30 de noviembre de 2006

La Última Vez

No es normal que su inhumana, fría y calculadora servilleta sienta melancolía por las cosas que se van y nunca regresarán. Pero es justo decir que hoy me inunda la cursilería más ramplona y obtusa por el hecho bobísimo de que me mudo por novena vez en menos de cinco años. Me despido de mi trapezoide miniatura, mi cuartito de pensión, mi guarida de pacotilla, mis dos metros por uno cuadrado en el que tantas y tantas cosas hice (por ejemplo: dormir de pie, derramar café ardiente en el teclado de modo que la o, la s, la r y la t no sirvieran jamás, tomar un Seven Up sabor "Bite limón intenso", golpearme con la tabla-roca que sonaba hueca y a través de la cual escuchaba las conversaciones más mordaces en torno a mi persona, tapizar las paredes de imágenes intensas, tirar papeles por doquier y guardar un sarcófago lleno de la ceniza de un cigarro que me fumé a mediados de 2005).
Pensar que nunca más veré estas paredes. Que nunca más veré el polvo acumulado en los rincones y los restos de unas Suavicremas de fresa que se hicieron pedacitos en el borde del clóset (jamás habrían de salir de ahí). Que nunca más sentiré ese mareo repentino al voltear y, en lugar de encontrarme con una pared de 180 grados -como sería lo natural-, golpearme en cambio con un muro estúpido que de pronto se decidía a dar un giro fenomenal sobre su eje. Tantas anécdotas y accidentes. Oh... Qué atroz. Dejar mi callecita de Vicente Suárez # 410, a ochenta pasos de la facultad. Nunca comer de nuevo esos pastes hidalguenses. Ni ir al Oxxo y evitar al gordo acosador. Ni toparme con universitarios ebrios dando tumbos por la calle -la única calle del estudiante, de principio a fin-. Qué atroz. Y lo peor: no ver a mis compañeras nunca más. No oír sus ronquidos a través de la tabla-roca hueca. No recoger sus papeles tirados alrededor del bote de basura. O los vasos vacíos sobre el restirador. O las Maruchans podridas en la barra de la cocina. O los platos infestados de colonias de hongos germinando, reproduciéndose y evolucionando en la tarja. No más de eso. No más. Qué atroz.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Y ahora donde vas a vivir, mi querida Lilián? Espero que no muy lejos de la universidad.

Un beso!