12 de febrero de 2007

¡Separación de residuos sólidos!

Eso suena a diversión.

Y bien: como parte de la obligatoriedad de cierta feria del servicio social y con el fin de perder nuestras clases matutinas, un grupo de estudiantes de aspecto peculiar decidimos inscribirnos en el curso de Separación de Residuos Sólidos (a pesar de que la carrera es Periodismo, la facultad de Ciencias Políticas y Sociales y los más caros deseos de practicarse una endodoncia en lugar de oír a una señora con voz de pito hablando de materias industriales, embalajes de proceso e inmunización de animales y humanos).

A dos semanas del evento, nuestros ánimos excitados engendraron un bellísimo himno:

¡Separación de residuos sólidos
Es nuestro deber!
¡Juntos separaremos los residuos sólidooooos!

Y ya. (no es un himno extenso ni complejo, pero en viva voz resulta hermosísimo).

El día 0 nos aparecimos con atuendos apropiados y la suficiente preparación mental. Caminamos en hilera hacia la explanada de la honorable universidad entonando el himno, deteniéndonos de vez en cuando, colocando nuestras manos al centro, contorsionando la pelvis de adelante hacia atrás y gritando, guturalmente, "¡Separación de residuos sólidos!". Formábamos un grupo curioso.

Por fin, nos registramos y acudimos al auditorio donde -suponíamos- nos equiparían con trajes esterilizados (de preferencia anaranjados y de cuerpo completo) y escucharíamos las indicaciones apropiadas para llevar a cabo la gran misión:


¡Acudir a un relleno sanitario armados de guantes y palos con pico para... separar, eh, residuos sólidos!


Pero, ahí dentro, nuestras ilusiones fueron ultrajadas de golpe. En lugar de... separar... ya saben... residuos sólidos, escuchamos la perorata infumable de una tipa que casi no pppopppeaba con el micrófono y decía puras cosas ininteligibles (y que la mayoría de los asistentes, estudiantes de Química y Biología, entendían a la perfección).


Lo bueno que existen los reproductores de música que se pueden camuflajar entre el cabello rizado, oh sí.
Y al final:


La decepción.


- ¿A qué hora vamos a separar residuos sólidos?
Preguntábamos con lágrimas en los ojos...


Y luego uno que se tiró de rodilllas, se desgarró las vestiduras y gritó, hacia el cielo:
- Nooooooooo.


Fin


*Crónica galardonada con el reconocimiento "Anécdotas en torno a los residuos sólidos y su impacto en el mundo de hoy", en su edición de febrero del 2007.

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