30 de mayo de 2007

¡Ay!

Ya sé que había prometido para ayer la crónica de mi cumpleaños (en el que en realidad ni voy a ahondar), pero es que se me derramó el líquido letal de unas pilas y ya andaba con la sugestión hecha bolas: pensaba que iba a morir intoxicada y de pronto se me secó la boca y ya no podía hablar, además sentía pulsaciones en la cabeza y pensaba: "Chin, ya estuvo, ya me chingué" y cosas así... como que iba a morir joven. Y, en adelante, estaría muerta todo el tiempo. Y morir. Y una tumba, con su lápida y florecitas marchitas. Y los recuerdos y las certidumbres de todo lo que podría haber hecho esa muchacha que hablaba hasta por los codos y pelaba los ojos y usaba pilas chafas con el ácido al borde del desparrame...

Sí, ¡todo por unas pilas!

Pero luego bebí kilolitros de leche y me tomé el asunto relajadamente, con lo que el riesgo de intoxicación se redujo en un 73%.

Mañana, ahora sí, la crónica. De una vez revelo el misterio:


¡Conciertoooo de Lucybell!


De lo demás, no hay mucho para contar. Mi sacrosanta madre me hizo mi platillo favorito, que descrito suena bastante humilde, pero que en realidad es un Regalo Fabuloso del estado de Campeche: frijoles negros/carne de puerco/arroz blanco hervido/pico de gallo/habaneros toreados/cebollitas moradas. Algo más o menos como los moros con cristianos.

No estos. Otros.
Luego, ya en conocidísima plaza del EdoMex donde se suscitó el magno concierto, anduve dando vueltas por los pasillos mientras mis hermanos se empacaban sus cervezotas en conocida franquicia de cervezas de sabores, texturas y estilos variadísimos.
Y también vi a cierta persona a quien aprecio hartísimo. No conviene decir quién. Él y yo lo sabemos.
Luego el concierto, del que hablaré mañana.
¿Quieren saber cómo pasé mis últimos dos cumpleaños?
Búrlense.
Hace un año estaba trabajando en el café y tuve un pleito fenomenal con mi jefa. La vieja estúpida lloró y lloró porque su vejestoria madre estaba al borde de la muerte (¡santas catarinas rostizadas!) y me arruinó mi fabuloso cumpleaños número veinte.
Terminé comiendo un pozole verde en dudosa zona de la ciudad.

Hace dos años estaba destrozada porque había perdido beligerantemente un concurso de cuento bastante facilón y los ganadores se paseaban ante mí en el saloncito donde fue la ceremonia de premiación. Luego vi a un exnovio baboso que ni siquiera me saludó y finalmente terminé comiendo unas enchiladas verdes, yo sola, en la cafetería de una facultad que ni siquiera era la mía.
Pero la Historia me bendijo y además me estoy quedando ciega (¡maldita pila!)

2 comentarios:

Don Rul dijo...

La pregunta es: ¿qué diablos hacías con una pila en la boca?
Feliz cumpleaños.

Anónimo dijo...

Mhh... en ningún lado mencionas que tuvieras las pilas en la boca... o si? O.o