Página 382 de una edición de poco pelo de la editorial “Oveja Negra”. Tapas blandas, verde bandera, relucientes hace exactos cuarenta y cuatro años:
Toda esa tarde él asistió otra vez, una vez más, una de tantas veces más, testigo irónico y conmovido de su propio cuerpo, a las sorpresas, los encantos y las decepciones de la ceremonia. Habituado sin saberlo a los ritmos de la Maga, de pronto un nuevo mar, un diferente oleaje lo arrancaba a los automatismos, lo confrontaba, parecía denunciar oscuramente su soledad enredada de simulacros. Encanto y desencanto de pasar de una boca a otra, de buscar con los ojos cerrados un cuello donde la mano ha dormido recogida, y sentir que la curva es diferente, una base más espesa, un tendón que se crispa brevemente con el esfuerzo de incorporarse para besar o morder.
Cada momento de su cuerpo frente a un desencuentro delicioso, tener que alargarse un poco más, o bajar la cabeza para encontrar la boca que antes estaba ahí tan cerca, acariciar una cadera más ceñida, incitar una réplica y no encontrarla, insistir, distraído, hasta darse cuenta de que todo hay que inventarlo otra vez, que el código no ha sido estatuido, que las claves y las cifras van a nacer de nuevo, serán diferentes, responderán a otra cosa.
Cierto.
[Presiento un momento tenso en la sala. Acá estamos para chacotear y no para filosofar baratamente -no tanto- mientras nos cebamos un mate y fumamos puros y leemos a Spinoza y discutimos sobre la belleza del incesto y sentimos que ¡ay qué desgracia tan grande la de vivir…! Para destensar el ambiente: una cita de Ally McBeal que no precisa de traducción harmon-hallesca]:
Toda esa tarde él asistió otra vez, una vez más, una de tantas veces más, testigo irónico y conmovido de su propio cuerpo, a las sorpresas, los encantos y las decepciones de la ceremonia. Habituado sin saberlo a los ritmos de la Maga, de pronto un nuevo mar, un diferente oleaje lo arrancaba a los automatismos, lo confrontaba, parecía denunciar oscuramente su soledad enredada de simulacros. Encanto y desencanto de pasar de una boca a otra, de buscar con los ojos cerrados un cuello donde la mano ha dormido recogida, y sentir que la curva es diferente, una base más espesa, un tendón que se crispa brevemente con el esfuerzo de incorporarse para besar o morder.
Cada momento de su cuerpo frente a un desencuentro delicioso, tener que alargarse un poco más, o bajar la cabeza para encontrar la boca que antes estaba ahí tan cerca, acariciar una cadera más ceñida, incitar una réplica y no encontrarla, insistir, distraído, hasta darse cuenta de que todo hay que inventarlo otra vez, que el código no ha sido estatuido, que las claves y las cifras van a nacer de nuevo, serán diferentes, responderán a otra cosa.
Cierto.
[Presiento un momento tenso en la sala. Acá estamos para chacotear y no para filosofar baratamente -no tanto- mientras nos cebamos un mate y fumamos puros y leemos a Spinoza y discutimos sobre la belleza del incesto y sentimos que ¡ay qué desgracia tan grande la de vivir…! Para destensar el ambiente: una cita de Ally McBeal que no precisa de traducción harmon-hallesca]:
You've only seen the tip of the neurotic iceberg…
3 comentarios:
¡El maestro, mi Lilliancita! Es chido encontrárselo de vez en vez. Y mejor sí es en este heroico bló.
Por cierto, que guapa sales en tu nueva fotito. Hasta casi casi que te perdono los odiosos anuncios que aparecen en la pantalla.
¡Huy! Este arroz ya se quemó.
No sé tu Lilián pero como que alguien, no diré nombres, bueno si (Don Rul) tiene principios de “Madilitis aguda”
En pocas palabras alguien (Don Rul) quiere quedar bien con alguien (o sea tú) para que ese otro alguien quiera con éste alguien. Espero me hayas entendido.
Y no, esto no tiene un fin práctico o de utilidad humana, solo es para joder un rato.
Saludos
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