28 de junio de 2010

Post quedado y reciclado y fotográfico y mágico


Estuve escribiendo este post hace como dos semanas, pero tuve infinidad de problemas técnicos. Las fotografías no se subían, estaban muy grandes, aparecían como objetos vacíos o de plano Firefox hacía una sopa de letras con el código HTML. Oh, qué momentos tan aciagos, cuánta lucha interna, qué pensamientos tan atroces...

Pero acá está de nuevo, hasta que por fin entendí que mi vida sin Safari no vale nada. Les presento el esperadísimo Post sobre las fotos de mi Twitpic, que originalmente comenzaba así:

En caso de que no me sigan en Twitter, cosa que deben agradecer porque verdaderamente no me distingo por ser una poeta de la brevedad, subo al bló algunas imágenes que han permanecido hospedadas en mi Twitpic los últimos meses. Para que no se vea como un feo reciclaje, le añado comentarios jocosos para sentirme bien conmigo misma y recordarme que no posteo nomás por postear como esa fea gente que sólo postea por postear.


Empiezo con una bellísima foto de mi nueva infatuación adolescente, el sueco Alexander Skarsgård. La otra vez estuve reflexionando por qué últimamente, si no me había ocurrido en aproximadamente doce años, estoy incurriendo en enamoramientos pueriles con hombres inalcanzables del cine y la televisión. No encontré la respuesta. Tal vez es el tiempo libre. Mis hormonas que andan confusas, como las de señora menopáusica. O tal vez reprimí ese aspecto mío durante tantos años y ahora, con una vida hecha y una deuda con Hacienda, aparece de pronto con fuerza renovada.
Sabrá.

Sección: el tiempo no pasa en vano y yo era bien fan de Friends pero neta no mames, o sea, no mames, qué pedo.


Esta foto la saqué de Awkward Family Photos. Se supone que es cómica, aunque al principio no sabía por qué (el pie de foto decía "¿dónde está la tía Telcia?"). Luego la vi con más detenimiento y lo que pasó fue que lancé un gritito solitario en la gelidez del estudio. Sólo obsérvenla lentamente... y mueran.



La verdad, soy bien fan de KStew. Muy duro. Me gusta su actitud y que no se anda con pelotudeces y que le pinta doble dedo a los paparazzis en algún hotel ocho mil estrellas en Australia. Desde luego, como cualquier persona con funcionamiento cerebral, odio el personaje de Bella. Pero sé que en el futuro Kristen volverá a las buenas películas, como cuando se viste setenteramente y rompe habitaciones de hotel. Rock!




Steven Hewitt me felicitó por mi cumpleaños. No más. Fue tan emocionante que salí a la calle en paños menores y grité durante dos minutos completos. El señor Wallace Porter murió de envidia. Luego, a medida que mi emoción se fue enfriando, pensé que seguro el señor Hewitt tiene un robot que festeja a todos sus fans en Facebook, pero qué puñetas importa: Steven Hewitt me felicitó por mi cumpleaños y eso vale el ridículo que hice frente a mis vecinos.



La otra vez granizó. Me gusta cuando llueve en el campo. Saqué esta fotografía desde una ventana del segundo piso: las bolas de hielo apenas se notan, pero me gustó el paisaje.



Mi tarjeta Banamex, robada el 13 de febrero de 2010, tardó cuatro meses en llegar mi poder. No sólo los pelmazos de Estafeta no lograron encontrar mi dirección, sino que tuve que ir hasta la sucursal en Polanco para que amablemente me la dieran. En cambio, me mandan un paquete desde Finlandia y llega en menos de un mes. Qué doloroso contraste: la eficiencia escandinava contra la... lo que sea mexicana.



Por cierto, una vista exprés auspiciada por Google Street View al pequeño pueblo de Kemijärvi, situado al norte del círculo polar ártico.



También mi pueblo está en Google Street View. Esto va para toda la gente que duda de la existencia de un lugar tan fabulantástico como Polotitlán de la Ilustración, fundado por los hermanos Polo, heroicos combatientes en nuestra guerra de Independencia, goei.




En la prepa hice este dibujo en el que retrataba fielmente los rostros de mis amigazos Hugazio, Paulina y yo. Lo hice al aventón, evidentemente, y luego lo hice bolita y lo lancé al bote de basura. Pero Hugo, que amó la crudeza de mis trazos, corrió como exorcizado y rescató la obra maestra. En él se aprecia el realismo con el que me autorretraté: el cabello rizado en abierta rebeldía, los dientes chuecos de nacimiento y las cejas que por poco se hacen una.



Cuando el camarada Gregory estuvo acá, me preguntó varias veces qué significaba ser naco. No supe explicarle. Luego, cuando yo misma estuve en el continente sur, mis amigos me preguntaban a qué exactamente le llamábamos los mexicanos naco. Sufrí mientras traté de hacer una síntesis entre mal gusto, ridiculez y vulgaridad, di miles de ejemplos prácticos, pero nada surtió el efecto deseado. Luego saqué esta foto en el área de comida de Reforma 222 y supe que nada ilustraba mejor, para mí, el concepto de naquez.



Ah, el portero del amor. Mi fiel compañero en la colonia Juárez. Cuando busqué en Google Street View mi calle, por qué no, ahí estaba: fiel, inamovible, tan perdurable como los callos.



Desde que empecé a leer Bunsen, supe que Jorge Pinto se había inspirado secretamente en mi tío David para crear a Víctor. La foto no es muy buena, aunque se puede apreciar con toda claridad el pasmoso parecido. Mi tío no andaba borrachín, porque es un sujeto respetabilísimo, sino que cerró los ojos al momento de que algún tarado le dio click a la cámara (espero que no haya sido mi papá). Mi tío David es la onda, se los aseguro. La onda es poco. Es hasta más chévere que Víctor.



Hablando de Bunsen, una de mis incursiones informales al mundo del web-cómic *y* del análisis de las relaciones de pareja.



Queso americano color azul. El mejor invento del siglo. Si esto hubiera existido cuando yo era niña, apuesto a que nadie en la primaria me hubiera molestado. Habría sido la más popular. Habría sido la niña de los sándwiches "de queso color azul".



Uno de los libro-objetos que más atesoro. "The trial of Colonel Sweeto and other stories". Autografiado. Con detrás de cámaras y strips que nunca vieron la luz, incluyendo ese del niño que le regala unas zapatillas de ballet a una niña en silla de ruedas, y cómo Gurewitch escribe que jamás supo si lo había hecho con mala intención o el prejuicio provenía de los adultos que, escandalizados, arrastraban al niño del suéter fuera de la fiesta.The Perry Bible Fellowship es el web-cómic más maravilloso del mundo: es estúpidamente gracioso y es una verdadera obra de arte en cuanto a estilo y arte.
Obvio, nunca pierdo la oportunidad de presumirlo. En su cara, ustedes.
(y fue un regalo, un regalo hermoso)



Hablando de regalos, mi querida Elisa me regaló el año pasado este suéter. Me gustó mucho al instante. Es pachón, es calientito y es cómodo. Contrario a lo que parece, no pica. ¿Y ya dije que es muy pachón? Es como si te abrazara un osito de peluche todo el tiempo.



Photoshop Disaster en Google Street View. Deberíamos buscar todos los que hay. O no: sería una tarea aburrida y menos estimulante que encontrar, por ejemplo, prostitutas en la calle y hombres con el torso desnudo bebiendo una cerveza de lata.



Mi querido Gezeta me hizo mi caricatura. Es minimalista y está dedicada, y en el futuro la subastaré para alimentar a los quince gatos con los que viviré en el último piso de un edificio derruido.



Por esos días, no sé cómo, el Fáyer Tony terminó en mi otrora depto y cayó en la vulgaridad de desprender sangre de la nariz. Lo que hizo, muy inteligentemente, fue hacerse un tapón con mi papel de baño Hello Kitty y sacarse una foto. Tal vez por influencia del súper-gay papel higiénico, le salió un corazón rojo. Es la aparición de la virgen María del amor y el papel de Hello Kitty.



¿Quién no juega con su Photo Booth en ejercicios vomitivos de narcisismo mal enfocado? Lo malo es que cuando yo lo hago parezco Regan la del Exorcista, sólo que en más mala onda.



Si los uso caminando en la Condesa mientras paseo a mi perrito imaginario, parecen hot-pants de American Apparel o Mod Cloth. Pero si los uso yo sola y me saco una foto, es sólo para recordar que son del mercado atrás de metro Pino Suárez y que costaron diez pesos.



En la alfombra roja de los premios Emtiví latino, Placebo. Mi vieja mula ya no es lo que era, pero a quién le importa: uno no supera su fanfromhellismo de la noche a la mañana. Ni falta hace.



Imagen poética -o no- de un smoothie de fresa que guardé varios días en el refrigerador. Cuando quise beberlo, era una masa asquerosona. Ilustra lo efímero de la vida -o no-.



Foto deprimente. Es la foto que debes pegar en tu refri la próxima vez que guardes las jeringas para la heroína. O la próxima vez que te prepares tu raya. O la próxima vez que te comas tu tacha. O la próxima vez que quieras ver Parent Trap. Piénsalo dos veces: el próximo puedes ser tú.



Hay un café en Orizaba casi con Chiapas, en la Roma, donde tienen los mejores muffins de manzana del mundo (o al menos de esa calle, yo qué sé de muffins, lo mío son las drogas). Pero lo mejor de ese lugar es la vaca fresa que pide una propina. No hay dos como ella.



Estuve jugando Mortal Kombat en línea. Puedes usar las teclas de tu computadora como si fueran los toscos botones de las maquinitas de antaño. La calidad pixelada de la imagen es tan mala como la original. Y lo mejor: no necesitas cinco pesos en cambio.



Me gusta Rob Pattinson, qué le voy a hacer. Bajé en torrent todas sus películas no conseguibles de forma legal. En ésta la hace de un tipín medio loco, con su acento inglés original y el cabello largo. Es lo que en la jerga de los internetz se conoce como RobPorn.



Trolleo perfecto en los foros de IMDB.com

Ya que involuntariamente hablé de Twilight en mi fotopost, una cosa que hice para molestar desde la comodidad de mi casa a los sujetos encargados del departamento de peluquería de una película con un presupuesto de millones de dólares. Zopencos










5 de junio de 2010

Porque usted lo pidió: más pensamientos arbitrarios


1. Me acuerdo una vez, hace mucho tiempo, que me quedé dormida en el sillón viendo televisión. En la madrugada bajó mi mamá las escaleras y me encontró hecha ovillo frente a la tele prendida. "¿Por qué no te vas a acostar?", me preguntó, y yo abrí los ojos y la vi en el pasillo, y por un segundo no entendí de qué me hablaba; aún me encontraba en la duermevela, en ese estado donde no se entiende bien a bien qué está pasando, y mi cerebro no lograba comprender gran cosa. La veía pero no sabía quién era, sino hasta que me incorporé, la vi mejor y le dije "ya voy", y al decirlo tuve la sensación de que no conocía en lo absoluto a esa persona que me miraba, y que esa persona tampoco me conocía a mí.
Sentí miedo.
¿Cómo podría no conocer a mi mamá? ¿Cómo podría parecerme una desconocida en ese momento? A partir de entonces me sentí en otra parte, en un lugar más bien nebuloso donde no soy parte de nada y soy incapaz de reconocer las caras de las personas que he visto toda mi vida. A veces todavía, cuando charlo con ella y le tengo tanta confianza y siento que no hay mujer a la que quiera más en la vida, recuerdo que hubo un segundo en el que me pareció una absoluta desconocida, como si hubiera sido abducida por los extraterrestres, me hubieran borrado la memoria, y me hubieran insertado en la casa de una familia desconocida, a la que no hubiera visto nunca.
Es horrible.
Siempre tengo esas pesadillas donde soy Nicolas Cage en Padre de Familia, y en una realidad alterna despierto como parte integral de una familia que no conozco y tengo que fingir que soy "el papá", que sé dónde está la repisa de las medicinas, dónde guardan las toallas y cómo se toma el café en esa casa.
Es, se los digo, horrible.

2. Cuando estaba en Buenos Aires fui al MALBA a ver una exposición de Andy Warhol que iba a cerrar en unas semanas. La primera vez que pasé, mientras hacía mi recorrido por la Recoleta con Nicolás, el chileno del que he hablado antes, había una fila enorme que me hizo renunciar a entrar ese día. Fui después, un miércoles por la tarde, y la fila le daba la vuelta a la manzana. Me dije que no había tiempo y, abnegadamente, me formé.
Ya saben eso de que Buenos Aires es la capital de la moda.
Me di cuenta de que tenía frente a mí la fila más larga de fashionistas de la historia: todos los sujetos estaban en sus veintes, tenían peinados a la moda, zapatos curiosos y ropajes excéntricamente combinados. Todos hablaban con su acentito porteño y leían libros de Dostoyevsky mientras fumaban sus Lucky Strike.
De modo que me quedé paradota mientras los veía y conté porteños hipsters en la cabeza hasta que, hora y media después, fue mi turno de entrar.
Lo hice, vi las obras, me reí un poco, fui al baño, regresé, leí cosas, y me salí. Cuando iba cruzando la avenida Libertador, una muchachita me detuvo. Me preguntó si me podía sacar una foto. Puse una cara de vergüenza y confusión máximas, y cuando le iba a preguntar para qué, se adelantó y me dijo que estaba haciendo un proyecto DE MODA para su clase de no sé cuánto y que le había
encantado mi atuendo y que por favor, si no me molestaba, le permitiera sacarme una foto. Así que hice mi más logrado intento de una pose (mano en la cintura, mirada al vacío) y la muchacha me sacó la foto, luego se despidió con un beso y se fue dando brinquitos hasta el MALBA.
Fui dios en ese momento.
No les puedo contar en qué consistía mi atuendo porque eso arruinaría la emoción. Sólo sé que canté una canción de los Bee Gees mientras caminaba para tomar el ómnibus (que por supuesto tomé equivocadamente y donde desde luego me humillé ante todos).

3. También me acuerdo cuando fui al pueblecito ese en Chile, Pumanque, con los universitarios católicos. Me hice amiga sobre todo de una chica llamada Valeria, que tenía una relación tormentosa con su
pololo. Me gustó que fuera muy sarcástica y que no moviera un dedo para levantar vigas ni cargar ropa, así que hicimos migas ipso facto. Al día siguiente me encontré en el campamento bebiendo pisco con los sujetos mencionados, y una de las muchachas católicas de alcurnia se sentó conmigo, no me acuerdo de su nombre, pero sí que era extremadamente delgada. Me contó que el "líder" de la expedición era su pololo desde hace poco, pero que ella estaba muerta de vergüenza porque desde hacía dos días no se podía dar un baño. Luego, de la nada, empezó a hablarme en inglés. A mí me dio risa y no dije nada, pero luego noté que los chavales ricos tienen la costumbre de ponerse a hablar en inglés por ningún motivo. Mientras estaba con ella llegaron otros tres que se pusieron a charlar en el idioma de Shakespeare con un acento peor que el de Penélope Cruz y de nuevo me sentí en la dimensión desconocida, una dimensión donde no sabía si era mejor llorar o reír.
Afortunadamente, Valeria llegó y me rescató. Era tan mala leche que aún la extraño.

4. Tengo ganas de abandonarme a la actividad física extrema. Cuando era chica canalizaba mi hiperactividad con peleítas con mi primo Juan: nos aventábamos almohadas, nos dábamos de patadas o corríamos sobre el pasto hasta vomitar la comida. También me gustaba poner un cassette de Ace of Base y ponerme a bailar como desquiciada en la sala de mi casa. Esa sensación de hacer algo idiota hasta sudar para después correr por un vaso de agua a la cocina y bebértelo en treinta segundos es algo que realmente extraño. Todavía de vez en cuando me pongo a bailar como estúpida, hasta sudar de veras, pero no es lo mismo: quiero ponerme a golpear a alguien amistosamente, patear objetos y dar brincos por la calle como si me hubiera tomado una pastilla de éxtasis.
Hace poco veía
Little Ashes por la única razón de que sale Rob Pattinson, quien a pesar de ser el hombre más guapo del mundo es el peor actor del mundo, y hay una escena donde él -que la hace de Salvador Dalí, por razones incomprensibles- se pone a golpear unas ramas en la playa con el güey que la hace de Federico García Lorca. Ambos se ven muy desquiciados, empujándose y cayéndose al piso y luego levantándose y arrojando cosas y tropezándose contra las olas. Me gustó tanto esa acción que no sé cómo definir... ¿Pendejear acaso? ¿Andar de hiperactivo sin rumbo? ¿Jotear? Da igual.
Tengo ganas de entrar a una casa y destrozar todo. Me sabe mejor que gritarle a la gente y esas cosas.

5. Aunque estuve cerca de eso hace ocho días, cuando fui a la feria del vino y el queso en Tequisquiapan. No sé por qué se me subieron tan rápido las botellas de vino espumoso, o el chiste ese de "vino... chileno... Maipo...
merlots" (lo malo de las bromas internas es que cuando uno las quiere exteriorizar ya no funcionan igual), pero el caso es que amanecí con quemaduras de segundo grado, moretones en las piernas y una vaga sensación de haber estado tirada en el pasto mientras escuchaba a unos muchachos cantar unas canciones de un grupo que odio.

6. Quiero perderme en estos ojos:



Escuchando: Yeasayer: O.N.E.



2 de junio de 2010

Envío


Unos de mis cuentos favoritos es
Envío, de Juan García Ponce. Lo leí hace unos años, cuando iba en la universidad, y desde el principio me gustó mucho, aunque no fui capaz de entenderlo sino meses después, cuando me batearon de una forma, digamos, horrible. Entonces lo leí de nuevo, por accidente, una tarde antes de irme al café donde trabajaba. Escribí ese día este pedazo de reflexión que recupero:

Comprendí entonces que lo que en verdad me incomodaba no era lo fatal del desenlace, sino lo efímero del tiempo juntos. Cómo todo se reducía a una historia inconclusa. Cómo podía seguir adelante sin sufrir por la tragedia: sanar las cicatrices, superar las agravios y encontrar el alivio. Saber que en unos meses, en pocos años, ya no iba a recordar nada de lo sucedido. No lloraría por los recuerdos, pues había pocos y sin mayor importancia.


Lo importante es que la predicción se cumplió y cuatro meses después ya ni me acordaba del sujeto, que además tenía mamitis y cantaba desafinado. Sin embargo, la impresión de
Envío me quedó por siempre.

Hay algo muy bello en conocer personas que no te marcan definitivamente, y sin embargo su recuerdo permanece. Me gustan las historias de amor muy grandes, pero me gustan más las pequeñas: relaciones que han de terminar en algún momento, casi triviales, que pese a todo guardan
algo, una esencia, un motivo. Vuelven cada cierto tiempo y te hacen pensar en los detalles insustanciales que se van uniendo para formar una historia, en la que tú exististe junto con otra persona durante determinado tiempo.

También pensaba hace poco en esa necesidad por darle significado a todo. Podemos ir por la vida teniendo relaciones, enamorándonos y desenamorándonos de personas, para luego olvidarlo y seguir adelante. Pero a veces, o al menos hay personas que así funcionan, sencillamente no se puede: debemos extraer algo de ese cúmulo de situaciones y ponerle un adjetivo, o un símbolo, algo que impida que se convierta en polvo y deje de
significar. Tenemos que convertirlo en otra cosa, en algo literario si se quiere, para al fin dejarlo ir.

"Muchas veces despierto pensando en ti", empieza Juan García Ponce, y lo poderoso de sus palabras reside en ese carácter de algo ante lo que ya no se lucha, de algo que ya se ha dejado ir. No lucha contra el recuerdo, ni vive a través de él: acepta que existe. Me seducía mucho pensar que era un relato más o menos verídico, en el que García Ponce se narraba a sí mismo, antes que todo, pequeños recuerdos sobre una mujer a la que probablemente nunca amó. No de forma desgarradora y perpetua al menos, sino con esa languidez con la que se aceptan las cosas cotidianas. La historia, vista desde cierto ángulo, es impúdica: un escritor joven se enreda con una mujer mayor, rica, que va por su tercer matrimonio. El secreto o el encanto de su relación estriba en recordarla muchos años después, por ningún motivo, cuando despierta.

Me gusta mucho porque además resume varias cosas en las que creo, por frases como "nadie se desprende por completo de su pasado" y "a uno le gusta la gente de inmediato o no le gusta nunca". En resumen, me gusta porque es un cuento imperfecto y muy sincero, porque la protagonista, a diferencia de la mayoría de las ficciones de García Ponce, donde las mujeres son más bien evocaciones idealizadas de lo que él entiende por perfección, es muy real, es auténtica.

Nunca encontré una versión en los internets del cuento, porque siempre quise mostrárselo a algunas personas, así que tomé la decisión de transcribirlo entero. Realmente fue muy bello revivirlo mientras tecleaba súper-poderosamente rápido en mi Wenceslao y reía y me conmovía con las frases de mi Juan.

Así que como un "regalo" para los lectores más sensibles (¡!) de la Isla a Mediodía, y por si la curiosidad se les ha despertado, he aquí la versión completa de Envío: