Un día tienes ilusiones concretas y vívidas respecto a él: imaginas los días que pasarás a su lado (sobre y dentro de él), los planes que llevarás a cabo bajo su resguardo, las noches solitarias frente a la televisión, las mañanas en la regadera diminuta, y hasta las noches de sexo salvaje. Porque sí: ahora será posible tener sexo ruidoso y decididamente perverso, alimentado por un instinto que la Cosmpolitan incubó en ti desde tus doce años.
Y luego, con tus papeles en una mano y el corazón en la otra, te lo dicen con toda franqueza:
“Lo rentaron hace una hora”.
Entonces todas tus ilusiones se hacen pedazos, del mismo modo en que un castillo de naipes se deshace con una palmada. Puesto que, pese a su fortaleza aparente, la fragilidad de un montón de cartas hace patente el compuesto principal de las ilusiones: pura ficción.
También te das cuenta de que lo que te duele realmente no es la pérdida en sí, sino el descubrimiento de que pierdes algo metafísico e intangible: pensamientos, imaginaciones, reconstrucciones mentales de algo que pudo ser y que ahora, tajantemente, ya no será. Te duele, precisamente, porque nunca fue tuyo. Porque casi lo fue. Y el casi es lo que más te atormenta.
Todo lo cual me hace concluir que ilusionarse con departamentos (bellos aunque diminutos departamentos, en una calle fabulosa en una colonia fabulosa, con Oxxos y Círculos Kas en cada esquina, con fondas por todos lados, con auténticas Sex-Shops a sólo pasos, a escasos 10 minutos a pie de la oficina, con vecinos ancianos cuyas dentaduras postizas representan todo lo que esperas y deseas de la vida)… Ilusionarse con departamentos es lo mismo que ilusionarse con hombres.
Y es igual de doloroso.
Ya me lo había advertido mi gurú sentimental, don Rufián Melancólico: no debes enamorarte de ningún departamento hasta que tengas la llave en la mano (yo agregaría: y hasta que hayas conseguido sillones mullidos y un paquete de cable e internet a la orden). Su experiencia, contada en alguna conversación por mensajero que perdí, fue tan poética y esclarecedora que intentaré recrearla bajo el velo traicionero de la memoria:
Y luego, con tus papeles en una mano y el corazón en la otra, te lo dicen con toda franqueza:
“Lo rentaron hace una hora”.
Entonces todas tus ilusiones se hacen pedazos, del mismo modo en que un castillo de naipes se deshace con una palmada. Puesto que, pese a su fortaleza aparente, la fragilidad de un montón de cartas hace patente el compuesto principal de las ilusiones: pura ficción.
También te das cuenta de que lo que te duele realmente no es la pérdida en sí, sino el descubrimiento de que pierdes algo metafísico e intangible: pensamientos, imaginaciones, reconstrucciones mentales de algo que pudo ser y que ahora, tajantemente, ya no será. Te duele, precisamente, porque nunca fue tuyo. Porque casi lo fue. Y el casi es lo que más te atormenta.
Todo lo cual me hace concluir que ilusionarse con departamentos (bellos aunque diminutos departamentos, en una calle fabulosa en una colonia fabulosa, con Oxxos y Círculos Kas en cada esquina, con fondas por todos lados, con auténticas Sex-Shops a sólo pasos, a escasos 10 minutos a pie de la oficina, con vecinos ancianos cuyas dentaduras postizas representan todo lo que esperas y deseas de la vida)… Ilusionarse con departamentos es lo mismo que ilusionarse con hombres.
Y es igual de doloroso.
Ya me lo había advertido mi gurú sentimental, don Rufián Melancólico: no debes enamorarte de ningún departamento hasta que tengas la llave en la mano (yo agregaría: y hasta que hayas conseguido sillones mullidos y un paquete de cable e internet a la orden). Su experiencia, contada en alguna conversación por mensajero que perdí, fue tan poética y esclarecedora que intentaré recrearla bajo el velo traicionero de la memoria:
“Así me ocurrió una vez. Me enamoré de inmediato. Es que era tan soleado, tan mercado enfrente, tan cerca de metro Eugenia… que me abrí sin reservas y salí de mi guarida sin pensarlo. Hasta que, claro, alguien más lo tomó. Y sufrí lo indecible”.
Sufro por la pérdida de un rinconcito que ya jamás llamaré mío. Sufro por estar de nueva cuenta frente al amplio mercado de las posibilidades, con la certeza de que NUNCA encontraré otro igual. No tan acogedor, no tan barato, no tan excelentemente ubicado.
Y sufro también porque, entre mis pérdidas, estaba otro que respiraba y contaba los mejores chistes. Y las ilusiones de lo que fue, pero aún más de lo que ya no será, cada vez son más molestas e insidiosas.
12 comentarios:
Enamorarse es exagerar la diferencia entre un departamento y todos los demás.
Y luego justo cuando crees haberlo superado, pasas por ahí por casualidad y miras a una linda chica tendiendo una toalla sobre el barandal del balcón y te llenas de envidia y piensas que no lo merece y que 'ella nunca lo querrá como lo quisé yo' y.... aarrrggg si, es horrible.
Donde dices que están esos departamentos?
Estás en una misión casi imposible, rentar casa en el df si está cabezón. Pero rascándole si encuentras algo ya verás.
(Aqui la palabra "casi" si tiene buen augurio)
Hijo! me dolió como si lo hubiera vivido, aunque aún no paso por ese tema :(
Uf, he estado ahí un millón de veces.
Pero échame un mail con tus preferencias y especificaciones inmobiliarias, a ver si me topo con algo chido.
"Casi" me haces chillar, y estoy en la OFICINA, no mames (bueno, perdón, no es culpa tuya que esté acá). "Casi" caigo, y aunque la definición de caída es casi sinónimo de dolor, error, y frustración, yo quería caer con todas mis fuerzas e intensear al máximo, pero nel, sólo fue un triste y horroroso "casi".
"Y el casi es lo que más te atormenta"...
Me encantó lo que escribiste, me siento "casi" igual.
Uy mija, prepárate, el DF alberga un buen de departamentos de los que te enamorarás y que serían "perfectos para ti", pero el destino es canijo, y algo se interpone.
Yo busqué depto. 4 meses antes de encontrar el mío... algunos me hicieron derramar lágrimas...
.. Pero igual como te dicen con los hombres... ya llegará el tuyo...
Slds.
Como dijo la lilium.. Para mas dolor y baja de autoestima, cuando menos te lo esperes te azota en la cara la imagen de que otra tiene lo que debió ser tuyo!
Pinche mundo cruel!
vaya que si...ilusionarse, emocionarse, imaginarse con algo es horrible...aunque lo tengas o no lo tengas en futuro, he aprendido que jamás he de ilusionarme con nada, creo que es mejor, te lo dejo como consejo.
Bueno, más allá de lamentaciones y condolencias sobre algo que "casi" era tuyo, que lo tenías pero que el destino te lo negó de la manera más cruel, ¿no quieres que busquemos departamento juntos? Jaja, quizá sale algo mejor, se reparten los gastos, habrá buenas y entretenidas charlas, fiestas sanas y malsanas, podría conocer al Mulder y ver si efectivamente se la come... digo no lo sé. ¿Para qué estar perdiendo el tiempo y decir "ay pobe, pobe, te entiendo"? Yo mejor propongo soluciones prácticas. ¿La Condesa, Polanco, Pedregal, Mi-nezota, la Popular Santa Teresa? Vamos viendo. Jaja. Saludos. Ya se extrañaban nuevas entradas en este espacio. Siempre es un placer leerte.
! Un dia, ya cuando tengas tu departatamentito, te ayudo con todo eso del Cosmopolitan..... ;)
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