28 de diciembre de 2006

Ian Fleming se revuelca en su tumba


Seguramente.

El Servicio Secreto concede “licencia para matar” a ciertos agentes especiales, otorgándoles, como identificación, el prefijo de Doble Cero. Esta gran responsabilidad la había ganado arduamente James Bond, Agente 007, llevando a cabo las misiones más peligrosas que eran, en realidad, las únicas que le atraían.

Breve prefacio de la primera novela que don Ian Fleming escribió en 1953. La flamante editora Albon, de Medellín, Colombia, tradujo al castellano en año incierto las aventuras harto emocionantes del 007. En México la novela fue distribuida por Libros y Discos S.A. (así, a secas), con domicilio en la Torre Latinoamericana (Madero No. 1-B, Tel- 12-84-66, Apartado Postal 2085. México, D.F.).

En la portada hay un émulo de Sean Connery (pero con más pelo) disparando su revólver Colt 38 de dotación oficial, mientras una chicuela ataviada en bello vestido rojo -sin espalda- mira angustiada al vacío.

Qué bonito.

Y además en la contraportada hay datos harto interesantes, como que el fenecido (nos estamos poniendo quijotescos, ¿eh?) presidente de los EE.UU., John F. Kennedy, mantenía estas novelas en su mesa de noche; que en Rusia los libros de Fleming son usados como textos de estudio por el NKDV, el GPU y otros centros de espionaje (oh, recuerdos imborrables de la Guerra Fría); que Allen Dulles, antiguo jefe de la CIA, decía que sus agentes debían leer acerca de 007... entre otras cosas interesantísimas.

Como que Casino Royale es el relato altamente dramático de la lucha entre el Occidente y el Comunismo, entre el Servicio Secreto Británico y el SMERSH, la terrible organización soviética para el asesinato.

Y aquí comienza mi alegato sumamente profesional (título que le he conferido al siguiente texto, para lo cual he introducido numerosos y aburridos datos técnicos).

ADVERTENCIA ADVERTIDORA:



Si no has visto Casino Royale, abstente de leer la siguiente disertación. Repito: si no has visto Casino Royale, vete a leer el periódico o el Condorito. Re-repito: si no has visto Casino Royale... Bah.
Yo les advertí.


Diferencias Importantes entre Casino Royale y Casino Royale (no confundir Casino Royale con Casino Royale)

1. El quid de la novela (de todas las novelas escritas por Fleming) es el conflicto entre occidente y comunismo. Es decir: entre los bellos y angelicales y rubios capitalistas contra los malvados y deformes y perturbados comunistas. Los d’este lado contra la Unión Soviética (tan maquiavélica y tan perversa y tan llena de güerejos desabridos y bosques nevados y tonos de voz golpeados y espías con leucoma en los ojos y nombres de ciudades estúpidos como Leningrado o Riga o Kohtla-Jarve o Siaulai). Pero como, claro, en 1991 al idiota de Gorbachov se le ocurrió renunciar a su puesto de presidente (y en plena Navidad: el imbécil seguramente no pensaba en el futuro de la franquicia James Bond, el cerdo egoísta), ahora ya no hay Guerra Fría y los malos se desintegraron y adiós comunismo y adiós películas favoritas de mi señor padre. Pero ¡ah! esto no podía quedarse así. Porque, wujú, hay un nuevo enemigo: terrorismo.


2. Ahora los enemigos de Bond no tienen nombres tan rimbombantes como Ernst Stavro Blofeld, Alexis Gogol, Rosa Klebb, Auric Goldfinger, V. Zukosvsky, etcétera. No. Ahora nos hicimos internacionales (porque somos políticamente correctos y no ponemos a musulmanes de terroristas, Alá nos libre) y tenemos villanos espectaculares como Zao (cuyo rostro quedó incrustado con pedacitos de diamante, ¡cuánta ternura!), Franz Sánchez (mandamás del ficticio aunque bellísimo país Isthmus), Tan-Gun Moon (convertido luego en sir Gustav Graves mediante novedosa técnica agranda-ojos-de-rendija), Kamal Khan, Dr. Kananga, Emilio Largo o Hugo Drax. Y, bueno, no todos son terroristas: algunos, ya saben, hacen cositas como regentear la industria espacial, dominar las telecomunicaciones mundiales, controlar la energía solar, destruir Estambul con un submarino nuclear, ser opacados por sus risibles asistentes personales (uno poseía un sombrero de bombín asesino), tener un ojo chueco y una mirada de escopeta. Por lo demás, los villanos son sujetos bien normales como cualquier hijo de vecino.


3. En las novelas de Fleming, la organización soviética tenía como siglas SMERSH. En las películas, debido quizás a problemitas de derecho de autor, los malotes tienen como jefes a los de SPECTRE. O a lo mejor pensaron que la alusión a un espectro era más terrorífica y espeluznante que un montón de letras idiotas que parecen decir smash. A saber.


Y lo más importante:


4. En la novela, Le Chiffre es el pagador del “Syndicat des Oouvriers d’Alsace”, el sindicato de los obreros de la industria pesada y transporte de Alsacia, controlado por los comunistas. En la película es sólo un banquerillo de terroristas que llora sangre (¡ay pobrecito!).

5. Mathis no es un traidor en la novela (ni en la película, según mis fríos cálculos: además Giancarlo Gianinni es demasiado excelente para ser un pobre rajón).

6. Vesper Lynd, en la novela, tiene el cabello negro y los ojos azules. Y Eva Green no. (¡ajá!)

7. ¿Más sustancia? En la novela Vesper debe tener padres, porque cuando Bond le pregunta el origen de su nombre, ella responde que nació en una noche de tormenta (y los huérfanos no podrían saber detalles de este tipo, a menos que se los inventen como un intento patético por recuperar su pasado familiar y así evitar pensar que sólo son unos bastardos sin futuro). En la película, Lynd es huérfana.

8. En la novela, Vesper Lynd es un poco estúpida.

9. Como, antes, muchas chicas Bond.

10. En realidad se hace la estúpida, que es diferente. Y no muere ahogada en una trampa de metal que subrepticiamente apareció en medio de un edificio bizantino del siglo XVII que se hunde en pleno canal de Venecia. En la novela nomás se suicida con pastillas para dormir, sin tanta ostentación barata.

11. En la película Vesper funge como contadora de la tesorería británica. En la novela tiene un puesto más interesante: arregla radios.

12. No es M (quien, como todos sabemos, es hombre en las novelas y en la mayor parte de las películas; afortunadamente la dame Judi Dench entró al quite) quien le revela a Bond la verdadera identidad de Vesper (chica enamorada de francés-argelino que es chantajeada para pagar el rescate del amado, en la película). En la novela lo hace la propia Vesper. Con una nota suicida.

13. Y su amante era polaco, no francés-argelino.

14. Y lo más impactante: en la novela Vesper es agente de la MWD. Sí, es espía de los rusos.

Detalles Más Bonitos Aún:

1. Bond es más frío y desconfiado en la novela. Para cerciorarse de que no han registrado su habitación de hotel, coloca un rastro de talco en la manija del armario, deja un pelo sobre la gaveta y pone una marca en el nivel del agua del tanque del excusado.

2. En la novela juegan baccarat, no black- jack.

3. Durante el juego, Bond sufre de verdad y suda y ruega por tener una buena carta. Y mientras mira a Vesper y a Mathis, que charlan animadamente en el bar, piensa que son un par de estúpidos que no imaginan lo mal que la está pasando.

4. En la película, Bond es envenenado con su martini. Como método instantáneo de salvación, se echa un trago de agua con sal, guacarea y luego camina muy oscilatoriamente hacia su Aston Martin, donde encuentra un kit anti-paros cardiacos y ayuda vía satélite desde la oficina en Regent’s Park. En la novela, es amenazado con un revólver mientras está sentado muy tranquilito. Como método instantáneo de salvación, finge un desmayo y aniquila al maldito.

5. En la película se reciben los mensajes vía celular Sony-Ericsson. En la novela, mediante notitas escritas a mano llevadas por el mesero.

6. A Bond lo torturan en una bodega abandonada, en la película. En la novela, en un cuartucho con paredes pintadas de rosa. Y Le Chiffre toma café y luego, por pura maldad, se lo echa a Bond en la cara.

7. En la película irrumpe un terrorista a la bodega y mata a Le Chiffre por la deudota que se echó encima al perder la partida de black-jack. En la novela, es un hombre enmascarado que afirma haber sido enviado desde la Unión Soviética para eliminar al maloso. Y todo es tan honorable, caray: “eres un estúpido, un ladrón, un traidor”. Eso le dice. Y como no le dieron orden de matar a Bond, nuestro héroe se salva... no sin antes recibir una tamaño rasguñote con la forma de una M invertida y una cedilla (luego nuestro espía favorito descubriría que esa eme con cedilla era la letra rusa SH, que representaría a SMERSH, la abreviatura de Smyert Shpionam -Muerte a los Espías-; la marca lo identificaría en lo sucesivo como un SHPION).

8. En la novela no hay aventuras pomposas con malosos griegos, ñoras casadas con malosos griegos y fabricantes de bombas con medio cuerpo tatemado. No: en la novela van al grano y desde el inicio mandan al Bond, James Bond a echarse una partidita de póquer con Le Chiffre.

9. Y, claro, en la novela Bond no descubre el turbio pasado de Le Chiffre ayudado del Internet Explorer, sino con un detallado dossier enviado por M en un paquetito color amarillo.

10. No es en Montenegro donde sucede la acción, sino en Montecarlo. Total: luego de los sustos ocurridos en el casino, Bond se echa unas mereciditas vacaciones con la Vesper en las bellas playas francesas.

11. Y ya.

Ahora los aburriré con...

Similitudes Similares entre Casino Royale y Casino Royale:

1. En la página 45, Bond pide un “martini seco servido en una copa grande de champaña”. Y luego agrega: “Un momento: tres porciones de Gordon’s, una de vodka, media de Kina Lillet. Agítelo bien, hasta que esté helado; añada luego un casco de limón”... En la película hace lo mismo.

2. Y el diálogo es casi idéntico. “Esta mezcla es de mi invención. La patentaré cuando encuentre un nombre apropiado”.

3. Que sería Vesper.

4. Sin embargo, el barman del libro es más astuto. “Excelente; pero si puede conseguir vodka hecho de grano, en vez de papas, el resultado será aún mejor”.

5. Felix Leiter (quien en Licencia para matar es asesinado por un tiburón) le pasa la lana a Bond cuando nota que está rendido, pero lo hace durante el juego. Con una nota: “Ayuda Marshall. Treinta y dos millones de francos. Con felicitaciones de los EUA”. Tan buena onda que son los gringos; además Leiter era texano (y no un simpático afroamericano que suda las cartas, como en la película).

6. Felix Leiter sería un personaje recurrente en la saga: contacto de la CIA y amigo entrañable para Bond.

7. Son tan angustiantes los pensamientos de Bond durante la tortura (que ocurre casi igual en la película: Le Chiffre golpea los testículos de nuestro héroe -sentado desnudo en una silla de caña cuyo asiento han recortado- con una soga rematada en un nudo). “No sólo es la agonía inmediata, sino también el pensamiento de que su hombría está siendo destruida gradualmente y que, al final, si no grita, será porque ya no es más un hombre”, dice Le Chiffre. Sólo por estas descripciones vale la novela entera (algo que sería imposible de retratar en la película, aunque Daniel Craig es muy convincente): “Bond cerró los ojos y esperó el próximo golpe. Sabía que el principio es lo peor de la tortura. Hay una parábola de agonía. El dolor va en aumento, llega a la cima y luego los nervios se embotan y reaccionan cada vez menos, hasta la inconsciencia y muerte. Todo lo que podía hacer era rogar por alcanzar pronto la cima, rogar para que su espíritu resistiese hasta ese instante y aceptar después la cuesta final, hasta perder el conocimiento. Había sido informado por colegas que habían sobrevivido a torturas de los alemanes y japoneses, que hacia el final se experimentaba un maravilloso periodo de calor y languidez que guiaba a una especie de crepúsculo sensual, donde el dolor se convertía en placer y donde el odio y temor de los torturadores se tornaba en gozo de los torturados. Sabía que se requería una gran fuerza de voluntad para no dejar traslucir este estado de ánimo. Tan pronto como el torturador entrara en sospecha, lo mataría de una vez, evitándose así más molestias, o dejaría que volviera a recobrarse lo suficiente como para que sus nervios regresaran a la primera etapa de la parábola. Luego empezaría de nuevo”.

8. Aunque en la película lo mencionan poco, lo que en realidad marca a Bond es la incertidumbre sobre el futuro de su hombría... y por ello posterga reunirse con Vesper durante algún tiempo, hasta que no le quede sombra de sospecha sobre su probable desempeño sexual (que, como todos sabemos, es intachable).

9. Bond se enamora de Vesper Lynd poco a poco, durante su convalecencia en el hospital luego de la tortura. Descubre que no es tonta como pensaba y que puede en cambio charlar con ella durante horas. Pero antes, cuando es advertido de que tendrá que trabajar con una mujer, su misógino interior sale a la luz.
¡Mujeres idiotas que sólo pueden pensar en labiales!

10. Y luego, cuando pasa una semana con ella en una finca francesa, se da cuenta de que no quiere con ella atravesar la misma rutina de atracción-sexo-relación casual-despedida fortuita. Y está decidido a pedirle que se case con él.

11. Pero Lynd es mucho más sombría de lo que parece. Dice algunas de las frases más sinceras e inteligentes que he leído jamás: “las personas son islas, nunca se tocan en realidad. No importa cuán cerca se hallen, siempre permanecen separadas...”

12. Luego de este vin triste, Bond dice la segunda frase más inteligente de la noche: “Juntemos tu isla y la mía y formemos una península. Ahora, esta noche”.

13. Excelso.

14. Pero persiguen a Vesper y ella lo intuye. Un hombre con parche en el ojo derecho, que los sigue por la carretera (en la película es un tipo con un lente negro que camina por un mercado). Así que la única solución posible es suicidarse.

15. Y, luego de descubierto el engaño, Bond (traicionado, derrotado... ¡él!, que planeaba renunciar al Servicio Secreto y abandonar los juegos de pielrrojas que ya no lo satisfacían) llama a la oficina de Regent’s Park: “- Habla 007. Es una emergencia, ¿me oye bien? Transmita lo siguiente de inmediato: 3030 era una espía, trabajaba para Rusia. - ... - ¡Sí, maldita sea, dije era! ¡La muy perra ha muerto!”

16. Y así, amigos míos, termina la novela. El mito James Bond es profundo. Muy profundo
.


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