Richard: Mi nombre es Richard. ¿Qué más necesitas saber? ¿Detalles sobre mi familia, o de dónde vengo? Nada de eso importa. No una vez que has cruzado el océano y te dejas ir, buscando algo más hermoso, más excitante y sí, lo admito, más peligroso. Así que después de dieciocho horas en la parte trasera de un avión, tres películas estúpidas, dos comidas de plástico, seis cervezas y ni un minuto de descanso, finalmente toqué tierra; en Bangkok...
---Bangkok de noche
Viernes a las diez de la noche y La Playa en el cinco. La ética protestante y la física cuántica al fin fuera de lugar y la magnánima decisión de verla por décima vez. La Playa, después de todo, es una de las películas favoritas de su servilleta y a continuación explicaré por qué.
ignoren al sujeto de cabellos parados
Etienne y Françoise con terribles acentos en español afrancesado y las mejores escenas beligerantemente censuradas y cortadas. Comerciales en momentos cúspide y la desagradable voz de Richard (el doblaje, quiero decir) en off durante terribles minutos, pero es La Playa. La Playa a mediodía y nada más.
Y comienza la defensa...
Éste es Richard. Un tipo entusiasta y sin mayores pretensiones. Se cree un viajero, un descubridor de tierras vírgenes y parajes perdidos. Nació de la pluma de un escritor británico que pasó algún tiempo en las islas Filipinas y cuya inspiración brotó de la nada (la nada de las playas, o sea), Alex Garland. Escritor que, además, le confirió su nacionalidad.
En la cinta Richard es norteamericano. Queja número uno de los aguerridos fanáticos de Garland, quienes protestan (quizás con algo de razón) que Hollywood siempre arruina las historias al imponer actorcitos bonitos (en el 2000 DiCaprio no estaba tan dado al catre) y famosos en los papeles principales y así asegurarse unos dolarucos más en taquilla. Oh sorpresa: La Playa fue un fracaso en todos los cines en que se presentó. Danny Boyle -inglés también y el director de la versión cinematográfica- tenía contemplado a su actor favorito y de planta en el papel de Richard, el semidiós Ewan McGregor. Cuenta la leyenda que ambos british men están bravuconeados desde entonces, sin aclarar jamás que fue el estudio el que eligió a DiCarpas desde un principio (yo sólo espero que se reconcilien antes de que se filme la secuela de Trainspotting, ya escrita y empaquetada por sir Irvine Welsh: Porno).
vs
Pero he divagado. Así que Richard (el gringo, pues) llega a Tailandia como todo mochilero simplón y pedante: creyendo que está en una auténtica búsqueda del paraíso. Se toma un caballito de sangre de víbora y conoce a Daffy –Robertito Carlyle-, un tipo zafadito quien, muy con la mano en la cintura, termina diciéndole a Richard una hora y media después que “no te sientas, pero como que te falta un tornillo en la cabeza”. Daffy, por alguna razón jamás explicada del todo, se suicida y le deja como herencia el mapa a una isla... una playa idílica, desconocida y habitada por epicúreos yuppies que encima de todo son marihuanos. De lujo…
Richard emprende la aventura con una pareja de franceses, Etienne (disculpen si me exalto hablando de él o del bello actor que lo interpreta, Guillaume Canet) y Françoise (Pancha pa’ los cuates), pero antes tiene la atinada ocurrencia de dejar una copia del mapa a otros Gringos Realmente Estúpidos. Richard, como se ve, es Poco Inteligente.
Etienne lo arregla todo (pues claro, siendo él tan bello tenía que ser también Muy Inteligente) y de pronto se encuentran los tres ante una imponente isla que se alza en medio del océano. Que ellos expliquen:
Etienne: Un kilómetro.
Françoise: Dos.
Etienne: ¿Richard?
Richard: No sé, soy gringo.
Etienne: ¿Y?
Richard: Pienso en millas, no en kilómetros.
Etienne: Bueno, ¿cuántas millas crees que son?
Richard: No sé, pero se ve que está bien pinche lejos.
Françoise: Dos.
Etienne: ¿Richard?
Richard: No sé, soy gringo.
Etienne: ¿Y?
Richard: Pienso en millas, no en kilómetros.
Etienne: Bueno, ¿cuántas millas crees que son?
Richard: No sé, pero se ve que está bien pinche lejos.
(alteré ligeramente los diálogos; afortunadamente no se nota)
Richard, Etienne y Françoise
Las tomas aéreas en que los tres nadan hacia la isla son de una belleza abrumadora. La isla se impone como una porción de tierra completamente separada del resto del mundo. Sola y verde, sin el lastre de estar unida a continente alguno...
el paraíso
Françoise y Etienne le juegan una broma pesada a Richard (dicen que han visto una aleta... de tiburón, se entiende) y el momento más lúgubre de la primera mitad se presenta (¿qué hay de Moliére?, pregunta Etienne cuando Richard se queja de que "los franceses son muy graciosos"... ¡pero lo son!). He ahí la cuestión: el viaje es en un principio una odisea donde lo peor que puede pasar es sufrir la humillación de ser sólo un Gringo Realmente Estúpido. Richard intenta conquistar a Françoise desde el momento en que la ve por primera vez. Y es que, como él mismo explica, Etienne es un tipo astuto que lo tiene todo, incluyendo una mujer hermosa. Cuando te enamoras de alguien (vil capricho) siempre encuentras una razón para creer que esa persona es justo para ti. No tiene que ser una buena razón... (Richard dixit).
pues yo me quedaba con Etienne. Sí señor...
Al llegar a la isla dos sorpresas aguardan:
1. La isla es un enorme plantío de marihuana. El paraíso de quienes buscan más emoción y más diversión. No, no son junkies. ¡Por favor! No los tilden de drogadictos. Quizás el paraíso no es suficiente sin una dosis extra de estímulo.
2. Llegar a la playa no es tan sencillo. Antes deberán saltar una cascada de varios metros, sin posibilidad de escurrirse por un atajo diferente (¡putain de merde!)
NO TAN RÁPIDO
¿Creyeron que sería tan fácil? ¿Que un plantío de marihuana en una isla casi virgen se encontraría así porque sí, cuidadito y recortadito, quizás porque a un tipo se le ocurrió? ¿Pensaron que el paraíso es de a grapa?
La mitad de la isla pertenece a unos narcotraficantes ligeramente parecidos a los hermanos Almada, pero con acento mandarín. Nuestros tres héroes corren deseseperados y se topan con la cascada ya descrita. Los hombres -muy varoniles ellos- discuten el problema, echándose la bolita cada uno. Suprepticiamente, nuestra heroína anuncia que saltarán, pero nadie la pela. Y que salta. Se introduce la llave a la segunda etapa.
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Keaty los recibe. Para su sorpresa, en esta parte de la isla -conviviendo en absoluta armonía- habitan viajeros de todas partes del mundo que han decidido desprenderse del estigma de la civilización y vivir como colonizadores perdidos. No buscan nada, no esperan nada y todo les agrada. Desdeñan lo primitivo y han logrado construir una comunidad exenta de las comodidades de la tecnología y dotada además de pequeños placeres: el sol, el mar, la mota y la buena vibra. Richard, Etienne y Françoise son bien recibidos, siempre y cuando estén de acuerdo en conservar el secreto de la playa y convertirse en miembros honorarios de ella. Todos aceptan gustosos y nuestro héroe, por supuesto, oculta que ha cometido una Estupidez Mayúscula (recordemos que dejó el mapa a los otros Gringos Realmente Estúpidos, de quienes nos ocuparemos más adelante).
Los personajes que a continuación se presentan pueden o no parecer elitistas, según el gusto del lector/espectador. Sal es el líder (norteamericana en la novela, inglesa en la película), Bugs su novio molesto y pedante, Keaty el amante del cricket y el cristianismo (según él los dos pilares de la civilización), Cristo, Sten y Karl, los suecos surfistas:
Sten: Nos gusta pescar.
Karl: Pescar, jeje.
Sten: Y en el invierno nos gusta esquiar.
Cristo: Yeah!
Sten: Por supuesto, en Tailandia no se puede esquiar.
Hay una pareja de lesbianas (nunca presentadas, pero en algunas tomas podemos observarlas tomadas de la mano), el cocinero italiano -Unhygienic- que nunca deja de oler a pescado (¡adivinen de qué se alimentaba la comunidac!), los futbolistas (y Etienne, claro está, tenía que sobresalir en dicho deporte de inmediato) y personas de parajes tan distantes como Estonia, Letonia y Lituania (esto me lo saqué de la manga, pero supongo que alguien tenía que ser báltico, ¿qué no?).
Lo bello de la travesía es que los sujetos y sujetas ahí reunidos se encuentran en la playa con el único y desinteresado propósito de disfrutar. Y quizás eso me sorprende y me enternece, el hecho de que consigan sublimar su existencia a través de paisajes hermosos y etéreos, convertirse en auténticos epicúreos (no sin ignorarlo) y en conquistadores de la naturaleza y sus caprichos. Mundanos, sí, porque páginas/secuencias más adelante descubrirán que el paraíso no es prohibido, sino absolutamente inalcanzable.
Boyle dijo -palabras más, palabras menos- que la primera parte es un recorrido deleitable y visualmente placentero por La Playa (para entonces, más que un lugar, la playa es un concepto), mientras que la segunda parte explora las complejidades de la convivencia humana, súbitamente asediada por la idea de desaparecer y someterse al mundo animal, al verdadero mundo primitivo (o sea el digital: cámaras de video, celulares, computadoras, internet, infumables blogs e infumables bloggers, of course).
Parte Sombría
En esta parte cachan a Richard (los Gringos Realmente Estúpidos siempre son descubiertos) en más de una manera: Françoise (cuya subrepticia obnubilación mental la obligó a abandonar al Bello de Etienne por el Realmente Estúpido de Richard) descubre que tuvo una canita al aire con Sal mientras ambos adquirían provisiones en la ciudad -donde, según Richard, nadie sabe divertirse... y cómo no si se ponen a bailar punchis punchis en una playeja de mala muerte en la madrugada- y Sal, por su parte, descubre lo del mentado mapa. De manera que mandan a Richard a la selva -lejos de la playa- pa’ que vigile a los otros gringuetes (que se consiguieron unas gringuetas y ya suman cuatro) y los disuada de unirse a la comunidad. Y helo ahí, pobre Richard, siempre adicto a los videojuegos, perdiendo la noción de la realidad.
--Secuencia Videojueguesca Que Muchos Puristas Critican A Morir—
En la playa las cosas no pintan mejor. Los surfistas suecos (probablemente mis personajes favoritos) sufren un terrible accidente que involucra a tiburones y mordidas. El dilema moral sobreviene. ¿Hospital o secreto? ¿Muerte digna o diversión imparable? Sal no está dispuesta a poner en peligro la integridad de la playa y por lo tanto sacrifica la de mis amados suecos. Esta parte es Sombría En Extremo. Léase:
SANGRE
Richard anda en viaje psicotrópico autoinducido. Coloca trampas furtivas en la selva y le roba un trapo a uno de los narcos, muy Rambo él. De pronto ha perdido todo contacto con el mundo exterior y poco a poco se desprende del interior. La soledad y las constantes alucinaciones de Daffy le hacen creer que la humanidad es un virus y que es su deber eliminarlo. Sólo cuando observa la muerte de cerca -tan cerca que la sangre salpica su rostro- descubre que ha estado mucho tiempo perdido y que la playa tantas veces anhelada es ahora la trampa de la que debe escapar.
Entonces Richard corre despavorido y se lanza al precipicio. Mientras cae por la cascada es aún un animal, asustado y culpable; pero cuando toca el agua regresa. En la belleza de la naturaleza (aparentemente inocente y ajena, pero en el fondo vengativa y recelosa) descubre su lado humano, aún asustado pero vivo. Vivo y con un súbito respeto por la vida.
Y el final
Todo se resuelve. Los narcos se ponen punks con Sal y a ella no le queda más remedio que renunciar al paraíso que con tanto esfuerzo construyó (la méndiga quiso borrar a Richard del mapa, siempre ella con su fijación por los ídem) y de nuevo nuestro héroe es, evidentemente, Etienne. Él fue además el único que se quedó junto a Cristo cuando el resto de la comunidad lo mandó al bosque, cansados ya de escuchar perpetuos ayes de dolor. Ahí el sueco moriría, no de la gangrena, sino de asfixia provocada por Richard.
¿Moraleja? No te metas con la naturaleza, que puedes salir espinao (y nuestros personajos lo descubrieron de la peor manera).
se me regresan por donde vinieron
Última Escena
Richard en un cyber café (visitando, adivinen, La Isla a Mediodía), ya de nuevo insertado en el pavoroso y horripilante mundo digital. Recibe una foto de Françoise, cuando la playa era todavía divertida y agradable. La ironía del asunto es:
- Françoise lo perdona porque realmente no hay nada qué perdonar. El deseo es el deseo, donde quiera que estés.
- Tanta aventura, tantos lugares, tantas puestas de sol y aventuras con tiburoncitos (incluyendo una frase poetiquísima y originalísima, No... I will not die today!) para que Richard terminara visitando mi blog… Chale.
por cierto:
sí, tiene todo que ver
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