¡Perdí! ¡Perdí!

No soy una loca compulsiva. No soy tan exigente como parezco. Jamás fui matada... No, al menos, después de la secundaria (promedio de 9.8 con tal de chingar -sí, chingar- a una flacucha que se me quería poner al tiro).

En la preparatoria me perdieron. Tanta libertad, tanto olor a yerbita de la felicidad, tantas chelas clandestinas de "El Matador" (equivalente provinciano al Oxxo) escondidas en las mochilas, tantas ecuaciones ininteligibles que nunca entregué, tantas carcajadas cuando alguien se caía en el pasillo, tantos músicos en vías de convertirse en estrellas de rock.

Naturalmente, tenía que sacar 6 en el final de Química, o irme a extemporáneo de Física, o reprobar todos los exámenes de Cálculo.

Y en la universidad no fue tan diferente. No me distinguí por tener las mejores calificaciones, aunque era evidente que de todos mis compañeros... YO sería famosa y rica e importante y tendría muchos yates que navegaría por el Caribe y una legión de prostitutos negros con ojos azules a mis pies.

Sí, claro.

Pero sí soy una terca. Terca de mierda. De ahí cosas como el NaNoWriMo, que acabé a pesar de que era final de semestre y me embarqué en ciertas freelanceadas. Pero primero mi orgullo, que mantendría intacto a fuerza de no dormir, beber 3 Red Bull seguidos, una bolsa de ciruelas pasas (por la concentración, se entiende) y sucesivas bofetadas cuando los ojos se me cerraban.

Sin embargo, ¡oh Alá!, hoy perdí. 30 de abril y NO terminé el Script Frenzy. Siento cruda moral, pero en un nivel más bien bajo. No mucha culpabilidad, en realidad. Era imposible en este mes, humanamente imposible, y no soy una máquina y tengo necesidades fisiológicas y el alcohol y el sexo extramarital y las drogas duras y los asesinatos y los robos furtivos y las mudanzas y conocer a los del nuevo trabajo y... todo.

Pero no soy una perdedora, oh no. Ese guión sigue ahí: sólo estoy dejando que se macere y adquiera su curso natural. Léase: que se escriba solo, algo que confío sucederá muy pronto.

Por eso, ahora mismo vigilo el archivo en la computadora. Puede que, milagrosamente, las palabras empiecen a formarse solas.

Y podré disfrutar de los yates y los prostitutos negros. ¡Ajá!