25 de enero de 2007

Dieciocho actores que me llevaría al Taj Mahal parte II

España:

Eduardo Noriega: Hermosísimo español de labios rojos y sensuales. Además un gran actor que lo mismo asusta con mirada de escopeta que suscita las ganas irreprimibles de llevárselo al Taj Mahal lo más pronto posible. Eduardo es de ceja negra, cabello salvaje y oscuro como el ébano y el porte de un majarajá de ojos penetrantes. ¡Ah! Fue un villanazo descorazonado en una de sus películas más conocidas, El Espinazo del Diablo, pero su papel estelar es el "César, abre los ojos", de Abre los Ojos de 1997, donde -sin querer y sin desearlo- le come el mandado por adelantado al ridículo de Tom Cruise. También fue el ¡maldito, mil veces maldito! Bosco Herranz de Tesis, donde la hace de un cineasta de peculiares gustos (léase snuff). También, y particularmente para su servilleta, se le recuerda con mucho cariño y ensoñación por su papel de un desmemoriado afrancesado en Novo. Uff.

Fele Martínez: Actor de los grandes y seguramente buen camarada del bueno de Noriega. Fele, más que física e insoportablemente atractivo, posee una personalidad camaleónica que inspira misterio, suspicacia y complejidad. Lo conocimos como el extraño Chema de Tesis, donde sus atractivos innegables resultan altamente negables (y cómo no con tamaños lentezotes de fondo de botella y una melena que le cubría el rostro completo). Después la hizo del amigo medio geek de Noriega en Abre los Ojos: el pobrecito Pelayo que vive a la sombra de un conquistador con harta lana y cara bonita (hasta que, ¡tarán!, sobreviene la tragedia). Su personaje más entrañable es Otto, de Los Amantes del Círculo Polar. En esta cinta de Julio Medem, Otto y Anna son dos amantes que han crecido juntos y cuyo amor se ve interrumpido una y otra vez, aún en parajes tan distantes como los bosques de Laponia. Lacrimógena y bellísima al extremo. Ya se observará también cómo estos dos bellísimos españoles son clientes regulares del excelente director Alejandro Amenábar.


Francia:

Louis Garrel: Louis no tiene fama ni es conocido por su talento actoral. Louis es increíblemente atractivo y punto. Su lugar en esta lista lo ganó, lisa y llanamente, por su papel de Theo en Los Soñadores, de Bernardo Bertolucci. El gemelo incestuoso más sensual de la cinematografía mundial (título que acabo de adjudicarle en este momento y que permanecerá tatuado en su perfil por siempre jamás) viene de una familia de actores y tiene una trayectoria consecuente en teatro. Diremos que su mirada entre insufrible y seductora es decididamente irresistible. Y que aunque fuera nuestro hermano gemelo idéntico (lo que hablaría muy bien de nuestro ego) y aunque fuera el turbulento 1968 y en pleno París, aún Louis sería candidato apto para ser arrastrado al Taj Mahal más cercano.


Gales:


Christian Bale: El actor más atractivo del planeta. Sin más. El hombre más sensual que ha pisado la década. Christian Bale es EL HOMBRE. Ni siquiera voy a describir esas cejas adustas, esa mirada penetrante, esos labios delgados y sugerentes. Bale, quien para algunos personifica la cara de la villanía (¿y acaso eso sería un defecto?), es uno de los actores más talentosos que la industria fílmica ha encontrado (esperen unos lustros y la Historia me dará la razón). Christian ha esteralizardo numerosas películas, así que me tomaría horas describir cada una de ellas -su servilleta ha visto todas cuantas ha podido-. Eligiré tres: una es la versión cinematográfica de la leyenda de Pocahontas, El Nuevo Mundo, en uno de sus papeles más humanos y sensibles. Otra, que por el riesgo físico que supuso para Bale merece un reconocimiento mayor, fue El Maquinista. Además de los tintes dostoievskianos (nótese mi terminajo) de la historia, lo más notable es el hecho de que Bale perdiera la increíble cantidad de treinta kilogramos. Y no es mentira: en algunas tomas que yo de usual alabaría (torso desnudo, por citar un ejemplo), las costillas pegadas a la piel resultan poco menos que grotescas. La tercera película que elijo es la ahora clásica Psicópata Americano: Bale es un sociópata (ultra-sexy, debo agregar) que les da cran a sus víctimas con la música pop más barata de fondo. El final, excelente vuelta de tuerca, es sublime y perturbador a un mismo tiempo.
Adición: Sí, Bale es Batman y el mago Alfred Borden en The Prestige (donde por cierto comparte créditos con un dios aparte, David Bowie).


Matthew Rhys: Galés de hermosísima mirada, que alguna vez cierta colega y su servilleta comparamos con la de Brian Molko (dato innecesario) (otro: en adelante le llamamos Macro-Molko). ¿Qué puede decirse de Matthew que no lo hayan dicho sus ojos ya? Alguna vez contó una anécdota sobre lo inoportuno de ser galés y hablar en su idioma natal al viajar en el autobús londinense (conducta muy usual no sólo en los microbuses mexicanos: echarse un taco de ojo con alguna dama de la concurrencia y alabar sus atributos físicos en "lenguaje cifrado"... Y a final de cuentas la chica también era galesa). Se le recuerda mayoritariamente por su papel de estafador de arte en la ligerísima Fakers, donde apreciamos rasgos interesantes de su personalidad como... sus bíceps y su vientre de lavadero, ¡oh! Pero además también tiene su lado artístico-literario, pues la hizo del buen Demetrio en la archiconocida Titus, del señor Shakespeare. Bello ejemplar este Matthew Rhys.


Inglaterra:

Daniel Craig: Ya lo alabé y mistifiqué en filosofías baratas pasadas, pero es que con Danielito nunca tienes suficiente. Podría empezar por su cuerpo perfectamente tonificado y varonil. O por su talento actoral. La conjunción de ambos elementos da como resultado un inglés lejos del estigma del flemático/snob/insípido. Recientemente fue nombrado el hombre más sexy en una lista de 50. ¿Quieren más? Además de haber interpretado al mejor James Bond de la saga (lo siento, Sean Connery), Daniel fue uno de los cinco hombres elegidos para eliminar a los culpables de los once atletas israelíes asesinados en las olimpiadas de 1972, en Munich. Y además la hizo del excelente Ted Hughes en Sylvia. Podría seguir y seguir, pero la contemplación de su humanidad es prueba suficiente de por qué es uno de los ejemplares más codiciados en el planeta (y, de mi lista, el único rubio; sí señor).

Daniel Day-Lewis: Actor clásico. Aunque este año cumpla la cincuentena, no deja de ser el poseedor de la mirada más enigmática que se haya visto jamás. Los ojos verdes, las cejas negras, la piel pálida... Sobre todo, existe un detalle que a su servilleta la derrite en extremo: sus manos. Podría admirar a Daniel Day-Lewis durante un día entero, así se la pasara efectuando operaciones de lo más imbéciles: Daniel fumando una pipa, Daniel sentado en el excusado, Daniel comiendo un bistek. La población mundial lo reconoce de inmediato como aquel irlandés amarranavajas a quien los villanísmos de la IRA toman por un terrorista: En el Nombre del Padre. Yo, en lo particular, lo recuerdo como el evasivo Newland Archer en La Edad de la Inocencia. Aunque tuviera una única oportunidad de besarlo dentro de una carroza y durante un trayecto nevado, no dudaría en convertirme en Michelle Pfeiffer hoy mismo. Últimamente lo vimos como un papá francamente papacito (siento mucho proyectar mi vulgaridad) en The Ballad of Jack & Rose. Y si yo lo tuviera de padre, discúlpenme, tampoco podría evitar dirigir mi interés entero hacia él, ¡oh!


Matthew Macfadyen: El a ratos odioso señor Darcy de Orgullo y Prejuicio, cuya mirada sería capaz de convertirme al judaísmo durante la próxima semana (caso de que me lo propusiera, porque ni es judío ni interpreta judíos) (no soy antisemita, pero sí muy musulmana) (lo cual ilustra el alcance extraordinario de los poderes de la mirada de Matthew). En la película anteriormente citada (en realidad la única conocidísima de él), Macfadyen es un tipo prepotente y pagado de sí mismo cuyo corazoncito se ablanda en aras del amor (cursilería cortesía de la señorita Austen). Sin embargo, pese a mi muy calculada frialdad, yo también me derretiría si Macfadyen (o don Darcy) llegara y me dijera, además bajo la lluvia, "Te amo. Ardientemente." Uy, ¿algo estará quemándose por aquí o soy yo?


Italia:

Stefano Accorsi: Italiano apetecible que luciría muy bien tendido en una cama de spaguettis y cubierto con salsa de tomate (en serio: aqui está quemándose algo). Primero lo vimos como un infiel reprimido en El Último Beso, en la que, a punto de convertirse en señor padre, se tropieza con la tentación más peligrosa: una escuincla desabrida que sólo produce lástimas. También, y he aquí su sorprendente capacidad para desprenderse de sus papeles, la hace de un gay muy gay en Le fate ignoranti (¿?) que, si no mal recuerdo, por acá fue traducida como "El amante de mi marido" (extiendo desde aquí mis calurosas felicitaciones a ese órgano tan impresionante y sabio que es la RTC: jamás me han arruinado la trama de película alguna, gracias). La historia es muy curiosa: una viuda -de nombre Antonia- descubre que la amante de su esposo no era tal, sino él. Y después de convivir con el exquisito Michele, como la mujer no es de palo, termina por enamorarse de él. Me gusta la idea entre líneas: dos personas que han amado a la misma persona pueden, después de todo, enamorarse una de la otra. Yo de Stefano sí me enamoro, por lo menos.

TRES PILONES DE REGALO:







Jean Reno (Francia): Larguísima trayectoria, mirada penetrante, hombre varonil y misterioso a quien no le diría no si me preguntara: Excusez moi, mon belle ami, ¿voulez vous coucher avec moi cet nuit? (o algo así, yo no aprobé francés). En mi opinión, su personaje más entrañable (de, repito, una larga trayectoria que por razones de espacio no nombraré) es León de -¡voilá!- León.



Hugh Laurie (Inglaterra): Si en realidad su personalidad es tan chocante e insoportable como su doctor House, ahora mismo hago la reservación para la habitación 34 del Taj Mahal. Hugh tiene los ojos más azules y las maneras más rudas que yo haya conocido jamás. Lo quiero ya. Afortunadamente ahora es el poseedor de un flamante Globo de Oro, pero antes tuvo que aceptar papeles risibles como el papá de Stuart Little, el "señor amable del avión" (así listado) en un episodio de Friends y -lo más irónico- el achichincle del rey Louis XIV en El Hombre de la Máscara de Hierro (detalle que noté el viernes pasado en una fracción de segundo; mi memoria fotográfica es tan prodigiosa que hasta yo misma me sorprendo de ella, oh sí). Músico, poeta y loco no podría ser más adecuado para nuestro buen Hugh.


Miguel Rodarte (xico): A este Tigre de Santa Julia me lo llevo directo y sin escalas a los rincones más oscuritos de una milpita, ¡oh! Su mirada, tan irresistible para cualquier fémina con tres dedos de frente, es una mezcla de ironía y sarcasmo que arranca cinco suspiros seguidos (quizá seis). Tengo que aceptar que su papel de heteroflexible en extremo flexible en aquel churro de Cansada de Besar Sapos me pareció ligeramente tonto, pero su actuación jocosa y la sensualidad que exuda, a pesar de hablar en tono cantadito y usar camisas pegaditas, salvan cualquier intento de fracaso. Alguien, como yo, comparte la idea de que Miguel es como un Dave Gahan nacional, lo que no deja de agradecerse una y otra vez.



2 comentarios:

sirako dijo...

yo me llevaría una fábrica de chocolates.

Maury McFly dijo...

orale orale, no sabia ke el buen doctor house era ingles, me cae rebien ese tipo...

jejeje el blog de abajo está chido, ya presumes ahora ke tu hermana salio en tv jejeje