15 de mayo de 2007

Mis dolencias

Últimamente he pensado que en lugar de ir a Neuróticos Anónimos, como siempre creí oportuno, debería buscar en cuanto antes una buena reunión con los de Hipocondríacos Anónimos.

Sólo en el último mes he tenido dos enfermedades de gravedad que me han tenido postrada en la cama, sufriendo lánguidamente, mientras miro programas malos y lanzo interminables ayes de dolor.

Hace un mes tuve faringitis. Todo comenzó con el malestar usual: dolor de garganta, nariz congestionada y fiebre. Luego la fiebre se prolongó más de lo debido (y no me refiero a la fiebre usual que cualquier post-adolescente/veinteañero ardoroso experimenta cada tanto y que desde luego alivié con los métodos usuales) y esto porque presenté conductas poco apropiadas, como estar en un sitio con aire acondicionado y salir al solazo, pero principalmente -lo peor- estar en un sitio con aire acondicionado, salir al solazo y beberme una Che-Chela (naranja y sangrita) con hartos hielos. Después de dos semanas en que temí contraer la horrible fiebre tifoidea, me presenté con un buen simidoctor que me recetó unas simimedicinas que me trajeron de vuelta a la vida hace unas dos semanas.

Desde entonces caliento mis chelas y evito los aires acondicionados.

Pero el domingo estuve al borde de la muerte, oh sí.

Todo comenzó el sábado, cuando tuve la fenomenal (y arbitraria) idea de largarme a andar en bicicleta. Estaba yo en el pueblito donde crecí y del que hablaré después, Polotitlán de la Ilustración, y como no encontré una bicicleta de mi tamaño, tomé prestada la de mi sobrino L. Mariano y me fui con donaire a adornar con mi presencia las calles del pueblo (rogando en el fondo no azotar en frente de la gente y hacer tamaño oso, como ocurrió tantas veces en el pasado). Pero la cuestión es que la bicicleta era muy pequeña para mí y… eh, ¿cómo decirlo? Mis piernas larguiruchas no encontraban buen acomodo en los pedales. Pero en realidad el problema no fue ese sino que el asiento era un poco pequeño para mi… mi… eh… mi… trasero… y entonces hubo un problema de proximidades y cálculos que culminó en una… eh… una… rozadura familiar, que en la noche me hizo lanzar unas cuantas maldiciones. Menos mal que estaba en una casa donde me invitaron pastel de nuez y todo se resolvió amigablemente.

Naturalmente llegué a la conclusión de que ahora soy estéril, lo cual -visto con cierta perspectiva relajada- no es del todo malo, porque así dejaré de hacer más próspera a la industria de los anticonceptivos y nadie me lanzará imprecaciones por la irresponsabilidad de mis actos. En cuanto a la rozadura… estuvo muy mala. Me tuve que poner Capent.

Pero…

En la mañana fui atacada por náuseas fulminantes. Y entonces tuve vómito y una enfermedad vergonzosa cuyo nombre no repetiré. Pero lo peor fue que no pude levantarme, porque descubrí con horror que mis extremidades estaban todas jodidas por la idea fenomenal de andar tirando rostro en las calles, y entonces tuve que arrastrarme de modo muy patético hacia el baño para deshacerme del horroroso pastel de nuez que tantos males había causado.



Lo bueno es que sobreviví a base de Boing de mango y muchos kilos de aire.

No contento con eso, el Destino desgraciado me mandó por la tarde uno de esos Cólicos Marca Diablo, producto de mi hasta entonces mal habida fertilidad. A las seis de la tarde hubiera preferido que me lanzaran a un hoyo repleto de carbones ardientes y que luego me tiraran acido sulfúrico en spray y que luego me abrieran las uñas de los pies y me enterraran clavos de olor y luego clavos de verdad y que me dieran de comer a los caníbales de las islas melanesias.

Y aún hay más. Sucede que me invade el estrés, porque vieran qué difícil es ser una joven con un futuro prometedor, una familia que la ama, chorrocientos pretendientes, cuentas bancarias aún por abrir, secretos milenarios proporcionados por sus antepasados mayas y ocupaciones triviales como estudiar y beber chelas de vez en vez. Entonces, es OBVIO que esté que no pueda con el estrés, la preocupación, el mal de ojo y el insomnio. Por eso, llevo más de tres meses apretando los dientes sin razón aparente. Así, de la nada. De repente me doy cuenta de que los estoy apretando y hago un esfuerzo magnánimo por aflojarlos, pero a los dos minutos ya estoy con mi apretadera estúpida. Y así, claro, al final del día siento como si me hubieran dado un puñetazo invisible en plena quijada.

Ay ¡cómo sufro!

Y además sospecho de cáncer de seno, SIDA, viruela negra, osteoporosis, parásitos intestinales, Alz-Heimer, un tumor cerebral, mal del pinto, moquillo, clamidia, cáncer de próstata, síndrome de Estocolmo, parálisis facial, tuberculosis, mal de Parkinson, fractura en los omóplatos, amigdalitis, infección de las vías urinarias, influenza, depresión post-parto, embolia y neurosis mal atendida…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Lilian!....añoro algun dia verte en las calles queretanas para saludarte y decirte en persona lo mucho que me gusta como escribes, de pasada invitarte unas che-chelas.
Saludos y que te mejores de tus tantas y tantas sospechas!
Luis

Anónimo dijo...

A mí me preocupa que pueda tener sarna, angina de prinzmetal y mixomatosis.
Creo también sospechar de infertilidad porque encontré una lista de cosas que no debería hacer, como usar ropa ajustada, estar sentado todo el día, bañarme con agua caliente, consumir 2 o 3 litros de alcohol al día, fumar, tomar anabólicos y consumir drogas.

No te inquietes demasiado recuerda que todo llega a su tiempo (especialmente los pretendientes), como dice Pavarotti:

Dici che il fiume
trova la via al mare
E come il fiume
giungerai a me
Oltre i confini
e le terre assetate
Dici che come fiume
come fiume
L'amore giunger
L'amore
E non so pi pregare
E nell'amore non so pi sperare
E quell'amore non so pi aspettare

Saludos

Don Rul dijo...

Yo también aprieto los dientes como bulldog. Ya me mandaron una madre de plástico (guarda le llaman)con la que tengo que dormir para evitar que me reviente la mandíbula. Ni modo, es el precio que hay que pagar por tener una vida llena de emociones.

Lilián dijo...

Querido Luis:
Pues si me encuentras y estás dispuesto a pagar una Che-Chela, yo no veo inconveniente alguno en aceptarla.
Gracias por tus comentarios.

Querido Tito:
Me alegra saber que perteneces a mi bando, los hipocrondríacos sin remedio. Y, a propósito, HARTAS GRACIAS por el disco de Billy Corgan y los Smashing... Te lo digo por acá porque ya ves que si te lo mando a decir con Vero, le dan d'esos celos de hermana que no vieras. Y cuando vengan los calabazas, ¡ahí estaremos!

Querido Raúl:
Ruego me des más informes sobre el aparatejo ese, porque estoy considerando seriamente adquirir uno y dejar de sufrir a lo menso.
Saludos.

Anónimo dijo...

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ha haa le dió chorro
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