20 de febrero de 2006

Verónica Guerin o... ¿por qué elegí ser periodista?
publicado el 26 de agosto de 2005
Ayer vimos una película irlandesa llamada Veronica Guerin. Producida por Jerry Bruckheimer (entre cuyas valiosas aportaciones al séptimo arte se encuentran Armageddon, La Roca, Riesgo en el Aire, El Tesoro Perdido y demás mafufadas por el estilo), el espectador se imagina que la cosa va a estar infumable. Eso, en los primeros créditos. Y luego el segundo: Joel Schumacher, director de verdaderas joyas como El Fantasma de la âpera (versión fílmica de la obra musical, que no de la novela original), 8mm, El Cliente, Flawless (altamente recomendable, con Robert De Niro y Philip Seymour Hoffman) entre otras; aunque por supuesto también cuenta en su filmografía con auténticos churros como Batman y Robin, Phone Booth (algo así como la Cabina Mortal, según las traducciones al español) y la tal St. Elmo's Fire (El Primer Día del Resto de Nuestras Vidas o algo así, certificada como el churro más palomero de los años ochentas). Pero bueno, el punto es que Schumacher cuenta con un mejor prestigio que su colega Bruckheimer.


Sea como fuere, Veronica Guerin no se asemeja a nada que le hayas visto antes a estos cineastas. Irlandesa, uno de entrada puede divertirse escuchando los acentos (bueno, no que todas las personas realmente disfruten de escuchar acentos raros, pero entienden mi punto). Ubicada en Dublín, entre 1994 y 1996, la película retrata la incansable lucha de una periodista (encarnada por la siempre magnífica, excelsa y profesional Cate Blanchett) por combatir el narcotráfico mediante la palabra escrita. Suena simple, pero no es así. Veronica se interna en el bajo mundo de los drogadictos (adolescentes, en su mayor parte) y establece redes de contacto con narcotraficantes en menor escala y con los involucrados en las altas esferas del tráfico de drogas (desde mariguana hasta heroína, todo por cinco libras).

SPOILER:

La primera secuencia es contundente. Guerin en pleno juicio: miles de multas e infracciones, ella argumentando sabiamente que, por ser periodista, tiene que utilizar su coche -y manejarlo a mil millas por hora, claro está. Se sale con la suya y va feliz por la autopista Naas, hablando con medio mundo por teléfono (mamá, esposo y hasta jefe) y sintiéndose una mujer nueva, con un brillante futuro por delante, como dicen por ahí. Y de pronto... es asesinada. Veronica Guerin, la periodista entrometida, valiente y atrevidísima se convierte en mártir de su nación -la nueva Juana de Arco, como algunos opinan- y provoca con su muerte cambios fundamentales en la conformación política y social de su país: la constitución irlandesa es modificada, el índice de criminalidad baja en un 15% y la mayoría de los narcotraficantes fuertes de la nación son encarcelados.

Impresionante.

La verdadera Veronica Guerin --->

Lo más triste, sin embargo, es que esta historia no le es ajena a la nación mexicana. La única diferencia, para nuestro infortunio, es que aquí las decenas de periodistas asesinados son enterradas en el baúl del olvido -y en el cementerio menos iluestre posible. La película no está exenta de debates y controversias, creo yo. Que si se lo merecía o no, que si pueden justificarse sus acciones o no, que si fue justo poner en peligro a su familia o no, etcétera. Me parece que, después de todo, sí importó. Importó su muerte, importó su lucha, importó el cambio. La eterna encrucijada del periodista no ha sido resuelta aún.

Después de verla, todos nos sentimos agüitados. ¿Cómo no estarlo? Persigues tu nota, te comprometes con tu trabajo, buscas contactos y haces denuncia social... y te matan. Nada fascinante ni atrayente. Y, de nuevo, ¿por qué estamos aquí?

Antes de la filosofía barata (explícita en este blog), yo sólo tengo una pregunta: ¿por qué carajos nos ponen una película así? Es mórbido. Es como ponerle a un cura El Crimen del Padre Amaro o a una maestra la de Lección Mortal, es como burlarte de los inocentes y candorosos estudiantes de Periodismo y Comunicación de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Fue como decirnos "no sean tontos, mejor dedíquense a la sección de sociales"; lo que, en cierta manera, no sería una sugerencia del todo estúpida.

Mejor aún: nuestra sugerencia, después de yacer exhaustos y deprimidos en los pastitos que crecen frente a nuestro salón, es que le pongan esta película a los del propedeútico. Aunque si de sacarles la lana se trata, mejor pónganla cuando ya estén en primero o segundo (cuando ya hayan pagado cuotras estratosféricas de inscripción, propedeútico y demás gastos adicionales) para que el índice de deserción aumente. Y así no se sature la carrera. Y así no haya tanta competencia en el futuro. Y así, quizás, podamos mantenernos con un sueldo ínfimo, comiendo maruchans y trabajando horas extras.

Qué divertido es ser periodista, ¿no?
Comentario Anacrónico: El escrito data de los tiempos marsupiales (no sé qué podría significar, pero suena como algo que saldría en National Geographic) en que pensaba escribir sobre cualquier asunto más o menos escribible (tratable, pues) que aconteciera en mi vida y supongo que lo más interesante que sucedió esa semana fue ver Veronica Guerin. Y el mono del salón de audivisuales se puso punk con moi quesque porque no debí introducir alimentos ni bebidas al sagrado recinto (un chesco de lata: qué fresotas). Creo que en esos tiempos andaba de capa caída o algo por el estilo, pero la seriedad con que escribí mis alegatos me avergüenza incluso hoy...

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