5 de julio de 2006

Resumen de las Vacaciones de su Servilleta


Lo cual explica la notable ausencia de sus filosóficos pensamientos en el presente espacio.


No quiero abrumar a mis lectores con un relato insoportablemente descriptivo y en suma pedante, por lo que trataré de resumir con frases concisas los merengues que me han mantenido alejada de La Isla a Mediodía:


Me llegó un telegrama algo misterioso y apresurado, que en resumen decía así:


Los participantes todos de Primer Plano, Lorenzo Meyer más enfáticamente, solicitan su presencia urgente en el estudio de televisión del canal 11 para un concienzudo análisis de la situación política actual.


A lo que acepté.



a él le importa mi opinión


Luego de eso, bueno, estuve ocho días con sus noches en Helsinki. Estuvimos en la Catedral de Uspenski (la principal, construida en 1868) y un chamaco me gritó ¡perseenuolija! desde un octavo piso, a lo que le respondí con otra leperada de igual vigor. En un restaurancito en frente de la iglesia de Temppeliaukio comimos pasteles Karelian, una especialidad finlandesa, que son como unas empanadas de pescado. Después de eso nos trajeron kalakukko. Imaginen: ¡pay de pescado!.

Compré una revista femenina, algo así como la Cosmopolitan finlandesa, llamada Kotivinkii y estuve largo rato enfrascada en sus utilísimos consejos, de los cuales no entendí ni jota.


Una señora preguntó: “¿Ketkä he ovat?” y le expliqué en mi pésimo finlandés que éramos mexicanitos de envergadura. Mi acompañante escupió un: “¿Keiksi sinä heitä luulit?” bastante tonto, porque en vez de decir “¿quién creyó que éramos?”, dijo “¿quiénes creen que eran?”. Zonzo.
<---la catedral

Y por cierto, si alguna vez gustan ir a Finlandia, no olviden aprender que el saludo usual es hei, moi o terve. Pero si están en Suecia digan solamente hej. De igual manera, es importante saber que “¿voitko auttaa minua?” significa “¿puede usted ayudarme?”. Con eso la librarán fácil, estoy segura.


Después de eso fuimos a Turku, a Vantaa y a Espoo. En la última ciudad decidimos por fin entrar a un sauna. En el vestíbulo nos obligaron a despojarnos de todas nuestras ropas (oh vergüenza ante dos rubiezotes de casi dos metros), nos condujeron a un cuartito con paredes de madera, nos sentaron en una banquita de frente a los carbones humeantes y luego una señora nos dio de latigazos con unas ramitas que según ellos son relajantes y no sé qué. Bah, pa’ mí que les salió lo xenófobos.


En Tampere me reuní con David Gahan y, luego de dos vermouths bien cargados, me cantó al oído One Caress mientras se caía de borracho. Luego se subió a la barra del bar y entonó sentidamente Lilian, del Playing the Angel (la pista número 11, para los que lo duden).


Oh, Lilian
Look what you've done
You've stripped my heart
Ripped it apart
In the name of fun

PORTENTO DE HOMBRE

DAVID GAHAN - LÍDER DE DEPECHE MODE


Cuando nos hartamos de Finlandia volamos al Tíbet en un jet chatarra que nos depositó en Lhasa con los nervios de punta. Casi nos desmayamos por la increíble y sofocante altura de la ciudad, pero la vista es impresionante: montañas y montañas a donde quiera que vires la cabeza. Nuestro guía nos llevó al río Brahmaputra y ahí comimos una masa de insípido sabor que ellos consideran, sobre todo los lamas, el festín más delicioso del planeta. Sobra decir que vomitamos en las vestiduras del jet que nos llevó a Uruguay.


En Uruguay estuvimos poco, sólo unas vueltecitas por Montevideo y un paseo por el lujoso barrio de Carrasco. Luego cruzamos la frontera argentina, donde por cierto convivimos con Roberto Canessa y Nando Parrado, sobrevivientes del desplome del Fairchild en 1972 sobre la cordillera de los Andes. Se ven muy repuestos, y cómo no, con la cantidad de dinero que les dejó el best-seller que publicaron con el escritor británico Paul Read.

Canessa, Parrado y los demás mientras se echan un taco de lengua en el fuselaje

En Argentina tomamos caña rebajada con jugo de frutas y luego nuestra anfitriona cebó un mate amarguísimo que nos tomamos de un solo trago. Después de eso tiramos sin querer la yerba y se revolvió con una lata de clavos, pero pudimos rescatarla después de pasar dos horas y media tirados en el piso. El dolor de espalda con trabajos nos dejó dormir.


En la Avenida 9 de Julio a mi acompañante se le perdieron dos mil pesos. Nos reímos como locos.


Y luego un avión presidencial nos recogió y nos dejó en un pueblecito del Estado de México, desde donde hemos estado cebando mate a escondidas, porque lo cierto es que nos agradó sobremanera.


Además de eso, haciendo nada.

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