18 de junio de 2007

Está lloviendo enloquecedoramente...

Y aún así me levanté a las siete y cuarto, a pesar de que me había acostado casi a las cuatro (como es mi costumbre, así que el asunto no me resultó demasiado incómodo).

Llegué al salón al filo de las ocho (bueno: ocho y veinte, pero es que soy jodidamente impuntual) y resulta que no hay nadie.

La triste maestra no fue.

¿Creen que es justo?

No.

Nomás venía a avisar y asentar mi enojo.

Se ven.

1 comentario:

Don Rul dijo...

¿Ves como sí estás estresadita? :)
Otro hubiera agradecido que no se presentara la maestra para ir a dormitar a la cafetería.

¿Sabes qué detesto de los anónimos? Su falta de creatividad. Que se autonombren anónimos si en el fondo todos lo somos. ¿Por qué no inventarse un nombre o una identidad si es lo mejor de estas cosas?
Lo digo de puro ardido porque no recuerdo que me haya tocado alguno.