1 de septiembre de 2006

Más Reciclaje Barato

En vista de que mi cerebro de pronto ha secádose, nomás por no perder la licencia de este cuchitril (¿que no necesito licencia? Ah..., eh, pero suena muy formal y oficial decir que se necesita licencia) me veo en la inclemente necesidad de reciclar otra antigua entrada, digo, nomás por rellenar espacio.
Ese voraz escrito, de título Elocuente e Inútil Descubrimiento, fue publicado en diciembre del 2005 y va como sigue:
(lo cual me da tiempo para echar en marcha mi plan de adueñarme de la blogósfera entera e instaurar un sistema imperialista en él)


Elocuente e Inútil Descubrimiento


La otra noche estaba viendo El Bebé de Rosemary por enésima vez y de pronto tuve una colosal epifanía. Mi monumental descubrimiento es el siguiente:

Mia Farrow es IDÉNTICA a Chris Martin

=

Expertos en clonación e implantes de rostro han determinado recientemente que la protagonista -entre otros filmes- de El Gran Gatsby, Death on the Nile y Reckless sufre de un trastorno de identidad provocado por su sospechoso parecido con el vocalista de la banda británica Coldplay. Chris Martin, por su parte, asume gran parte de su culpa y como disculpa bautiza a su hija con el bello nombre de Manzana.

Mia Farrow dio a luz en el año 1966 al hijo del diablo. El escuincle en cuestión heredó los ojos de su padre y se sabe que en días recientes fue sorprendido robándose unas urnas de la delegación Iztapalapa, en el Distrito Federal.

a la roro nene

Años después, Farrow se divorció de Woody Allen. La razón nadie la sabe, salvo la hija que ambos adoptaron y que años después contraería matrimonio con el mismo Allen. Insisto, la razón de su separación sigue siendo un misterio...

Hace cuatro meses platiqué con Mia en un café de ciudad Delicias, Chihuahua (un lugar absoluta e increíblemente real) y de nuestra conversación surgió un axioma de incuestionable validez. Farrow me recomendó atentamente lo siguiente:


Ella lo descubrió de un modo bochornoso. Luego de nuestro encuentro, regresé a mi casa y a las vacaciones decembrinas, prendí la tele un lunes por la noche y encontré:


Mi recomendación es que admiren esta obra maestra del ñor Roman Polansky, bella y diabólicamente adaptada de la novela original de Ira Levin (búsquenla con el risible nombre de La Semilla del Diablo, muy recomendable también y sobre todo en las crípticas descripciones del chamaco), entre cuyas curiosidades se encuentra el hecho de que en una escena la Farrow come hígado crudo real (fíjense los antojos de una mujer preñada por Belcebú in person).

Y al final

Los brujos comandados por Roman Castevet permiten que Rosemary sea la mamá (Satancito -Abraxas Júnior pues- necesita una figura materna, después de todo) y, aunque al principio sorprendidos, aceptan la intromisión de Rosemary con cuchillo cebollero en mano a la sala donde celebran el advenimiento del año uno (junio de 1966=6-6-6, ¡tadá!). Lo inquietante de la escena es que el espectador primero advierte visualmente a los individuos reunidos en la salita de los Castevet y luego, como por imposición espontánea, el moisés cubierto de negro aparece en el fondo. En una secuencia efectiva, Rosemary acepta resignadamente su suerte cuando pregunta si la dejarán ser su madre. Pero antes:

Rosemary Woodhouse: ¿Qué le han hecho? ¿Qué han hecho con sus ojos, malditos?

Roman Castevet: Tiene los ojos de su padre.

Rosemary Woodhouse: ¿De qué estás hablando? ¡Los ojos de Guy son normales!

Lo que Rosemary no sabe es que Guy -el ambicioso marido- hizo un trato con los brujos para asegurarse un rápido ascenso en su carrera actoral. Claustrofóbica como sólo ella, la historia es sombría y ambigua pues se rige bajo el principio no confíes en nadie. El espectador se convierte en cómplice de Rosemary, el único que se las huele y sin embargo no puede intervenir en lo absoluto en la historia. Aunque nadie se atrevería a decirle la neta a la Rosemary, evidentemente...

Conclusión:

El mundo entero se pregunta qué habría sido de Rosemary si la hubiera embarazado otro Satanás:

¿Qué? Si no estoy tan mal...

Y claro, Chris Martin se regodea en su arrepentimiento (¡él no pidió nacer igualito a Mia Farrow!):


Último aviso:


Cuídate de Rosemarys con tamaño cuchillote en mano

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