Salvo milagros como el siguiente…
¿Cómo terminé aquí? Los quinientos blogueros que trabajan o trabajaron en el rubro podrán contestarlo.
No, no es cierto. Nadie puede.
Ironía del Momento
Mientras escribía las frases anteriores, mi jefe me llamó a la “salita de peloteo”. Procedió luego a soltar un sermoncito sobre cómo no me he mostrado lo suficientemente proactiva en las últimas semanas y cómo, según él, he dejado escapar ciertos detallitos.
El viernes pasado mandé un texto corregido, pero por andar zombie con la desvelada de la graduación, adjunté el archivo incorrecto. El jefe de mi jefe mandó luego un correo electrónico donde nos hacía notar que éramos unos irresponsables por no escuchar sus indicaciones. El trabajo estaba hecho, pero no lo envié. Hice las debidas aclaraciones y procedí a esconderme debajo de una piedra, donde sin duda nadie nunca me reclamaría por la porción de milímetros cuadrados que ocuparía mi mente distraída y absorta.
Mis reflexiones no vienen a cuento y, en todo caso, las resolveré en los próximos días. Pienso en otros momentos de mi vida en que me he visto en situaciones hostiles y no he tirado la toalla a las primeras de cambio.
I’m not a quitter… Pero lo soy.
Nunca como hoy me había rondado tanto la idea de renunciar y mandarlo todo a La Chingada.
No, no es cierto. Nadie puede.
Ironía del Momento
Mientras escribía las frases anteriores, mi jefe me llamó a la “salita de peloteo”. Procedió luego a soltar un sermoncito sobre cómo no me he mostrado lo suficientemente proactiva en las últimas semanas y cómo, según él, he dejado escapar ciertos detallitos.
El viernes pasado mandé un texto corregido, pero por andar zombie con la desvelada de la graduación, adjunté el archivo incorrecto. El jefe de mi jefe mandó luego un correo electrónico donde nos hacía notar que éramos unos irresponsables por no escuchar sus indicaciones. El trabajo estaba hecho, pero no lo envié. Hice las debidas aclaraciones y procedí a esconderme debajo de una piedra, donde sin duda nadie nunca me reclamaría por la porción de milímetros cuadrados que ocuparía mi mente distraída y absorta.
Mis reflexiones no vienen a cuento y, en todo caso, las resolveré en los próximos días. Pienso en otros momentos de mi vida en que me he visto en situaciones hostiles y no he tirado la toalla a las primeras de cambio.
I’m not a quitter… Pero lo soy.
Nunca como hoy me había rondado tanto la idea de renunciar y mandarlo todo a La Chingada.
7 comentarios:
Acaso veías Grey's Anatomy?
Estoy de acuerdo contigo en la primera parte del post y en lo otro... ni hablar. Todo eso se va a arreglar y vendrán peores problemas. Supongo que eso lo sabes bien. Como todos.
Pues reivíndicate y píntales cremas, no vale la pena estar en un lugar que no te gusta y donde además no te valoran.
No quiero poner aqui el sermoncito ese dandote ánimos y bla, eso ya lo hice, muy al estilo messengeril, tonto y bobo.
Solo puedo decir... No te preocupes, ocupate.
Lleva un arma de fuego al trabajo. A mí me funciona...
Usted tranquila, no será ni la primera ni la última vez que te regañen en una chamba y aparte la Chingada queda muy lejos, el flete para mandar todo para allá sale bastante caro.
Saludos
Yo siempre quise trabajar del ojo infrarrojo en los baños de mujeres: es el que desde su oscuro cuarto de voyeurista decide cuándo jalarle al escusado, el que les da las toallas eléctricas, etc.
Cuando se trata del uso y tráfico de drogas, del sexo en baños públicos con extraños enmascarados, del baile de salón y de la publicidad, más vale ser un quitter. No te causará ningún orgullo decir en el futuro: “Yo no renuncié y llevo 20 años haciendo publicidad. Con su permiso procedo a arrojarme por esta ventana”.
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