11 de septiembre de 2007

11 de septiembre

Yo tenía quince años, en mi preparatoria no había televisiones pero sí una rocola con todos los éxitos de los Héroes del Silencio, aún no cundía el messenger en todo su esplendor y, cuando me conecté como a la una de la tarde, un amigo al que no veo desde entonces me dijo:

SE VA A ACABAR EL MUNDO. ES EL FIN. ES EL FIN. ¡ES EL FIN!

Y luego se desconectó subrepticiamente, para otorgarle más dramatismo a su sentencia.

Los que lo vieron en vivo, como mi hermano, fue a través del noticiero de Brozo. A la una de la tarde todo cobraba unas dimensiones espeluznantes y apocalípticas.

Ya pasaron seis años y todos (al menos, los que vivimos de este lado del muro) comprendemos que no fue El Fin Absoluto en modo alguno.

Es más importante, según creo, recordar otro 11 de septiembre. Tengo la convicción de que aquél nos afecta más como latinoamericanos. No se habló mucho de esa madrugada, ni de la brutalidad con que destituyeron y ejecutaron a un presidente elegido democráticamente. No se habló mucho de las torturas, de los exilios y de las vejaciones.

Por eso, sólo por eso, el 11 de septiembre le pertenece por entero al Salvador Allende de 1973.