23 de mayo de 2007

Dos fenómenos extraños


En el buró junto a mi cama tengo (tenía) un disc-man del año del caldo (porque el mío de años más posteriores repentinamente dejó de funcionar) con unas bocinitas bastante simpaticonas -también del año del caldo-. Y así, tenía todo lo que una post-adolescente pudiera soñar y esperar de la vida: música a todo momento y sin complicacones tecnológicas (es que no le he entrado a la moda de los gadgets, pero quizá algún día caiga).

No me quedo en el departamento casi ningún fin de semana, pero no hay nada nuevo cuando regreso: una cucaracha o más polvo, nada que me sorprenda.

El viernes estuvieron dos personas en el cuarto, pero además de organizar una orgía y consumir drogas sintéticas, nada interesante ocurrió.

Y el caso es que todo el choro introductorio anterior era para decir que el domingo llegué y el mugroso disc-man ya no estaba. Así, de la nada. Ha desaparecido de la faz de la tierra.

Muchas conclusiones se agolpan en mi mente:

a) El ladrón que me robó es un idiota (porque bien pudo llevarse otros artículos de mayor valor, como el saco con quinientos mil dólares que guardo bajo la cama).

o

b) Una fuerza sobrenatural opera en mi cuarto con tal clandestinidad y mala fe que no me he dado cuenta jamás.

La segunda opción parece más creíble.

Aún lo extraño, hasta tenía una fotito de él:


En realidad le puse zoom máximo a una fotografía en la que aparezco con una tribu del Paraguay en posiciones comprometedoras. Por eso nomás recorté lo verdaderamente importante (mi dis-man)


2. Creo que acabo de enamorarme de Robert Downey Junior. De pronto me di cuenta que es un tipo sencillamente genial, carismático, maduro, interesante y con un trasero perfectamente moldeado. Esperen: lo ÚLTIMO en lo que yo me fijo en un hombre es su retaguardia. Para mí, los puntos importantes a considerar son las manos y luego los zapatos (cada uno tiene su extravagancias). Pero es que, ¡oh!, me fue imposible abstraerme de la contemplación de ese par de regalos de Alá enfundados en unos pantaloncitos de vestir con rayas verticales que ¡oh! ¡oh! ¡oh! me sofocaron al punto.
Y además sus autogoles, como cuando en alguna entrega de premios dijo que en el noventa y tantos, lo usual para él era un viajezote ultra-loco yeah brother.
Lo amo.


Señor Downey: cásese conmigo. Prometo que nos inyectaremos mucha heroína y haremos que nos arresten por ahí y nos corran de programas de televisión y mandemos nuestra carrera a pique. ¡Lo prometo!

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