21 de febrero de 2010

Me verás caer

Inevitablemente, me sentí sola. Caminé por las calles de Buenos Aires esperando encontrar una cara conocida, pero no había nada.

Y luego, de la nada, en Santa Fe con Uriburu, enfrente de una zapatería con descuentos, la vi.

Cuando estaba en el DF y caminaba por la Roma y la Condesa, o por San Ángel, o por Polanco, o por cualquier lugar que se prestara a mi propósito, mi actividad favorita era cazar artistas. Ignoro por qué, si en el fondo tengo alma de paparazzi como sentenciaban los estudiantes de Sociología de mi facultad, o sencillamente voy con los ojos muy abiertos, o he leído demasiadas TvNotas en el baño de mi casa, o tengo el morbo en la sangre: siempre reconozco a los actorcillos y cantantillos de nuestro espectáculo nacional. No sólo sé exactamente dónde vive Carlos Reygadas (fácil, entrente de Elisa) o reconozco a un integrante de Tierra Cero o veo a Alberto Estrella leyendo un libro en un Vips o sé quién puñeta es Beatriz Moreno porque la vi en Zacatecas con Orizaba... mi proyecto ocioso era abrir un blog sólo con avistamientos (El Cha! en El Imperial, viernes 12, 10:30 pm) por diversión. Empiezo a pensar que me voy a emplear como fotógrafa freelance SECRETA para el pasquín mencionado.

Esta vez vi a Sabrina Sabrok. Sí, la mujer con los senos más grandes del mundo, argentina de nacimiento, que paseaba por Buenos Aires tomada de la mano de su juguete de ocasión. Y en lugar de sentir sorpresa o curiosidad, sentí tristeza: la mujer no sólo tiene senos falsos, sino nalgas falsas, labios falsos, ojos falsos, cabello falso y está virtualmente inhabilitada para sonreír.

Mi soledad se acortó un poco.

El viernes salí con Guillermo/Billy/Willy, de Couch Surfing. Comimos empanadas y hablamos de libros y de historia y de situación política, todo lo cual nos hizo sentir personas muy importantes, hasta que salimos y nos empapamos hasta la médula con la lluvia torrencial de Buenos Aires. Fue una tarde agradable, después de todo, y luego corrimos a su casa y cebamos mate mientras charlábamos de comida. Conocí a sus papás y a su hermana en su bello departamento estilo francés, y luego caminamos hacia un lugar que, dijo, era como de cuento de Roberto Arlt: "Los amigos de Carlitos". Lo malo: estaba cerrado. De modo que volvimos a caminar, pero ahora hacia el "comedero de estudiantes pobres", un sitio de pizzas donde comes parado y tomas un vino muy dulce que parece jerez. Estuvimos a tiempo de cruzar la calle y comprar los boletos más baratos para ver Hedwig and the angry inch, el musical. Al entrar a la sala, como estaba casi vacía, la acomododadora nos dejó en la tercera fila al frente por una propinita. Salimos ganones.

Recordé entonces esa emoción que sentí, a los dieciséis años, cuando vi The Velvet Goldmine por primera vez. Fanny y yo éramos fans de Placebo, como hasta ahora, y por ende lo éramos también del glam rock. Esa película fue entonces una revelación, como lo fue algún tiempo después Hedwig... Hay un post al respecto, que viene a cuento: esa tarde, séptimo semestre de licenciatura, sucedió aquello que no creí que sucedería. Oh, todo tiene alguna conexión y es a la vez tan irrelevante. Por partes...

Ayer fui a Tigre, un pueblito a una hora de Buenos Aires. Me subí a un catamarán que navegó por el río, y que pasó por cada hermosa casa de campo con su muelle particular, mientras yo leía El libro de García Ponce, la historia de amor entre un profesor y su alumna.

El pueblito tiene una pinta muy Nueva Orleáns, un estilo isleño pero al mismo tiempo europeo. Para ir se tiene que tomar el tren desde la estación El Retiro, y viajar durante una hora a través de barrios de clase alta como San Isidro, y también de lugares desoladores y sucios. Es impresionante.

Estando ahí di una vuelta en catamarán por el río, rodeado de flora espesa.


Una de mis materias, en el séptimo semestre, era de ciencias políticas. El profesor era un argentino guapísimo que parecía César Évora. Por no sé qué razón, charlábamos mucho, entre clases en la facultad y por correo fuera de ella: nos gustaba leer novelas y eso nos unía, fuera de lo demás. Me acuerdo que me invitó a tomar un café y al final no fui. Ahí terminó una historia de amor que ni siquiera empezó.

Esa tarde, después de la desolación de mi irresuelto affaire profesor-alumna, vi Hedwig en compañía de Fanny y de mi buen amigo El Chalu, día en que por cierto inauguramos la rara costumbre de tomar café soluble Dolca sabor canela (a partir de entonces, todos los saludos de Chalu eran "¿Cuándo unos Dolca?").

Es increíble. Tres años después todo se une, con un grado más de intensidad.

A los porteños recomiendo enfáticamente que vean el musical. La adaptación es muy afortunada, y la forma en que trasladan el personaje de Michael Pitt a Hedwig es impresionante. La historia es divertida y conmovedora, tiene un poco de cabaret y stand-up comedy, tiene chorcha e interacción con el público, tiene música en vivo y letras desgarradoras, tiene lágrimas y risas. Fue en verdad fascinante.

Mi otra aventura: Willy trabaja en una librería de viejo poseedora de verdaderas joyas. Acá, una primera edición de Los Lanzallamas.



Por ahora estoy resolviendo los últimos puntos de mi viaje. Cuando se viaja de esta forma, se pasan varios días en la planeación. Mis próximas paradas: Uruguay, Iguazú y Calafate. No puedo morir sin ver los glaciares.

9 comentarios:

Fire_tony dijo...

Yo pensé que Hedwig el de Harry Potter. Ahora ya nada tiene sentido.

funkelin dijo...

siempre pensé que nadie había visto esa película...de hecho yo la vi una vez en Cinema Golden Choice -guilty pleasure- y me fascinó...nunca he visto Velvet Goldmine jamás la he podido conseguir...en fin....el relato de tu viaje ha sido más que inspirador...suerte en lo que falta :)

Unicornio dijo...

Querida "Á":

Absoluta, total e impostergablemente de acuerdo: TIENES QUE ver los Glaciares.

Y me voy. Seré breve esta vez. Sigue aprendiendo, gozando, recordando para rememorar vivencias en futuros recuerdos...

... y, ejem, creo que no se te invitará a tomar un café sin antes presentarse cual flemático Gentleman, but of course!

(Por lo tanto, lo de querida Á, tómalo sólo como es: un saludo con mucho cariño... mmhhh, olvídalo... creo que quedó "pior", jeje!).

Con TVyNoveleros Saludos (horóscopo de las "estrellas operadas" incluido), se despide,

el paparazzi Caballito con Cuerno (mi personalidad secreta, ja!)...

P.D. Cambio y Fuera. Y NO Olvides Respirar... sobre todo en Iguazú!!!

Eileen Truax dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Chilangelina dijo...

Cuando la gente dice: "No puedo morir sin ir a..." yo siempre pienso en decirle: "Okei, entonces no vayas ahora; abstente a manera de seguro de vida, que mientras no vayas, sabremos que no morirás".
Pero nada, ve ahora que estás cerca; mañana nunca se sabe.

Botica Pop dijo...

yo tengo una historia de amor de esas... exacto, que no empezó. y hay un café de por medio y una conversación en la que una jovencísima versión de mi dice tonterías sin reparo alguno y él sonrie con cada una de esas tonterías. con los años me pregunto como es que le cai bien. y sonrío. tu mención del profesor césar évora me lo recordó.

ge zeta dijo...

Leerte es como viajar contigo. Como Liliputienses en tu bolsa. Liliànputienses, dirìa yo.

¡Abrazo!

El Rufián Melancólico dijo...

Wow!!! Mi reino por esa edición de Los lanzallamas, qué cosa!!! Beso, te extrañamos.

Edgar Rivas dijo...

Hola: no te conozco, no me conoces. Sin embargo e he leído como desde hace un año y es la primera vez que te envío un comentario.
Sin embargo, antes de haerlo quiero decirte que eres realmente buena escibiendo y auguro que de seguro harás de la escritura tu vida.
En fin, lo que quería comentarte es que comparto el gusto y la afición de viajar... de aprender y aprehender de los lugares que uno camina.

Y bueno, como una recomendación tipo loneley planet (ja), creo que vale la pena que intentes la manera de ver Iguazú desde el lado brasileño. Legalmente necesitas visa (gracias Fox) pero un taxista en el lado argentino, te lleva por no muchos pesos.

Ambas vistas son fastuosas, diferentes pero cada una fastuosa a su manera.

Sólo una precaución, en el lado brasileño, ten cuidado con los coatíes... No son de fiar.

Te escribiré después para darte tips de los glaciares Perito Moreno y Upsala.... Por ninguna razón dejes de hacer la caminata encima del Perito Moreno.

Ya te lo contaré....

Ah, por cierto, soy Edgar Rivas, un asiduo lector tuyo.

Abrazo
E