Así que, como buena maricona, metí un montón de ropa hecha bola a una mochila, me puse mi tapabocas de Magitel inútil (que por lo menos sirve para no sentirse desentonado en el metro) y me vine al pueblo de mis papás.
Acá hay comida casera y calimochos de a montones, así que es como un paraíso.
2 de mayo de 2009
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