Hoy en la mañana, el metro estaba atascado. Entonces me salí y tomé un taxi.
El taxista era un anciano rechoncho que hizo los comentarios oportunos: ¡la desesperación de la gente! Mire, vamos a irnos por esta callecita para acortar la congestión de Mariano Escobedo. En esta gasolinería son unos rateros. Asisto a terapia desde hace 8 años. Cuestiones del tipo.
Yo observaba el tráfico y las calles, los microbuses y la gente varada en la banqueta, las coladeras y los camellones. Todo era tan trivial y feliz.
De pronto mis ojos cayeron en la palanca del coche. La sangre se me bajó hasta los dedos de los pies.
Era... era... la cabeza... de... una... serpiente.
(Escribo la palabra y siento escalofríos en el cuerpo; un compañero me pasa por atrás y un cosquilleo me recorre la espina dorsal. Mis manos sudan. Percibo la crisis cercana).
Vivir con una fobia es vivir en otra parte. Una dimensión horrenda donde puedes ir caminando tranquilamente por la calle, y de pronto detenerte con el corazón a tope ante la vista de un limpiador de coches ¡exprimiendo un trapo demasiado largo!
No hablemos de las mangueras, las bufandas delgadas, algunos cinturones, y los cables demasiado gruesos.
(Quiero hacer énfasis en que escribir este post realmente me cuesta MUCHO trabajo)
Generalmente cuento la anécdota tal como sucedió. Cuando iba en la secundaria, en el detestable Instituto Plancarte, el profesor de Historia del que estaba enamorada hablaba -por motivos incomprensibles- sobre las fobias. Brenda Luz, que buscaba ganar sus favores a costa mía, mencionó que "La Perica (como entonces me llamaban, sniff) le tenía miedo a -inserte palabra prohibida-.".
Entonces, mandaron traer las innombrables disecadas que estaban en el laboratorio de Biología, puesto que "enfrentar tus miedos es la única manera de superarlos" (filosofía de quinta que parece haber sido desarrollada extensamente en alguna novelilla de Coelho. Supongo nada más). En este respecto menciono que mis clases de Biología resultaban poco menos que tolerables, y durante toda la sesión yo me la pasaba en una esquina con la mirada vidriosa fija al frente, sin atreverme a voltear hacia los estantes bajo el riesgo de caer fulminada con un ataque al corazón.
No necesito describir la patética escena que transcurrió a continuación. Sólo diré que al final de la sesión había mesabancos tirados en el piso y su servilleta lloraba desconsoladamente con los brazos atenazados de Brendita Calderón.
(música de violines)
Años después, no necesito que un psicólogo me diga que mi fobia tiene su raíz en la otra fobia social que los putines del Plancarte me provocaron. El punto es que mi ofidiofobia ha alcanzado niveles verdaderamente incómodos. La peor discusión que he tenido con mi padre tomó lugar hace poco, cuando quiso hacerse el chistoso y me enseñó una fotito de una innombrable en una revista Selecciones. El incidente casi provoca que chocáramos y todas las ilusiones de esta muchachita de cejas pobladas se fueran al caño.
Regresemos a la anécdota del taxista hoy en la mañana: empecé a sudar frío, los ojos se me aguadaron y las uñas se me marcaron en las palmas de tanto que las apreté. Al final, con un hilo de voz que ya iba para quebranto, le pedí al taxista que le pusiera un trapito encima a su palanca de porquería.
El viejito quiso consolarme con que era sólo un muñeco y que ya antes había intentado arrancarlo porque tampoco le gustaba. Yo nomás asentí y me alegré un poco de usar lentes de sol para mis ojos irritables, porque así los lagrimones imbéciles no se notaban.
(risa nerviosa)
Y, bueno, ya que me autocompadecí lo suficiente, diré que soporté los otros 10 minutos de trayecto con un estoicismo tal que mis amistades más cercanas se sorprenderían. ¡Viajé con esa cosota sin abrir la puerta y lanzarme al tráfico inclemente del DF! ¡Gobierno tanto que duele!
Oquei, ¿el número de algún terapeuta?
El taxista era un anciano rechoncho que hizo los comentarios oportunos: ¡la desesperación de la gente! Mire, vamos a irnos por esta callecita para acortar la congestión de Mariano Escobedo. En esta gasolinería son unos rateros. Asisto a terapia desde hace 8 años. Cuestiones del tipo.
Yo observaba el tráfico y las calles, los microbuses y la gente varada en la banqueta, las coladeras y los camellones. Todo era tan trivial y feliz.
De pronto mis ojos cayeron en la palanca del coche. La sangre se me bajó hasta los dedos de los pies.
Era... era... la cabeza... de... una... serpiente.
(Escribo la palabra y siento escalofríos en el cuerpo; un compañero me pasa por atrás y un cosquilleo me recorre la espina dorsal. Mis manos sudan. Percibo la crisis cercana).
Vivir con una fobia es vivir en otra parte. Una dimensión horrenda donde puedes ir caminando tranquilamente por la calle, y de pronto detenerte con el corazón a tope ante la vista de un limpiador de coches ¡exprimiendo un trapo demasiado largo!
No hablemos de las mangueras, las bufandas delgadas, algunos cinturones, y los cables demasiado gruesos.
(Quiero hacer énfasis en que escribir este post realmente me cuesta MUCHO trabajo)
Generalmente cuento la anécdota tal como sucedió. Cuando iba en la secundaria, en el detestable Instituto Plancarte, el profesor de Historia del que estaba enamorada hablaba -por motivos incomprensibles- sobre las fobias. Brenda Luz, que buscaba ganar sus favores a costa mía, mencionó que "La Perica (como entonces me llamaban, sniff) le tenía miedo a -inserte palabra prohibida-.".
Entonces, mandaron traer las innombrables disecadas que estaban en el laboratorio de Biología, puesto que "enfrentar tus miedos es la única manera de superarlos" (filosofía de quinta que parece haber sido desarrollada extensamente en alguna novelilla de Coelho. Supongo nada más). En este respecto menciono que mis clases de Biología resultaban poco menos que tolerables, y durante toda la sesión yo me la pasaba en una esquina con la mirada vidriosa fija al frente, sin atreverme a voltear hacia los estantes bajo el riesgo de caer fulminada con un ataque al corazón.
No necesito describir la patética escena que transcurrió a continuación. Sólo diré que al final de la sesión había mesabancos tirados en el piso y su servilleta lloraba desconsoladamente con los brazos atenazados de Brendita Calderón.
(música de violines)
Años después, no necesito que un psicólogo me diga que mi fobia tiene su raíz en la otra fobia social que los putines del Plancarte me provocaron. El punto es que mi ofidiofobia ha alcanzado niveles verdaderamente incómodos. La peor discusión que he tenido con mi padre tomó lugar hace poco, cuando quiso hacerse el chistoso y me enseñó una fotito de una innombrable en una revista Selecciones. El incidente casi provoca que chocáramos y todas las ilusiones de esta muchachita de cejas pobladas se fueran al caño.
Regresemos a la anécdota del taxista hoy en la mañana: empecé a sudar frío, los ojos se me aguadaron y las uñas se me marcaron en las palmas de tanto que las apreté. Al final, con un hilo de voz que ya iba para quebranto, le pedí al taxista que le pusiera un trapito encima a su palanca de porquería.
El viejito quiso consolarme con que era sólo un muñeco y que ya antes había intentado arrancarlo porque tampoco le gustaba. Yo nomás asentí y me alegré un poco de usar lentes de sol para mis ojos irritables, porque así los lagrimones imbéciles no se notaban.
(risa nerviosa)
Y, bueno, ya que me autocompadecí lo suficiente, diré que soporté los otros 10 minutos de trayecto con un estoicismo tal que mis amistades más cercanas se sorprenderían. ¡Viajé con esa cosota sin abrir la puerta y lanzarme al tráfico inclemente del DF! ¡Gobierno tanto que duele!
Oquei, ¿el número de algún terapeuta?
18 comentarios:
Pues no es nada de extrañar tu fobia. A mi me dan pánico las jeringas y ya sabrás el mes de horror que tuve cuando por toda la ciudad se veían enfermeras vacunando contra la rubeola a todo el que se dejara.
Malditas vacunas
SalU2
Afortunadamente en el DF no hay serpientes reales....bueno, eso creo. Mejor no me creas y anda siempre a las vivas =D
Saludos
Yo a lo que le tengo miedo es a las víboras. Lo peor es que a algunas de ellas las invitaría a salir.
He ahí una razón más para usar la bici como medio de transporte. En otro órden de ideas, en el DF aún quedan bichos de esos, aunque no se les suele ver en zonas urbanas. o_O
Uorales, no creí que algo así podría ser posible...¡tú y una inombrable compartiendo el mismo lugar!
Mereces un aplauso:
Clap clap clap clap
Saludos dragaaa.
Tocaya me voy a encelar si andas pidiendo teléfonos de terapeutas eh! Q paso?!
Bueno, ya en serio, yo si entiendo por la que pasaste y me siento muy orgullosa de ti ;D
Vaya un respetuoso aplauso para usted desde LosAngeleslandia, como no.
No tiene nada de malo padecer la misma fobia que Indiana Jones, ¡al contrario!
Que onda paisana... o ex paisana por lo que acabo de leer, no meimagino como debe ser eso de las fobias, pobeshita de ti, lo digo porque me han dado ataques de ansiedad y se siente horrible, ademas creo mi desorden mental recae en la "hipocondriaquez" lo cual tambine es muy feo... suertecita y que en tu camino jamas se cruce una... una de esas.
híjoles, y cuando ves un pene también te entra la fobia? jaja...
te entiendo hasta cierto punto porque hace muchos años me sucedía lo mismo con las arañas y cualquier insecto tipo arácnido. pero hoy lo he superado, tanto que tengo un escorpión tatuado en el pecho y una pequeña SERPIENTE (cuidan la entrada al corazón).
claro que he desarrollado otras fobias, como la de los coreanos y su olor a ajo, jaja...
acabo de leer tu post anterior y creo que exageras, o nunca había conocido una copy writer tan azotada.
tanto drama por un dedazo?
y luego, tanta queja amarga por un "regaño" del Dávila? no mams, ese güey en vez de regañar pide perdón! qué bueno que nunca te regañé porque te traumas de por vida... espérate a tener un jefe ojete y cabrón (no como yo), entonces verás lo que es bueno en verdad.
y la publicidad tiene su lado bonito: el de la quincena, ¿o no?
besoxxx tóxicos
Miren nomás. Mi exjefe viene a regañarme hasta mi bló. Bujujujujú.
Jelou. Nomás vine a saludar y a decir que fue un gusto conocerte el jueves.
Y aprovecho pa decir que sí, que tener una fobia es como vivir en un plano paralelo. Pero ¡ánimo! eso te da algo en común con super Indiana Jones ;)
Debo decirte que yo vivo en la bellisma ciudad Nashville Tennese en los Estados Unidos, soy un indocumentado ilegal, en esta hermosa y singular joya de ciudad a veces ocurre que entran serpientes a las casas, yo vivo en una casa compartida con otros paisanos y tengo que dormir en la sala un dia una serpiente entro a la casa mientras yo dormia, estaba teniendo un sueño humedo en donde fuertes negros me sodomizaban salvajemente cuando empece a sentir demasiado pegajosas mis nalgas, lo que ocurrio era que una innombrable se metio en mi boxer y buscando calor se quiso acomodar entre mis posaderas, mil sensaciones me recorrerieron empezando por el placer y terminando por horror, con decirte que tuvimos que llamar a control de animales, bueno esa fue mi experiencia, pasa y visita mi blog ojala lo puedas firmar.
Pues fijate que gobiernas mas de lo que crees. Dicen por ahi que eres la triunfadora absoluta en los Recado Awards. Sera?
Chale, qué mala onda lo de tu episodio. ¿Y qué, eso no se cura? ¿Y qué pasa si alguien tiene un tatuaje de una innombrable y tú no lo sabes y en medio de una faena se te aparece? ¿También te da la chiripiolca?
Yo te entiendo, ya ves cómo me pongo de ver de lejos a uno de esos animales de 8 patas cuyo nombre tampco menciono porque ya ves que me dan ñáñaras!
El mejor psicólogo se llama Juan Caminador...
Yo te entiendo, ya ves cómo me pongo de ver de lejos a uno de esos animales de 8 patas cuyo nombre tampco menciono porque ya ves que me dan ñáñaras!
El mejor psicólogo se llama Juan Caminador...
Es normal, yo creo que todos tenemos fobias en mayor o menor grado pero las tenemos y vivimos con ellas, algunos tienen el valor y deciden afrontarlas y erradicarlas ¿es tu caso? Cuando era pequeño aparecio junto a mi en el jardín de mi casa una de esas a las que les tienes fobia por suerte yo no nunca se supo como llego ahí pero llego no te confies por vivir en la ciudad.
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