Hace rato, por accidente, me puse a leer viejas entradas de este bló.
(Supongo, honestamente, que el accidente eran las aburridísimas charlas de mis contactos de mensajero, la pila de trastes que no se me da la gana lavar, y una procesador de texto con una hoja en blanco que parpadeaba inquisitivamente).
Me di cuenta de que era totalmente arbitraria.
¿Se dan cuenta que me encanta la palabra arbitrario/arbitrariedad? Esto es porque es la única traducción que me parece más o menos fiel de random, que es mi palabra favorita en inglés.
Mi palabra favorita en español es chalet. Me gusta tanto que de grande quiero tener un chalet. Con puerta de madera, una chimenea en perfectas funciones, y un pórtico (¡pórtico!) con una campanilla que suene cada vez que algún extraño llamado Javier toque a mi puerta para ofrecerme una amistad sincera.
Por ejemplo, este post es lo más arbitrario que he escrito (oquei, abusaré del pochismo: random) en el historial de La Isla a Mediodía y créanme: he escrito cosas tan absurdas como ensayos en torno a dos actrices que no me importan y comentarios sin sentido sobre la revista Cosmopolitan.
Reflexiono al respecto porque he notado que, en los últimos meses, he abusado del recurso autobiográfico; léase: chisme de lavadero. Por supuesto: no ando por ahí revelando quién es mi amante, con cuántos me he acostado, y qué clase de drogas duras y blandas he probado... pero como si lo hiciera.
También imagino que seguramente antes, hace un par de años por caso, mi vida era muy aburrida por ser pobre y desahuciada. Eso puede ser un motivo.
Ahora traigo en la punta de la lengua un texto que hable sobre lo extrañas que son las despedidas y cómo, en definitiva, no las prefiero. Las omito como los malditos años bisiestos omiten el 29 de febrero sin sentir remordimiento alguno. En el post pondría el ejemplo de mi hermano que tiene algunos meses en EUA y cómo ese día me fui a la escuela, pasé por una torta y regresé con la noticia de que se había ido. Y por qué en realidad todo lo había planeado: evitar una despedida es más astuto que enfrentarse a ese momento crítico en que tienes que elegir ser duro y magnánimo, o chilletas y débil. Y yo prefiero la indiferencia: ah.
Luego iría poniendo ejemplos a lo largo del texto: me fui de la universidad sin despedirme de nadie, me largué de Querétaro sin armar fiestas de despedidas, y planeo que mi último día en la agencia sea ordinario y lo más callado posible. Ahí introduciría una reflexión que iría por el tenor de: no me gusta organizar cosas para mí; me avergüenza la auto-celebración, y JAMÁS planearía una fiesta de cumpleaños.
(sería momento de uno de mis paréntesis favoritos con la acotación de que, si taaaanto odio el egocentrismo, por principio de cuentas no tendría un blog)
Culminaría con imágenes avasalladoras: camino por los pasillos de la empresa y pienso que quizás no vuelva por ahí, no más señor Kim y su grito de "¡Kangiiii", no más esa cabina al final del baño de mujeres, no más escuchar las charlas personales de cierta compañera cuya forma de cambiar cualquier sustantivo en femenino me subyugaba (por supuesta, exacta, te quiera, asca, hambra), no más las charlas del comedor y sentir que esos tipos que llegué a conocer tan poco, y de manera acaso tangencial, significaron para mí la certeza de que hay buenas personas en el mundo corporativo. Y los voy a extrañar, muchísimo, a lo mejor mucho más de lo que yo imaginaba. Me atrevo a afirmar, incluso, que los voy a extrañar más que al 83% de mis compañeros de generación.
Ese post tendría un final. El final sería:
¡Ilusos! ¿Creen que voy a estar desempleada? Ja.
Sin embargo, he resuelto regresar un poco a esa arbitrariedad de antaño. Al pachequismo escritural. A la omisión de estados de ánimo y/o situaciones personales. Al anonimato misterioso. A eso.
(Supongo, honestamente, que el accidente eran las aburridísimas charlas de mis contactos de mensajero, la pila de trastes que no se me da la gana lavar, y una procesador de texto con una hoja en blanco que parpadeaba inquisitivamente).
Me di cuenta de que era totalmente arbitraria.
¿Se dan cuenta que me encanta la palabra arbitrario/arbitrariedad? Esto es porque es la única traducción que me parece más o menos fiel de random, que es mi palabra favorita en inglés.
Mi palabra favorita en español es chalet. Me gusta tanto que de grande quiero tener un chalet. Con puerta de madera, una chimenea en perfectas funciones, y un pórtico (¡pórtico!) con una campanilla que suene cada vez que algún extraño llamado Javier toque a mi puerta para ofrecerme una amistad sincera.
Por ejemplo, este post es lo más arbitrario que he escrito (oquei, abusaré del pochismo: random) en el historial de La Isla a Mediodía y créanme: he escrito cosas tan absurdas como ensayos en torno a dos actrices que no me importan y comentarios sin sentido sobre la revista Cosmopolitan.
Reflexiono al respecto porque he notado que, en los últimos meses, he abusado del recurso autobiográfico; léase: chisme de lavadero. Por supuesto: no ando por ahí revelando quién es mi amante, con cuántos me he acostado, y qué clase de drogas duras y blandas he probado... pero como si lo hiciera.
También imagino que seguramente antes, hace un par de años por caso, mi vida era muy aburrida por ser pobre y desahuciada. Eso puede ser un motivo.
Ahora traigo en la punta de la lengua un texto que hable sobre lo extrañas que son las despedidas y cómo, en definitiva, no las prefiero. Las omito como los malditos años bisiestos omiten el 29 de febrero sin sentir remordimiento alguno. En el post pondría el ejemplo de mi hermano que tiene algunos meses en EUA y cómo ese día me fui a la escuela, pasé por una torta y regresé con la noticia de que se había ido. Y por qué en realidad todo lo había planeado: evitar una despedida es más astuto que enfrentarse a ese momento crítico en que tienes que elegir ser duro y magnánimo, o chilletas y débil. Y yo prefiero la indiferencia: ah.
Luego iría poniendo ejemplos a lo largo del texto: me fui de la universidad sin despedirme de nadie, me largué de Querétaro sin armar fiestas de despedidas, y planeo que mi último día en la agencia sea ordinario y lo más callado posible. Ahí introduciría una reflexión que iría por el tenor de: no me gusta organizar cosas para mí; me avergüenza la auto-celebración, y JAMÁS planearía una fiesta de cumpleaños.
(sería momento de uno de mis paréntesis favoritos con la acotación de que, si taaaanto odio el egocentrismo, por principio de cuentas no tendría un blog)
Culminaría con imágenes avasalladoras: camino por los pasillos de la empresa y pienso que quizás no vuelva por ahí, no más señor Kim y su grito de "¡Kangiiii", no más esa cabina al final del baño de mujeres, no más escuchar las charlas personales de cierta compañera cuya forma de cambiar cualquier sustantivo en femenino me subyugaba (por supuesta, exacta, te quiera, asca, hambra), no más las charlas del comedor y sentir que esos tipos que llegué a conocer tan poco, y de manera acaso tangencial, significaron para mí la certeza de que hay buenas personas en el mundo corporativo. Y los voy a extrañar, muchísimo, a lo mejor mucho más de lo que yo imaginaba. Me atrevo a afirmar, incluso, que los voy a extrañar más que al 83% de mis compañeros de generación.
Ese post tendría un final. El final sería:
¡Ilusos! ¿Creen que voy a estar desempleada? Ja.
Sin embargo, he resuelto regresar un poco a esa arbitrariedad de antaño. Al pachequismo escritural. A la omisión de estados de ánimo y/o situaciones personales. Al anonimato misterioso. A eso.
Ni es cierto.
12 comentarios:
aun así seguirían teniendo ese acento tan tuyo
He aqui una de sus contactos de mensajero que estaba en línea.... siempre salgo ventaneada por omisión en tus post.
=P
¡Ash! ¡Siempre la cajeteo contigo! Naturalmente, no me refería a ti.
¿Qué me contabas de los ronquidos de quién?
arbitrariedad, arbitrariedad, arbitrariedad... empieza a gustarme la palabra. Se me pegó , así como cuando se te pega una canción! saludos desde el más aca, pasare seguido a visitar tu blog! esta interesante!
Aaahh y no conforme con ventanearme a mi, también tienes que ventanear a mi novio? Te pasas Tocaya!
jajajaja
siempre es bueno un cambio, me agrada tu visión acerca de las despedidas, intentaré aplicarla
soy un iluso.
hey ! yo quiero ver esas gafas sobre tu nariz... (en un par de posteos más abajo vi una foto decidora)
también soy autobiográfico. todos los blogs lo son.
Pus claro que son autobiograficos,de ahi el nombre "blog", duh!!
Yo uso "aleatorio" como sinónimo de random. Por si te morías de la curiosidad. Ahora ya puedes dormir de nuevo.
Quiero agregar algo al post:
(Algo)
Y mi comentario es el siguiente:
(Mi comentario)
¡Ya! ¡Basta de estos juegos estúpidos!
Quiero decirle a @lavega que su acotación es acertadísima. Por eso son blogs. LOGS: diarios ¡en línea!
A partir de ahora empezaré:
"Querido Blog:" (recurso altamente usado en la blogósfera)
Hoy me embriagué hasta perder el conocimiento. Luego tuve sexo con un desconocido. Creo que tengo herpes. No importa, porque al final me comí un helado de manzana verde. ¡Hasta mañana!
Ya, en serio, hoy es mi último día y me ha resultado un tanto difícil. Para paliar el sufrimiento -me encanta esa frase- -paliar es otra de mis palabras-verbos favoritos- me he comportado con un bajo perfil. Estoy haciendo copias de mis archivos, limpiando mis links XXX, y borrando mis fotografías comprometedoras. Que el próximo copy sepa apreciar mi colección musical.
Acompañar a mis colegas al 7-Eleven, bromear, charlar, oír que alguien canta "Liliáaaaan, ¿a dónde irá?" me causa profundo pesar. Las despedidas son muy difíciles y cuando digo que las tomo con indiferencia, miento. Las evito, porque si no me pongo ultra-sentimental. En la mañana: ÚLTIMA vez de mi recorrido por el pasillo. ÚLTIMA vez que uso el baño. ÚLTIMA vez que me preparo el té helado. ÚLTIMA vez que un colega me epalea. ÚLTIMA-ÚLTIMA-ÚLTIMA.
Maldito destino.
(es de muy mal gusto escribir otro post en los comentarios, ¿verdad?)
comantario random
Es mi primera vez que comento en tu blog.
Me identifique con lo de las despedidas... que mejor forma de irse... incluso es mas poetico, irse sin decir adios
Algun dia ire a ese chalet tocare a tu puerta y te dire: Me llamo Carlos y le ofrezco una amistad sincera... jajaja...
Yo debo tener totalmente atrofiada la inteligencia emocional (que en mi caso es imbecilidad emocional), porque las despedidas me son escandalosamente indiferentes. Cuando me fui de mi casa (por sugerencia unánime de toda mi familia), me despedí de mi madre con un apretón de mano y a los demás los obvié. A la media hora me costaba recordar el nombre de mis hermanas (¿o eran hermanos?).
Y despedirme de cualquier trabajo siempre ha representado una de las más inefables alegrías.
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