qué va, que qué había de "es una obra maestra que está destinada a trascender durante siglos" y él me dijo que por qué no me callaba y disfrutaba del momento sentimentaloide-ya-no-soy-tu-jefe-ya-no-tienes-qué-alabarme.

Entonces el Vic que me dice:

"¡No me digas! ¡Seguro tu bici es rosa, con florecitas y una canasta!"


¿Qué le dije?

"¡Oh! ¿A poco ya la viste?!"


¿De verdad soy tan predecible?



Más tarde, ya en mi casa, me senté a ver la tele. Cuánto me divertí. Bueno, en realidad no. En eso, que veo este comercial de Toyota Corolla:



Enseguida me indigné. Ese comercial era el PLAGIO de algo que ya había visto alguna vez, un día que me metí al cuarto de Luis Mariano a buscar un cortauñas y de paso compartir tiempo de calidad con mi sobrino y de paso aterrorizarlo emocionalmente.

Primero pensé que era de los Padrinos Mágicos. Tiene sentido: Timmy Turner es el escuincle ese que puede hacer realidad lo que se le antoje, manipular a su padre y conseguir que le regalen el ROBOT que él quería, incluso si ya había una versión anterior.

Expresé mi indignación en Twitter y todos se indignaron igual que yo. Corrimos en manada hacia el video en YouTube y lo inundamos de comentarios (bueno, sólo Jair Trejo lo hizo). Incluso, tuve el atrevimiento de ponerles un insulto que en buen castellano podría traducirse como "chupapijas". Luego les escribí que eran unos remedos de creativos y luego borré mi comentario, porque era suficiente catarsis por el día de hoy.

Sin embargo, todos en Twitter me preguntaban en qué capítulo sucedía eso. Busqué en la Wikipedia y nada. Empezaba a dudar de mi salud mental, así que hice lo que cualquier tipa de casi 23 años con una duda haría:

Llamarle a mi sobrino de 11 años.

- Loló (es que en realidad así lo llamo desde que nació; "Lolocián", cuando quiero molestarlo), dime cuál es el capítulo ese de Los Padrinos Mágicos donde Timmy quiere un robot y hace que su papá se lo compre, y su papá le dice que ya tenía uno igual, pero Timmy le dice que no, que éste es nuevo porque habla y así, DÍMELO por amor de Alá.

- No entiendo de qué estás hablando.

- Sabes de qué estoy hablando, niño. ¿Acaso el papá de Timmy no es el que se queda a hacer las labores domésticas mientras su mamá va y trabaja y tiene el rol económicamente activo de la casa y eso?

- No. Estás hablando de Johnny Test, el niño con cabeza de flama.

- JA-JA. Lo sabía.

Click.

Bueno: "hice una papanatas de mí misma", como dicen los gringos, al afirmar tajantemente que era de Los Padrinos Mágicos. Bah, cualquiera se confundiría: Timmy Turner y Johnny Test tienen en común que son escuincles y que inspiran deseos de darles una patada en el rostro.


Acto seguido: busqué en la red. ¡Y he aquí mi descubrimiento!



Videos tu.tv

Está en portugués, muchachos, pero hagan un esfuerzo: no en balde lo llaman "portoñol".


¿Qué aprendimos de todo esto? Que seguro algún creativito de Saatchi & Saatchi llegó un día agobiado de su chamba, siempre los mismos problemas, siempre la misma jeta de la tipa de cuentas, siempre la misma comida insabora e incolora del comedor, siempre los mismos mails idiotas... y se puso a ver Cartoon Network y decidió PLAGIAR una idea y luego vendérsela millonariamente a los de Toyota.

Qué tipo tan listo.




Creo que es suficiente por hoy de publicidad, aunque aún tenía reservados algunos comentarios ácidos sobre los comerciales del PRD y cómo uno de Pepto Bismol me recuerda algunas escenas de Fight Club y lo que pienso de este noble arte, en fin. Pero... tengo sueño.


Actualización:

El comentario de S.S. me recordó una página que, en la agencia, era algo así como nuestra biblia de contenidos. Mi jefe, no el Roger, sino el que a ambos nos caía en las hipotéticas bolas, era un tipo sin una sola idea original. Por consiguiente, cada que proponía algo que a simple vista no se oía mal, TODOS corríamos a joelapompe a ver si ya se había hecho.

10 veces de 10 ya se había hecho.

Si usted, creativo en ascenso, aún no conoce joelapompe... ¿Espera a que alguien le dé un zape o qué?

JOELAPOMPE
- donde se exhiben los plagios más horrorosos de la industria creativa.




17 de mayo de 2009

Elogio de lo políticamente incorrecto


Usualmente, cuando estoy con lo que mis padres denominarían "cuates" o "camaradas" o "esos vagos que beben alcohol barato", nuestros temas de conversación reptan por los caminos farragosos de la mierda. De todo nos burlamos, nada merece nuestro respeto, y casi todas las minorías son abortos humanos que deberían eliminarse mediante la cámara de gas y mordiscos sanguinarios de un perro con rabia. Ser racista, antisemita y homofóbico es no sólo esperable, sino encomiable.

¿Por qué lo hacemos? Porque nos divierte. Porque quizás, me gusta pensarlo, estamos situados en el otro extremo del espectro con el que nos gusta jugar. Porque somos todo lo contrario a un racista y a un antisemita, a un homofóbico y a un misógino, a un conservador de porquería que se persigna en la iglesia y orina en los
derechos humanos, la dignidad, el honor, etcétera.

Siempre he pensado que libre es el que habla de lo que se le antoje sin temor a represalias. Y con
de lo que se le antoje me refiero a la virgencita de Guadalupe, el holocausto judío, la pornografía checa y los tacos de barbacoa, todos temas muy arraigados en la memoria histórica. ¿Y qué si un tipo tiene fantasías sexuales con la morenita del Tepeyac? ¿Podría haber cárcel más esclavizadora que la de nuestra propia mente?

Por eso soy partidaria de la incorrección política. No porque sea provocadora y vulgar (dos de sus características más prominentes), sino porque es un desafío a las cárceles de los demás. Porque significa demostrarnos que no tenemos miedo realmente, que no hay nada demasiado grave como para no burlarse de ello, u opinar, recitar, escribir, comentar. Sencillamente, no debería haber consecuencias reales, violentas, por lo que proviene de las palabras y el intelecto.

Este mes,
Letras Libres tiene dos textos que me parecieron apasionantes por muchos motivos. Ambos tratan sobre los recién editados diarios de Bioy Casares, un mamotreto de más de mil páginas, con el título de Borges... Y lo simpático: ninguno es una reseña en forma sobre el libro.

El primero, escrito por Edwin Williamson, el "biógrafo oficial" de Borges, afirma en varias ocasiones que los diarios de Bioy Casares no aportan esencialmente nada, pues se componen de conversaciones, opiniones, impresiones. Vaya: lo que todo mundo
ya sabe. En cambio, rescata con minuciosidad de cirujano todo lo que revele, directa o indirectamente, la vida amorosa de Borges. Se regodea en los detalles. Los celebra. Salta a conclusiones apabullantes:

Este comentario demuestra cómo los amores desgraciados de Borges eran otra manifestación de su solipsismo: no podía o no quería reconocer que ese “trágico destino” era el producto, en última instancia, de su terror ante la realidad del sexo.


Disculpen mi desvergüenza, pero el párrafo anterior me hace preguntarme algo que todos ustedes seguro también se preguntan (salvo si están invadidos por el morbo): "¿Y?".

Probablemente, en contraposición a los primeros párrafos de este post, me excedo de escandalización. Sin embargo, me queda la sensación de que el artículo es como el TvNotas para intelectuales, y que pierde de vista lo verdaderamente importante. No que yo sepa qué es lo verdaderamente importante, pero, oigan, yo no soy la biógrafa oficial de Jorge Luis Borges.


El segundo
, escrito por Héctor Manjarrez, rescata las menciones a México de ambos conversadores (Borges y Bioy) (o Biorges, como los llama ácida pero atinadamente). En una palabra (o tres): nos hacen mierda. Con comentarios como:

"Hay países con vocación para la fealdad: la India, México. Peor que los demonios (para ellos no serán demonios) de los aztecas son los personajes de caricatura de los frescos de Rivera.”

Uno piensa, por qué no, que la impresión que Borges tenía de México era de un paísito colorido, de música horrenda, novelistas fallidos y sicología victimista con los ojos puestos en el pasado. Y no es que uno lo niegue categóricamente, pero, vamos, duele. Duele saber que, oh, nuestro amado José Luis Borgues piense así de nosotros.

Lo curioso es que no me siento particularmente insultada por estos descubrimientos, sino sorprendida de que Manjarrez se ofenda tanto. Que llegue a los extremos de dividir a Borges en el Borges genio y el Borges imbécil, decidiendo a rajatabla en dónde está siendo un genio y en dónde, un imbécil. Que llame a los compadres unos arrogantes e ignorantes, un par de dizque anglófilos que apenas si pasaron unas cuantas noches en Gran Bretaña, y que contraataque las ínfulas segregacionistas de Borges recordándole que él, después de todo, era un ciego. O que, en una frase más bien patética y molesta del maestro ("Yo soy racista. Les tomaría la palabra y veríamos quién gana. Limpiaría los Estados Unidos de negros y si se descuidan me correría hasta el Brasil. Si no acaban con los negros, les van a convertir el país en África"), revire con la gracia -me siento mal de escribir esto- de un insulto de muchacho de secundaria: que Borges mismo, tan machito en su frase, no se separó de las faldas de su madre sino hasta bien entrado en su ancianidad.

Ahora: no se me tome por la fanatiquita de pacotilla que, ante la evidencia más cruda, niega la culpabilidad de su ídolo. No estoy defendiendo a Borges, por una sencilla razón: no podría importarme menos. Soy partidaria de la idea de que la vida personal de un autor no debe, no puede interferir en su obra. En lo absoluto. Por supuesto que investigo la vida de mis autores preferidos (ver acá), pero ni el descubrimiento de que se trataba de un pederasta asesino de gatitos podría cambiar una coma de su trabajo, ni mi opinión literaria sobre él. En este caso, sí: Borges era, todos lo sabemos, un derechista de acero. Defendió a Pinochet, tenía buena opinión de Díaz Ordaz (el mismo Manjarrez lo menciona), y era emocionalmente dependiente de su mamacita. So what? Quedémonos con los datos básicos, románticos, como que fue el bibliotecario más importante del mundo y estaba ciego.

Mi reflexión va a que, por alguna razón, me inclino mucho a pensar que en ciertos pasajes, Borges era deliberadamente fanfarrón. ¿Por qué no? Era un intelectual, y todos los intelectuales son así -y los que no, en realidad temen que los censuren o les quiten sus becas o los corran de sus empleos.

Este diálogo:

"Bioy: ‘¿Por qué en los Estados Unidos quieren tanto a México?’
Di Giovanni: ‘Porque es exótico y porque está cerca. Porque es tan distinto a los Estados Unidos.’
Borges: ‘El Brasil es exótico, está cerca y no queremos ir allí.’
Di Giovanni: ‘¿Aquí no quieren al Brasil?’
Borges: ‘No, nos parece un país de macacos.’
Di Giovanni: ‘¿A quiénes quieren o admiran en la Argentina?’
Borges: ‘A nadie.’ [...]
Bioy: Cito la frase de Elena Garro: ‘El hombre perfecto de hoy es negro, judío, comunista y homosexual.’
Borges: ‘La frase es injusta con los judíos.’ [...]”


En realidad me parece muy cómico, y pienso que no debería tomarse a pie juntillas. Por supuesto, también me doy cuenta de que MUY probablemente estoy equivocada por completo, y en efecto Borges, a pesar de su genio y legado, era un pendejo hablador.

Sin embargo, ¿quién está para probarlo y dictaminarlo? No porque ahora, gracias a la ciencia y la historia, sepamos que todo lo bueno y correcto está del lado izquierdo, es lógico y poco obtuso juzgarlo por su inclinación ideológica. Además, perdemos algo de vista, señores: los argentinos son todos, por definición, unos pretenciosos de mierda (¿ven cómo sí se puede ser políticamente incorrecto de forma sarcástica y exitosa?).

Conclusión: no lean Borges sobre Borges. Es decepcionante y los hará llorar mientras se abrazan a sus Ficciones y El Aleph en posición fetal. Eso, si no quieren terminar opinando como el señor Armando Loría, cuyo comentario en el texto de Manjarrez reproduzco a continuación:

No veo qué tienen de genial los vulgares, groseros, y racistas comentarios de un gran escritor, se observa una psicología retorcida y una relación amorosa platónica, que nunca mencionan pero que se sobreentiende entre estos 2 "finos" señores, ninguno se atrevió a salir del closet, su sexualidad real y reprimida la sublimaron en su excelente literatura.

Conclusión dos: el punto de todo esto es uno solamente. Que lo mucho que uno, hincha de Borges como define Hernán Casciari, se ofenda por los comentarios implacables de Manjarrez... no quita el hecho indiscutible de que su texto es un dedo en la llaga, y por lo tanto: admirable. Meterse con un ídolo no es fácil, ni recomendable. Pero Héctor Manjarrez lo hizo: tocó el tabú en aras de la liberación.

¿Hay acaso algo más políticamente incorrecto que derribar los mitos?





14 de mayo de 2009

Razones para sentirse mal


Hace rato me di cuenta -aunque ya lo sabía, pero no quería admitirlo- que soy un desastre como "adulta". Le debo a Hacienda, y no sé cuánto, y mi casero de mierda se quedó un ISR mío, así que lo más probable es que Carstens me persiga enfundado en un trajecito de
spandex morado.

¿Le exijo recibos a mi casero de mierda? ¡No-ho! ¿Por qué?

Por imbécil.

¿Y Wenceslao? He dejado consumir su disco duro de 80 gigas y se pone entendiblemente lento cuando abro Photoshop. He tratado mal a Wenceslao a pesar de todo lo que me ha dado. Ni siquiera le he comprado una funda acolchonada para sus traslados, que son frecuentes. Merece los siguientes arreglos:

1. Aumentar memoria RAM.

2. Comprar disco duro externo.

3. Comprarle funda con cierre para traslado.

4. Cubrirla con una speck color morado. O azul, o del que haya.

5. Adjuntarle un
mouse.


Y por si fuera poco...

No estoy ahorrando, no tengo idea de cuánto es mi saldo correcto en el banco, no hago listados de cuánto saco del cajero y cuántos ingresos percibo. Vivo en el limbo financiero.


En otras noticias

No lo había publicado en el bló, aunque lo hice en Facebook y en Twitter. Me corté el pelo, como hombre. Algunos dicen que no, pero me gusta pensar que sí: como hombre. Me gusta pensar que hice algo muy audaz e increíble, aunque sólo es un corte ordinario y común.



La semana pasada le estuve dando clases de Geografía a Luis Mariano, porque me di cuenta que para él China y Japón era lo mismo, y ni siquiera sabía que México está en el continente americano. Me lamenté mucho de que su maestra de ¡quinto grado! sea una maestra incompetente que no es capaz de inspirarles el mínimo amor por la orografía y la hidrografía. ¿Qué clase de cerda no se emociona con las diferencias entre una ínsula y una península?

Vimos primero el UNIVERSO, las galaxias y las constelaciones. El Sistema Solar, que ahora es más difícil de aprender (sientes como si te cortaran la inspiración con una bofetada silenciosa cuando quieres rematar con "...y Plutón"). Los continentes, incluyendo los que "a nadie le importan" (me gusta ser franca con él: que sepa que hay continentes enteros que a nadie le importan) y los océanos "que a nadie le importan" y los países "que a nadie le importan".

Luego le enseñé las capitales de los estados de México. En cada una, tal como mi padre hizo conmigo a su edad, le enseñé las pistas fundamentales:

Muuuurelos - Cuernavaca

Tomaulipas - Ciudad Victoria (un refresco queretano)

Y las cosas que come en el recreo para Quintana Roo - Chetosmal

Sin embargo, me hizo MUY FELIZ cuando le pregunté por Coahuila dando un saltito, y Luis Mariano me contestó radiante:

¡Brinquillo!



Fuera de eso, nada interesante. O sí.



11 de mayo de 2009

Si mi capacidad de convocatoria fuera así de exitosa todos los días...


Hallábame ayer, cercana la madrugada, tuiteando con entusiasmo y devoción, como es mi costumbre. De pronto, noté algo que ya había notado pero que esa noche, no sé por qué razón, me pareció más antipático que de costumbre.




Entre los "trending topics" de Twitter (o sea: el tema del que todo mundo está hablando en ese determinado momento) estaba el chingadísimo "goodnight". Pensé entonces que todos los gringos eran unos idiotas que sentían deseos imperativos por estar deseándole buenas noches a todos sus seguidores, como si alguien diera una naranjada por ellos (ver "no entiendo una naranjada" en lugar de "no entiendo un carajo"). Odié la imagen mental de un montón de gringos de cabello rubio grasoso, barros en la cara, con playeras del tío Sam y una hamburguesa en una mano (que es el estereotipo gringo, tan justo y adecuado como el estereotipo del mexicano/argentino/gallego/chino/vietnamita/sierraleonés) escribiendo "goodnight" nomás porque todo mundo lo está haciendo.

He ahí el meollo: que los
trending topics son hablar de lo que todo el puto mundo está hablando. Por citar al tuitero D1eg0: "Twitter es What are you doing, no debería ser What's every fucking moron doing".

Así que, en un arrebato de espíritu revolucionario y estulticia adolescente, decidí crear un TRENDING TOPIC tan imbécil y estúpido que toda la tuitósfera lo recordaría por siempre jamás. Por supuesto, surgió en el ardor del momento y sin ninguna planeación whatsoever, así que el resultado:


Mi convocatoria tuvo un recibimiento más que cálido, y de pronto, a pesar de ser una hora en la que todo mundo tuiteaba lo insomne que se encontraba o lo mucho que extrañaba, de forma críptica por supuesto, al sujeto/sujeta que le rompió el corazón, el #chingasatumadre (que es como uno debe "resaltar" el tema: sí, con un signito de número) (no me miren a mí, yo no inventé tal arbitrariedad) se reprodujo como larva cibernética.



Razones para su popularidad:

1. Nos gusta la palabra "chingar". Es muy mexicana. Es el aporte más encantador del léxico vernáculo al castellano y, como todos sabemos, sus acepciones son infinitas.

2.
Chingar a tu madre sonaba más que adecuado en la madrugada del 10 de mayo.

3. Resultaba un desahogo eficaz y rápido.
#chingasatumadre lunes, #chingasatumadre flojera, #chingasatumadre trabajo, #chingasatumadre si no pones #chingasatumadre, etcétera, etcétera, etcétera.

4. Por último: somos simplones. Nos costaría mucho trabajo tener iniciativa y participar activamente en algo que realmente rinda frutos, pero no encontramos difícil adherirnos a una modita fugaz y jocosa. Además, ¿qué trabajo costaba poner #chingasatumadre en cada actualización del día? ¡Nada!



Observaciones fundamentales en torno al #chingasatumadre

¿Se acuerdan cuando regresaron las Pizzerolas, las ORIGINALES Pizzerolas con forma redonda que venían en empaque verde bandera? El fenómeno nos tomó por sorpresa -aunque ni siquiera me acuerdo qué estaba haciendo ese día, y ni siquiera estuve en Twitter, maldita sea- y Jorge Pinto desató una epidemia: la epidemia verde.

El #chingasatumadre no podría tener su encanto por dos razones fundamentales:

1. Jorge Pinto es Jorge Pinto. "LilianTheNerd" es... esa tipa que actualiza demasiado, llena los timelines de la gente y siempre se está quejando. No muy agradable a la vista. Y claaaaaro, no es que quiera ser demasiado paranoica/protagonista/con delirio de persecución/sociópata, PERO hubo quien no le entró porque, pues, le caigo mal. ASH. Ni que me importara su amistad demasiado

(esperen: dejen lloro un poco hecha bolita bajo la regadera)

2. El #chingasatumadre no nos llega como las Pizzerolas. No es algo que nos recuerde nuestra infancia, ni nos lleve de la mano a un momento exacto de nuestro pasado que ya habíamos olvidado, ni nos reviva sensaciones, olores y sabores. #chingasatumadre NO son las Pizzerolas, maldita sea. No son los recreos en la primaria, ni las tardes viendo Thunder Cats, ni el club de Gaby, ni nada de eso. Es sólo una estúpida grosería.

Estúpida y sensual grosería.

Pero el #chingasatumadre me hizo muy feliz. Su popularidad creció a niveles insospechados, y los tuiteros lo hacían con entusiasmo y valor. Era, después de todo, una empresa justa y valerosa: se trataba de demostrarle al mundo que los Trending Topics eran una idiotez. Fue como dejar a un perro muriendo en una exhibición de arte con el objetivo de CONDENAR a la gente que deja a los perros morir de hambre. Genial, ¿no?




Lo que más me entusiasmó fue descubrir que tuiteros que yo ni seguía, y que ni me seguían, habían abrazado el #chingasatumadre con fervor. Cuando reclamé mi autoría, hubo quien me preguntó: "Nah, ¿a poco a ti se te ocurrió?" (@y0rch_ para ser más exactos). Me sentí satisfecha... y un poco avergonzada, pero qué se le va a hacer.









Quisiera agradecer a todos los que apoyaron la causa. Espero no perder nota, será arduo pero lo intentaré. Si usted participó y no vio su nombre aquí, por favor deje constancia en la sección de comentarios con todo e impresiones generales:

Sin orden en particular:

@Borchacalas, @Caesare, @_PiNkY_, @Quechy, @mwff, @pacharrin, @mitzina, @marvin_irl, @ragazza007, @omarsaurio, @mrtnclzd, @justdanito, @jassina, @Valladares, @staregirl, @davidlh, @Esttibalys, @chinese_burn, @DonRul, @Maikol83, @alinesalazar, @annievenenosa, @sodadigital, @medicenjei, @FreemanAMG, @edgarcartre, @sQrs, @NaveganteJL, @elmccoy, @Maxita, @isopixel, @mauropm, @solsupernova, @il_Debasteitor, @zepzilia, @MJVega, @Nest0r, @diamandina, @dadaisis, @karof, @Beam, @jorge166, @jairtrejo, @g_clayton, @xibranc, @xponcho, @CelisAtlantista, @in_lack_ech, @Thermoplasta, @LoLaRoCKeR, @paumal, @dlarar, @MarciandreA, @diegoehg, @Cupto, @ricardore, @ixtepan, @Chavaluria, @trixivie, @andresmedina, @el_morris, @thedarkengel, @monjarock ... Y VARIOS MÁS, pero ya me dolió la mano.



¿Lo logramos? Al parecer. En algún momento en la mañana, aunque yo estaba en junta y ni me di cuenta. Maldita maldición.




¿Qué aprendimos de esto? Nada, esencialmente.

Salvo que los gringos SON estúpidos.

Ayer, aunque no lo crean, el TRENDING TOPIC número 1 era "Apple Shampoo". Así nomás. Quise indagar y creo que es una canción infantil. Me informan que es una canción de Blink 182, uno de cuyos miembros empezó a debatir al respecto. BAH. Sigue siendo tonto.

Lo que demuestra que son unos idiotas es que, al día siguiente, seguía siendo el tema de moda simplemente porque era el tema de moda y la gente se preguntaba por qué era el tema de moda. ¿No me creen? Véanlo ustedes mismos:



Y si se preguntan de qué habla la tuitósfera en este momento, no se quiebren demasiado la cabeza. Aquí lo tienen:




Por lo visto los gringos todavía recuerdan a Cosby, el negro que usaba suéteres felpudos, y también creen que Vancouver es una ciudad que tiene mucha onda, y piensan en este momento cuál sería su jodido nombre Twitter porno. IDIOTAS.





Le ganamos al sistema. Propongo un aplauso para los involucrados. Sudamos, reímos y lloramos. En algún momento pensamos que no lo lograríamos, pero lo hicimos. #chingasatumadre nos unió.


Y volvería a hacerlo.




Actualización:

Nuestro compañero Jair Trejo, el geek que todos llevamos dentro pero sin albur, creó una herramienta a la que no le entendí una naranjada para ver quién y cuántos tuitearon el #chingasatumadre, y creo que fueron alrededor de 341 tuiteros. ¡Bravo por nosotros!

He aquí el link.


Actualización 2:

Ya vi quién es el responsable de tanto alboroto (bueno: me lo comunicó el tuitero Mr. Wolf: o @davidhl). El maldito Mark Hoppus, que se ha propuesto una empresa similar a la mía, con la salvedad de que él es famoso y logra sus cometidos en menos de lo que maulla un gato. Eso es lo que yo suelo llamar "competencia desleal", ante lo cual sólo me queda quejarme como nena en mi bló.

Y si no me creen, ¡MIREN CON SUS PROPIOS OJOS! (alguien debería decirle que nos haga el favor de poner #chingasatumadre en los Trending Topics).




Te odio, Mark con apellido de griego. TE ODIO.




10 de mayo de 2009

Y después de casi 10 días, regreso y...


Lo primero que encuentro, al pie de la puerta, es un recibo caducado.

Antes, en el primer piso, me ofrecí a subirle la maleta a una viejita que vive en el piso de arriba. A pesar de que traía dos bolsas y mi mochila, ahí me tienen subiendo cuatro pisos con la maletota, a paso de tortuga detrás de la vejuca que no se quitaba del paso. Me odio por cortés y bondadosa y socialmente sensible.

No me cortaron el gas, ¡albricias! Sus amenazas impresas en papel semitransparente no surten efecto en mí.

En el baño, el espejo hecho pedacitos sobre el lavabo. Supongo que una ráfaga de aire lo despegó. Eso, o el Acosador del 16 consideró muy atrevido venir a meterse a mi casa, y en lugar de oler mi ropa interior y romper mis fotos, fue y tiró el espejo del baño. ¡Uoh, qué sagaz!

En el refrigerador, un jugo de naranja casi a reventar, la leche Santa Clara convertida en delicioso queso Santa Clara, y un Ades de consistencia cercana al vómito.

Mi planta, muerta de sed.

Unos manchones azules en la pared del excusado.

Mi Wenceslao abandonado sobre el escritorio, cubierto de una fina capa de polvo.

Una bola de ropa sucia en un rincón. Trastes lavados sobre la tarja, ahora otra vez sucios.

El recibo de la lavandería. Mi ropa lleva ahí casi 10 días. La señora, quien antes solía llamarme Silvia pero ahora ya sabe que me llamo Lilián y que uso ropa interior con dibujos de animales de granja, debe pensar que morí de influenza.

Todo se ve tan abandonado.

Pero me siento inmensamente feliz de regresar a mi hogar.




Oficialmente: éste es el post donde más he hablado de mi ropa interior. Púf: como si lo quisieran saber.

9 de mayo de 2009

No soy buena amiga


Tampoco he sabido, cuando he tenido la oportunidad, ser una buena novia. Ni hermana, ni hija, ni nada que implique desprenderse del egoísmo fundamental. O nada que implique tener detalles, hablar con sinceridad, llamar por teléfono de vez en cuando, demostrar cariño.

En el primer semestre de la prepa, Imelda era mi mejor amiga. Yo recién había llegado a Querétaro, no conocía a nadie y me costaba trabajo socializar. Sin embargo, aún hoy, me doy cuenta de que nunca hice un esfuerzo tan grande como entonces.

A Imelda la escogí, por decirlo de algún modo. Estábamos en una clase, la vi dos butacas adelante, y noté cómo se reía y cómo era simpática y cómo los demás la apreciaban y la consideraban una tipa agradable. Así que le hablé un día en el baño, así nada más. Y desde entonces fuimos amigas.

Pero siempre hubo una barrera entre nosotras. Aún no lo sabía, pero se gestaba en mí esa rebelión adolescente que ahora, vista a la distancia, es absurda... pero que entonces era letal. Un desinterés atroz se apoderó de mí y poco a poco me convertí en la puberta apática llena de ira, me abandoné a la depresión y a un modo de vida que yo creía muy marginal, pero que ni siquiera era medianamente subversivo. Además, claro,
Imelda no me comprendía. ¿Quién podía comprenderme? ¿Quién podía interesarse en las mismas cosas que yo?

Imelda era el tipo de amiga que te escribe cartas por cualquier motivo, que te pregunta por qué estás triste, que te lleva galletas hechas por ella misma si estás deprimida, que te anima a hablarle al sujeto que gusta, que te presenta otros amigos y te invita a fiestas... Y yo, simplemente, no podía lidiar con eso.

Puede que mi concepto de la amistad esté maltrecho. Luego conocí a Fanny y a Carla, la misma apatía generalizada, la misma ira tonta y adolescente, el mismo gusto por conductas como levantarse tarde, escuchar a Placebo en
repeat sin decirse nada, relegarse de los demás sin motivo y sólo andar por ahí sin cuestionarnos sobre nuestros sentimientos, anhelos y esperanzas.

Un par de años después, Imelda me preguntaba qué había hecho mal. Y me vi explicándole que
no era ella, sino yo... Y preguntándome, en el fondo, por qué actuábamos como esas parejas tontas que deben aclararse cada motivación y gesto, cada acción y consecuencia. Me sentí muy cansada de no poder corresponder su amistad con la misma intensidad, con el mismo entusiasmo, con todos esos gestos sencillos que ella, con todo su derecho, esperaba: comprenderla, escucharla y animarla, simplemente.

A la fecha, me siento muy triste cada que pienso en Ime. En cómo nuestra amistad siempre fue una línea recta en la que ella siempre andaba atrás de mí, alcanzándome, de modo disparejo e injusto. Y cómo, en contraposición, con Carla y Fanny siempre fue muy fácil, quizás porque nadie esperaba nada de nadie. Porque era natural. Porque teníamos ganas de ir a los mismos lugares, escuchar la misma música, ver las mismas películas, hablar de los mismos temas, e integrarnos, sin resistencia, a un sector de la sociedad que tampoco esperaba nada de nadie. Ah, la apatía de la adolescencia.

Creí, absurdamente, que siempre sería así. Que me conduciría por la vida conociendo a muchas Carlas y Fannys que tampoco esperarían detalles cursis de mí, ni que me comportara como esas amigas que se acompañan al baño y se prestan la ropa y se apoyan en todo jodido momento. Ya lo dije: soy egoísta. Pienso en los amigos como prolongaciones vivientes de la diversión y la felicidad, como los recipientes de anécdotas que alguna vez viví, y -sobre todo- como Wikipedias con bocas con las que nunca me canso de conversar. Y, por eso, siempre espero que sólo vean eso en mí.

Vamos: me gustaría vivir mi vida sin que nadie, absolutamente nadie, esperara nada de mí. Ya me he dado cuenta de que no soy sincera ni abierta, sino que
me sumo en el silencio y doy pie a la malinterpretación. Que pido demasiado tarde, cuando mi solicitud ya es más bien exigencia, y una exigencia demasiado obsoleta por lo demás. Que, en el fondo, no merezco tener ni la mitad de amigos que tengo.

Creo que ya lo había dicho.

Soy una basura. Eso no impide que, a veces, me dé cuenta de cómo no he podido alejarme de lo que Imelda significó para mí y sienta una punción entre el estómago y el pecho... que sólo puedo definir como culpa. Y nostalgia. O impotencia, esa impotencia de saber que tenías todo en las manos para darlo y decidiste, casi por ningún motivo, no hacerlo.

He conocido otras Carlas y Fannys. Ahí están: no les diría jamás que los quiero (porque los quiero), salvo si estoy demasiado intoxicada como para saber lo que estoy haciendo. Nos vemos, hablamos, charlamos, nos regresamos para nuestras casas... No hace falta ponerle palabras a lo evidente, porque ellos me hacen feliz sin que se los diga.

Pero he conocido otras Imeldas. Y no sé por qué, si ni siquiera soy la clase de persona que merecería tener una amistad así... Y de nuevo, el círculo se repite: para estas personas, cualquier cosa que les dé no será suficiente, aún cuando mi torpeza emocional me haga creer que lo es.

Sólo quiero decirles, por ocasión única, que lo siento muchísimo y que los quiero. Y que lamento de veras no ser la clase de amiga/novia/hija/hermana que merecen.


7 de mayo de 2009

TERROR matutino


A ver: les voy ir aclarando una cosa.

Mis papás NO viven en Querétaro.
Vivíamos. No más. El clima, la mochez, los panistas, el ángulo de ciertas calles, la manera en que la gente suele mirarte cuando tiene prisa, la oferta excesiva de gorditas de maíz quebrado... En fin, ¿cómo podían soportar más tiempo viviendo en un lugar así?

Nuestro pueblo se llama Polotitlán de la Ilustración. Sé que les parece increíble, pero es la verdad. Así se llama. Polotitlán, cuya raíz etimológica es "lugar de los Polo". Los hermanos Polo, una bola de zoquetes buenos para nada que tenían bigote, fundaron este pueblo hacia el siglo XVIII. Fue una mejora, después de hacerse llamar "El Ventorrillo". Verídico.

Fotos:


Laralei-Laralai



Detalle del kiosko, auténtica réplica de un kiosko chino... de Tepito.


Así que, cuando digo que me la estoy pasando en casa de mis papás, es LA casa de mis papás, no el departamento que rentábamos en Querétaro (que era grande y tenía mosaicos en el piso y una mancha de vino en mi cuarto que en realidad hizo Paty la primera vez que departimos sanamente ahí).

Atrás de nuestra casa hay una milpa muy grande. Antes era fantástica, aunque ahora ya se está llenando de casas. Oh, la sobrepoblación es un concepto tan triste...

El punto es que a mí me mandaron al cuarto de abajo, donde almacenan los triques. Este post de Jei es extrañamente similar a mi situación. Mi buró es un CPU viejo -pero al menos tiene la altura adecuada para poner mi celular y otros artículos de uso diario, como la aguja con la que me inyecto heroína y unos cuantos látigos.



¡Al grano, al grano! (grita un lector desesperado, que ya quiere pasar a la parte del TERROR descrita en el título)


Ah, sí. Anoche, después de escribir unas cuantas sandeces, procedí a desconectarme las neuronas viendo la tele. Así que estaba, pues, viendo la tele... en el cuarto de tele, que es donde hay una tele y, pues, algunos sillones y... cosas propias para ver la tele, cosas que te hacen más placentera la acción de ver la tele, cosas lindas, ustedes saben.

En eso, un ruido. Abrí la cortina. La milpa desierta. Continué viendo Nickelodeon, digo... Discovery Channel.

Otro ruido. Como de pasos. Valientemente, decidí ir a esconderme bajo las cobijas de mi cama. La cortina estaba entreabierta y, en mis delirios, pensé que quien quiera que estuviese ahí podía verme.

¡Shazam!


Ahora sí: la parte terrorífica


En tales circunstancias, ¿no les parecería TERRORÍFICO recibir un mensaje de un número desconocido a las 7 de la mañana que diga "¡Ya despierta! ¡Ah, yo no estoy afuera de tu casa!"?

¿No les daría TERROR?

Pues a mí sí me lo dio. Con dedos trémulos, tecleé un "¿Quién eres?".

La respuesta no me dejó nada claro, porque iba más o menos "Fulano, ¡sí estás despierta!"

¿Huh?

Hice una rápida inspección cerebral, hurgando mentalmente en mis archivos de memoria. Hasta que, de pronto, todo fue claro.

Recordarán que el día en que la influenza se apoderó de nuestras vidas, yo me salí a andar en bici muy temprano por la mañana. De casualidad, llegué hasta la calle de unos amigos, a quienes nombraremos Essex y Lemus (lo linquearía, de no ser porque súbitamente consideró esto de los blogs como algo absolutamente pueril y enajenante) (aunque eso no le impide tuitear con enjundia). Como sabía que estaban crudos, porque sin ir más lejos los había arrastrado al Covadonga la noche anterior, decidí gastarles una bromita infantil: despertarlos con mis toquidos.

Lo triste es que mi broma no prosperó, no me escucharon, nadie me abrió, y tuve que pedalear de vuelta a mi casa triste y sola -sorteando los oficinistas neuróticos a lo largo de Monterrey y Florencia, ¡hijos de puta!-.

Dos semanas más tarde, al Diego se le ocurre hacerme la misma bromita por mensaje. Ay, qué tierno. Lo malo es que no contaba con que había escuchado pasos afuera de mi ventana la noche anterior y que sentiría TERROR.

El terror matutino.













¿No sienten como que éste ha sido el peor post de mi historia bloguil?



4 de mayo de 2009

Odio a mi casero


(Uf: escribir ese título fue tan liberador como despojarse de las ropas en un día soleado, o darle un bofetadón a nuestra suegra idiota, o soltar un ronquido fenomenal en clase de Álgebra IV)

(Habrán notado que en estos días de asueto y de comida casera, me resultaba difícil escribir un post agrio y desbordante de ira, que son los que de veras molan un mogollón).

Pues bien.

Odio a mi casero. A ese cerdo fascista pendejo con delirio de persecución, mal tino para vestirse y modales de trailero enmonado que suele referirse a mí como "señorita Lilián" con algo que él cree cercano al sarcasmo, pero que ni siquiera (¡ni siquiera, he dicho!) se acerca a la pena ajena.

En primer lugar, es un maldito paranoico. Cuando firmamos el contrato tuvimos que ir a la oficina de mi tío, que está en la Anzures. Enfrente está un café al que ya había ido porque pertenece a la hermana de cierta señorita buena onda con la que alguna vez hice un frílans (¿huh?). Como no recordaba la ruta exacta, dimos unos cuantos rodeos y le preguntamos al conductor de un pesero que pues qué onda, carnal, qué pedo, por dónde nos vamos, no mames, no entendemos una naranjada (mi nueva forma políticamente correcta de decir "no entiendo un carajo": no entiendo una naranjada).

Y entre tanto, ¿saben qué me dijo el idiota casero?

"Uy, señorita Lilián, ¿cómo que no puede llegar a la oficina de su tío? ¿Qué nunca lo visita? ¿Qué no es su tío? ¿Qué no comparte algún pa-ren-tes-co con él?


Me daban ganas de contestarle:

"Ah, claro. Pues fíjese que no, no es mi tío. Es sólo un señor al que vi una vez afuera de una tiendita y al que le ofrecí que por cincuenta pesos se ofreciera a ser mi aval, firmara un contrato y un pagaré por un año; nada más, ¿por qué se apura?"


Cerdo fascista.

Pero la culpa (como filosofía de mamá que se autocompadece) la tengo yo. Sí, porque fui incapaz de darme cuenta de que un departamento tan barato en una zona tan céntrica y que encima tenía una tina (JODER: una tina, ¡una jodida tina, como en las películas!) no podía ser sino un chanchullo de esos... De esos que al final del día, con la ropa hecha jirones en el suelo, te hacen gritar con las manos en alto: "¡Nooooo! ¡Todos menos yo... y mi tinaaaaa!".

Claro: el departamento se está cayendo pedazo a pedazo. He gastado sumas obscenas en plomería. Los vecinos, por supuesto, son un hato de animales sin cadena a los que sólo les falta subirse en un risco, darse de golpes en el pecho y gritar "¡Aaauuuuuuuu!" hasta que les duelan los pulmones.

Cerdos imbéciles.

Ah, pero no tenga yo el atrevimiento de retrasarme un maldito día en la paga. Uuuuuuuy, no. Alá no lo mande. No, por favor. Todo menos eso.

El viernes me manda un ese-eme-ese: "Señorita Lilián, ¿a qué hora me va a depositar?". Le contesté "OK" y me seguí durmiendo. No tengo idea de por qué lo hice, si no suelo mandar mensajes de una sola palabra por considerarlos idiotas y redundantes, y además no tenía la mínima intención de pagarle... Supongo entonces que entre sueños tomé el celular, apreté dos teclas y me volví a dormir.

Luego comprendí mi error. ¿Cómo CHINGADOS iba a haber un banco abierto en primero de mayo?

A pesar de que ni siquiera salí de mi casa, le contesté que había recorrido un mar de calles y no había encontrado un solo banco pero que "oh, disculpe, señor, haré lo posible por depositarle el lunes".

Y hoy, HOY 4 de mayo, me dijo por ese-eme-ese (o sea: mensajito de celular, no vaigan a creer que chateamos y todo) que ME IBA A COBRAR INTERESES.

Le recomiendo, como un lector harto simpático en El Chamuco dijo en una carta, que haga sus intereses rollito y se los meta por donde le produzca más placer.

Cerdo idiota.



2 de mayo de 2009

Posts que se quedaron en el tintero

Por alguna razón, achacable a muchas otras razones, no se me ha ocurrido nada qué postear. Ninguna idea agradable ha cruzado mi cabeza, ninguna anécdota interesante con algún taxista idiota ha tomado lugar (los últimos cuatro que he tomado han sido sujetos más bien callados y sin tema de conversación), ningún odio lacerante me ha atravesado como una llaga fulminante: nada.

La verdad es que el jueves tomé un montón de ropa de la cómoda, la hice bola y la metí en una mochila. Tomé el metro, luego un autobús, y me vine a casa de mis papás. Fue como lo que haría una treintona frígida luego de terminar con su novio adicto a las apuestas y a los billares de poca monta. Lástima que yo apenas tengo veintidós y... pues eso.

Acá me he dedicado a dos cosas primordialmente: comer y leer. Es una vida relajada. Tengo chamba, ciertamente, pero supongo que llegará el momento en que mágicamente pueda tener un poco de concentración y sentarme frente a la computadora sin hacer búsquedas en Google como "¿qué fue de la leche Boreal?" y "películas en donde salga Giménez Cacho".

En el ínter, pienso en todos los posts que nunca llegué a escribir. Había uno por encargo, pedido expreso de mi amiga Fanny, en el que hablaría de por qué ciertos hombres insisten en besar lo más babosamente posible. Y cuando digo babosamente no me refiero a torpemente (eso está claro) sino, de hecho, a eso: empleando ocho litros de baba en el acto. Me hubiera gustado armar diagramas mal hechos en Photoshop, con imágenes de una lengua masculina metida como siete centímetros más allá de donde está permitido, y luego otro con una marquita bien definida que mostrara hasta dónde DEBEN entrar. Luego haría algunos comentarios ácidos sobre cómo cierta gente cree que mientras más agresivos, mejor besan, o que violencia salival es igual a pasión irresistible.

Pero no se me dio la gana jamás. Luego estaría otro post que soñé, muy metafórico, sobre una tipa que le respondía con groserías a su jefe y cómo yo concluía: "me dio mucha tristeza". No es broma, eso soñé.

Luego un post como éste de Ira Franco, que está más allá de todas mis posibilidades. Otro donde comentara en algún renglón que lo malo de estar en casa de mis papás es que no puedes recargar la cabeza sobre la mano y mirar algún punto fijamente, porque de inmediato te preguntan "¿Qué pasa?" con alarma, esperando que a continuación recites un tratado pormenorizado sobre tus sentimientos y esperanzas en el futuro.

Había otro muy lacrimógeno, de esos que sólo tienen un destinatario definido pero que igual no tienen empacho alguno en ser publicados en la red para el feliz escrutinio de todos los cibernautas del universo. Tendría, me imagino, cosas como "recuerdo la primera vez que te vi..." y "no lo sabes, nunca te lo he dicho, pero..." y "la última vez que nos vimos, cuando me despedí de ti, pensé que..." y "no hay en este mundo mejor que tu olor..." y "no era mi intención darte ese macanazo con el extinguidor..."

Pero no.

Escribo este post con mi mamá fumando y viéndome. La pasguatez, el libre albedrío, la tranquilidad que te da estar en tu propia casa y vestirte con unos calcetines de aretes y embadurnarte la cara de aguacate sin que importe y dormirte a las 5 de la mañana sin que nadie te esté diciendo "ya es tarde, ya duérmete"... son cosas que no conozco aquí. En cambio: la comida casera, charlas sobrenaturales, mis sobrinos chocando su cochecito contra el sillón en el que me encuentro leyendo. Me la paso bien aquí. Si llega el ataque influenzombie, al menos estaré con ellos, a salvo.



Un post por pedido

Así que, como buena maricona, metí un montón de ropa hecha bola a una mochila, me puse mi tapabocas de Magitel inútil (que por lo menos sirve para no sentirse desentonado en el metro) y me vine al pueblo de mis papás.

Acá hay comida casera y calimochos de a montones, así que es como un paraíso.