Y aún así me levanté a las siete y cuarto, a pesar de que me había acostado casi a las cuatro (como es mi costumbre, así que el asunto no me resultó demasiado incómodo).
Llegué al salón al filo de las ocho (bueno: ocho y veinte, pero es que soy jodidamente impuntual) y resulta que no hay nadie.
La triste maestra no fue.
¿Creen que es justo?
No.
Nomás venía a avisar y asentar mi enojo.
Llegué al salón al filo de las ocho (bueno: ocho y veinte, pero es que soy jodidamente impuntual) y resulta que no hay nadie.
La triste maestra no fue.
¿Creen que es justo?
No.
Nomás venía a avisar y asentar mi enojo.
Se ven.
1 comentario:
¿Ves como sí estás estresadita? :)
Otro hubiera agradecido que no se presentara la maestra para ir a dormitar a la cafetería.
¿Sabes qué detesto de los anónimos? Su falta de creatividad. Que se autonombren anónimos si en el fondo todos lo somos. ¿Por qué no inventarse un nombre o una identidad si es lo mejor de estas cosas?
Lo digo de puro ardido porque no recuerdo que me haya tocado alguno.
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