11 de enero de 2007

De por qué Charlie Kaufman es un genio

Si no lo digo voy a explotar.

Charlie Kaufman es un genio



soy tan genial que no necesito peinarme


Y, si en la definición no lo abarca, también es un maldito pitoniso.

Explicación Detallada:

En 1999, Charlie Kaufman escribió el guión de ¿Quieres ser John Malkovich?. La premisa era muy simple y nada sorprendente: un titiritero arruinado, cuya pareja es una cuasi-zoofílica de cabellos esponjados, consigue un empleo en el piso 7½ de un edificio antiguo. Sus dedos, prodigiosamente veloces, son aptos para el oficio de archivero, que le acomoda muy bien hasta que descubre una puertita miniatura que lo conduce a la mente de John Malkovich durante quince minutos. Luego es arrojado en medio de una carretera a las afueras de la ciudad.

La resolución y final son igual de previsibles, como puede observarse.

E, increíblemente, Charlie Kaufman ganó una nominación al Óscar por mejor guión original.

(pausa para asimilar la estulticia de la Academia)

(¡premiar un guión así!)

(¡tan carente de originalidad!)

(¡qué bola de zopencos!)

(y seguro se sorprenden con bodrios de Herzog, Lynch, Gondry, Bertolucci, Godard, Jodorowsky y otros copiones)

(¡qué indignación!)

(¡premien a las Olsen, a Paris, a los rápidos y furiosos!)

(ya: suficiente sarcasmo barato)

Después, con el éxito acumulado, a nuestro héroe de apellido Kaufman se le encomienda adaptar el libro El Ladrón de Orquídeas para su versión cinematográfica.

Pero... no puede. La inspiración se esfumó. A continuación sucede un proceso tortuoso en el que Charlie revaloriza su talento -del que duda como antes no lo hizo- y finalmente descubre que no puede, que no lo hará.

Entonces escribe al respecto. Un guión que ilustre esta aventura patética, pero aderezado además con la intrusión de un nuevo personaje: su ficticio hermano gemelo Donald.

El resultado fue Adaptation, dirigida por Spike Jonze (entonces amorcito de Sofia Coppola, quien años después también ganaría un Óscar por mejor guión original: esto lo recuerdo particularmente porque la noche de la premiación estaba yo sentada en la sala de mis tíos y al verla recibir la estatuilla dorada, y al escuchar su bellísimo discurso, las lágrimas rodaron furiosas por mis mejillas y mi tía me preguntó si no quería un sándwich de cenar y yo contesté que no, que me dejara regocijarme en mi hiper-sensilidad barata...).

En El Ladrón de Orquídeas (el título en español, por misteriosísimas razones de orden teosófico que incumben a la RTC) (seguramente pensaron: “adaptar Adaptation al español es una tarea dificilísima; pongámosle mejor el título del título del libro del que hablan: es más sencillo”), Charlie es un pobre guionista frustrado que tiene que convivir con un brillante hermano en aras de convertirse en el guionista estrella de cualquier estudio hollywoodense que se precie de contar ganancias netas de más de sepetecientos millones de dólares.

(ya me acerco a la médula de este ensayo, ¡qué emoción!)

Donald Kaufman asiste a los talleres de un tal Robert MacKee, experto en guionismo (barato), donde se entera de los trucos del oficio. Vueltas de tuerca, finales sorpresivos, personajes entrañables, turbulencias emocionales, desafíos y victorias: fórmulas ya probadas de guiones infalibles.

Pero Charlie, que ante todo es un artista genuino, quiere ser honesto con su trabajo. Conmovido por la belleza de lo que ha leído, lucha por escribir un guión sorprendente cuya única temática sean las flores. Hermosas, suaves, gentiles, fotosintéticas, clorofílicas y petalosas flores.

Donald, en cambio, tiene un género definido: el suspenso. Y a mitad de la película se aparece con esta idea sensacional:

Un policía intenta salvar a una chica secuestrada por un asesino serial. Pero ¡oh! -y he aquí la GENIALIDAD de nuestro buen Donald- al final se descubre que todos son la MISMA persona afectada por PERSONALIDAD MÚLTIPLE. ¿El título? Los Tres.

No hace falta aclarar que Charlie Kaufman se MOFA de la idea, por estúpida, inconsecuente, trillada y barata. Ni que, al final, el guión de Donald se convierte en un exitazo.

Y ahora:

Por qué Charlie Kaufman es un genio (y un Nostradamus de nuestra época).

Corría el año 2003. Su servilleta tenía 17 años. Era un domingo más bien gris, aburrido. Decidida a no mirar durante el día entero las paredes desnudas del departamentucho en el que entonces vivía, me encaminé a mi complejo cinematográfico favorito.

Lapsus en extremus pedantus: En realidad, siempre he preferido ir al cine sola. Al menos así puedo estar segura de que estoy en la mejor compañía y que, al final de la película, mi acompañante -suspicaz, clarividente, hábil, inteligente y de admirable agudeza mental- siempre le entenderá a la película y no se guardará de hacer comentarios jocosos, apropiados, pertinentes y oportunos, a más de profundos y analíticos. Un acompañante, además, discreto y agradecido, que sin duda sonreirá cuando le compre un Paquete Jumbo con palomas, nachos y refresco de lima y su sueño dorado: el Icee de cereza. Un acompañante que no interrumpa a media película, ni suba los pies a la butaca de enfrente, ni mastique las palomitas ruidosamente. Un acompañante, en fin, refinado y educado. Ir al cine solo es una apuesta ganadora.



**
Me metí a la primera película que encontré: Identidad.


Una tal Jacqueline Waisser la definió así: “Es como un juego de ¿Quién es el asesino?, pero habiendo ingerido LSD. ¿Por qué? Por el simple hecho de que en el primero todo mundo es quien parece ser, nadie tiene el don de la ubicuidad, y en la segunda no cuadran ni los ejes espacio-temporales y las pistas cambian de un momento a otro”. Uy tú, ¿pues de qué se trata esa cosa?




Advertencia: evítela como a los tacos de chorizo verde

Diez personajes disímbolos (un chofer de limusina, una prosti, una dizque actriz, un padre de familia con su escuincle, un preso, un velador, un policía y una pareja de recién casados) permanecen atascados en un motel a causa de la lluvia y después mueren uno a uno en misteriosas circunstancias.

De nuevo, la pobrecita e ingenua Waisser escribió esto: “cabe destacar que Mangold (el director) tuerce las reglas y no se apega a las fórmulas, así no es fácil adivinar el final”.

Pero, bah, se los voy a arruinar de una vez:

TODOS SON LA MISMA PERSONA


¡Aplausos para la genialidad arrobadora de Charlie Kaufman, quien con insospechada sagacidad logró prever las premisas trilladas y estúpidas que guionistas, directores y espectadores imbéciles tomarían por originales!

Por eso digo que Charlie Kaufman es un genio.

Al volver a pie al departamentucho, mis pensamientos todos iban dirigidos a Charlie Kaufman. ¿Acaso los realizadores de ese bodrio de Identidad no habían visto El ladrón de orquídeas antes? ¿Acaso la gente que vio Identidad no había visto El ladrón de orquídeas antes? Me parecía increíble, ahí en medio de la sala, que nadie objetase por la mierda que nos estábamos soplando. Más increíble aún ha sido toparme con ciertas personas que sostienen que Identidad es un thriller de excelente manufactura, de final sorprendente y guión inteligente. Qué genial broma, si lo fue. Qué genial cuando la ficción se adelanta a la realidad. Qué genial.

Dato curioso: John Cusack interpretó al titiritero arruinado en ¿Quieres ser John Malkovich? Y, como si su radar de buenos guiones se hubiese apagado de pronto, en 2003 se vistió de chofer de limusina para esa mierda de Identidad.

Reflexión poco curiosa: Si yo padeciera de personalidad múltiple, me contentaría mucho saber que mis múltiples personalidades interactuaran en formas tan caprichosas como en Identidad: padre-hijo, recién casados, prosti coqueta con el chofer... Al menos me divertiría mucho yo sola.

Más razones geniales de por qué Charlie Kaufman es un genio:

* Sus ideas pueden ser absurdas, pero jamás están exentas de profundidad (una agencia llamada Lacuna que borra ciertos pasajes de la memoria de las personas es una idea estrafalaria, pero funciona perfectamente para penetrar en el mundo escabroso y melancólico de las relaciones interpersonales).



* Un túnel hacia la mente de una persona puede no ser del todo original, pero un túnel hacia la mente de John Malkovich es la idea más arriesgada, increíble y fenomenal que puede existir. El mismo Malkovich -excelentísimo actor- dijo que le parecía increíble que el propio Kaufman lo viera de esa forma. Ningún guionista hubiera tomado el riesgo de introducir a un actor famoso como un personaje de sí mismo.

* Las frases que Susan Orlean -Meryl Streep, excelentísima actriz- pronuncia entre lágrimas cuando tiene a su amado John Laroche -el excelentísimo actor Chris Cooper- muerto en sus brazos: “Quiero ser nueva. Quiero ser una bebé. Quiero empezar de nuevo, antes de que toda esta mierda pasara”, que en mi opinión son de una hermosura escalofriante.

* Retratar en la película el proceso de escribir un guión dentro del guión, con fidelidad y congruencia. Incluso, muy sutilmente, el cambio drástico de género cuando el personaje de Charlie Kaufman -Nicolas Cage- por fin decide poner en práctica los consejos absurdos de MacKee (de pronto hay un crimen y una persecución a toda velocidad, cuando hasta entonces la historia se había mantenido lenta e introspectiva).

* La valentía con que un guionista -a menudo relegados a vigésimosegundo término- desnuda sus temores y los imprime en el texto, a pesar del egocentrismo que ello supondría.

* Kaufman entiende las relaciones de las personas de una manera sencilla y directa. La historia de Clementine Kruscinsky (la excelentísima actriz Kate Winslet) y Joel Barish (el en el fondo excelentísimo actor Jim Carrrey) no es heroica ni trágica, pero es una verdadera historia de amor. Es la historia de cómo se relacionan las personas ordinarias: dos individuos sin nada en común, como no sean sus neurosis e inseguridades, que se unen para vivir juntos ese gran trayecto en picada que es el amor.

1 comentario:

Perfecto Cuadrante dijo...

Descubierto tu blog y linkado a mi lista del frenopático. Espero no hacerte demasiado popular, yo tampoco lo soy.

Lo peor de todo: creo que compartimos profesión.